Por Manuel Araníbar Luna
El pueblo brasileño es muy religioso. Su símbolo es el Cristo de Corcovado que mira al mundo con los brazos abiertos. Ayer, casi al final del partido la imagen bajó uno de los brazos y mandó su bendición a la frente de su paisano Ignacio canonizándolo como San Ignacio por el resto del año. Gracias Corcovado. Te mandaremos una estampita.
El Gallardo caliente como piurano…
Una las explicaciones del menos
que regular rendimiento de los cerveceros fue el boom global que reventó en
todo el mundo pelotero, los 17 goles de Caute. Con esa repentina fama, ¡cómo no
se le iban a pegar con cola sintética los dos centrales churres!, pero además…
- · Les pincharon las
llantas con tachuelas de huelguistas revoltosos a las llantas a las motos
lineales de Joao y Santi, que jugaron frenados con dos trancas de camisetas
churres
- · Asimismo, bloquearon
a los repartidores Yoshi y a Távara. Pero hubo algo mucho más grave aún que lo
antedicho:
- · Se jugó con a la
1:15pm con un sol tan fuerte que ya parecía un sol cincuenta. Con ello los
piuranos jugaban como locales en su cancha. Los celestes que ya venían
golpeados, agotados, disminuidos tras difíciles compromisos cada tres días, obvio,
que en ese horno de la 1 de la tarde se deshidrataron como leche en polvo. Con
ese calor, la lengua se convierte en frazada con máchica. ¡Así cómo!
Tarde de palos…
Ante el asedio a los celestes Cazonatti tuvo que
multiplicarse ayudado por los dos pericotes de las bandas, quienes en vista de
que no podían escapar bajaban para apoyar hasta la línea defensiva y luego
tratar de contragolpear a todo cuete. Ahí está el quid del asunto. Bajaban tanto
que cuando salían a la carrera llegaban sin piernas al área contraria. Esto es,
si es que llegaban, porque la mayoría de las veces la perdían en salida
bloqueados por dos vigilantes que no los dejaban ni soltar un gas. Claro que se
escapaban, porque son hábiles, pero crearon mucho menos peligro que en otras
ocasiones.
De llegar se llegaba con pelotazos aunque mordidos.
La primera, un centro de arco iris de Távara llega a la cabeza de Nacho que la
dirige con paracaídas por encima de los guantes del Pato, pero el travesaño
dice no. Nacho se lamenta. También se la mienta (la abuela) al travesaño por
metiche.
— Santo Cristo do Corcovado,
esse pau é meu inimigo! Mais cedo ou mais tarde vou me vingar de um gol
Traducción: Santo Cristo del Corcovado, este palo
es mi enemigo. Tarde o temprano me desquitaré con un gol.
Y vaya que se desquitó, como veremos más adelante.
Pero los churres no se quedan atrás. Para demostrar que los maderos de ambos
arcos son solidarios y más imparciales que Jordi, otro tiro de ellos da en el
tronco cervecero. Al final del primer baño turco, Jordi sopla la vuvuzela para
ir a tomarse su guaraná, Backus por supuesto.
La chicha contra la cerveza…
Empezando la segunda horneada, otro tiro que toca
el timbre en el palo de los churres. Obvio, Távara y Yoshi han escuchado el
tema de la Fania Quítate tú pa’ ponerme yo. Porque nuevamente el
travesaño —como la vereda de La Flor de la Canela—, se estremece al ritmo del
mitrazo de Cazonatti tras un centro bombeadito de Yoshi.
El partido se pone de chancho al vapor, da caja
china, de wok de chifa, de dame que te doy, de duelo de tragos mientras el sol
sigue friendo a jugadores y espectadores. Cada ataque chichero es respondido
por un contragolpe cervecero. Pero la espuma no llega al río. Ya la hinchada,
tostada como chifle, echa humo porque el gol no llega. Nos lo dijo un piurano
pero hincha cervecero de la mano con su churre
—Gua, paisa, hoy segurisísisimo que empatamos en
palos.
Llegan 90’ y Jordi da 7 minutos más. Y se hace el
milagro de Sao Ignacio de Río Grande do Norte. Una pelota llevada entre
Pasquini y Yoshi llega peleada con un defensa norteño en la misma raya del campo
y Yoshi, (chalaco él, vivo, él, canchero él) la hace rebotar en el defensa y el
banderillero da córner (milagro del Cristo Corcovado). El mismo Yoshi manda el
dron con curva de plátano bellaco. La pelota, bellaca para no ser menos, llega
recontra alta, altísima, a la cabeza del jugador más alto del campo, San
Ignacio quien parece elevarse como San Martín
de Porras y le mete un combo con la mitra católica, apostólica y carioca (combo
porque tiene cabeza de comba) que el Pato ni siquiera ve por dónde se metió la
muy zampona y conchuda.
Santo Inácio da Flórida…
Ahora estamos seguros que Enderson y su comando
técnico, Cazonatti e Ignacio han mandado postales del Cerro San Cristóbal
rimense al Cristo de Corcovado carioca porque al final del partido escuchó el
ruego de Nacho y lo convirtió en santo, al menos hasta el final del campeonato.
Luego del partido, los brasileños han dejado una postal del Corcovado en la
grutita de la Florida y una estampita con la foto del nuevo santo de la chela,
San Ignacio, patrono de la Florida. A eso se le llama intercambio de milagros. Hay
que tenerles fe, quién sabe, algún día el Cristo do Corcovado y San Cristóbal
nos concederán el milagro del estadio propio. ¿Suena bonito, no? Buenas noches.
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