Por Manuel Araníbar Luna
Cuando un equipo mete cinco desde el saque recibe elogios, titulares con inmensas letras, entrevistas, ovaciones de las barras y aumenta las expectativas de lo que se va a venir. Pero también viene la presión. Si ha empezado con cinco perforaciones, para la hinchada los siguientes partidos no pueden bajar de esos números.
Tú quieres más…
De ese modo, al llegar al
Llauca la Máquina Celeste tiene una presión, una obligación de la hinchada que
se pone golosa, ambiciosa, exigente, tal como en la letra de la salsa “tú
quieres más”.
El partido arranca con pura
presión. Los celestes presionan desde arriba, principalmente por las alas. Los
dos pericotitos, Santi y Joao, del mismo modo que el correcaminos burla al
coyote y su aliada ACME, se soltaban las amarras de la doble y hasta triple
marcación de las huestes rosadas. ¿Qué les quedó a los porteños? Meter taba,
principalmente a Joao a quien lo pateaban sistemáticamente uno por uno.
Aroma de gol…
El DT porteño cometió un
error, preocuparse tan sólo de los dos aleros, pero olvidó que desde el centro el
Trío los Panchos -Távara, Cazonatti y el Hombre Lobo- derribaban paredes y
creaban arte. El aroma de gol, ese
perfume que se mete en las narices en los días previos a San Valentín, se
percibía en el Grau. Távara repartía, el Lobo apoyaba cinco metros más arriba y
Cazonatti cazaba toda pelota o pierna, lo que tocara primero. El Tíbiri recibe,
quiebra un robot y dispara un huaracazo que no se mete por el rebote en una
cabeza. Ahicito nomás, como dicen en Piura, Santi, nadita santo, mete
una puñalada que remece el tronco. El rebote cae en Speedy que quiebra, la
pierde, la recupera y habilita a Caute. El matador engatilla, da media vuelta y
rompe la red. 1 a huevo.
Los celestes le cantan en coro lo mismo que Nino
Zegarra, “tú quieres más”. En efecto, Martín se engolosina, quiere más, y es
Joao quien le manda el delivery con curva directo a la mitra. ¿qué le queda? Lo
mismo que un torero en el mes del amor, matar la res. 2 a huevo. Y los celestes
quieren más goles para poder descansar tranquilos en el segundo. A los 44’, ya con
ganas de tomar su jarra de limonada helada en el camarín se produce un tiro de
esquina. Los rosados vigilan a Caute, Leo y Nacho, los más altos y más
cabeceadores. El centro pasado es un dron que sobra a todos, pero por el
segundo palo se aparece una mitra, la de Cazonatti. Y nadie se explica cómo
puede entrar esa pelota desde la línea del córner. 3 a cero y todos corren a
tomar la bendita limonada.
Tabazo.com
Por desgracia, tanta limonada
helada los congeló, porque durante casi todo el segundo tiempo las acciones se
pusieron al revés. Ahora los acorralados eran los celestes. Entran Irven, Hohberg,
Pretell, Gianfranco y Otoya, pero -salvo un par de escapadas- el corralito
sigue con todos los porteños trabajando para el tabazo.com. Por fin los
rosados anotan. Anulado. Otra al palo, meten el gol de honor, y siguen metiendo
taba, pero ya el triunfo celeste estaba consumado, porque los celestes no le
corren a la taba. Y hablando de taba…
El
cobarde achorado…
Speedy
Grimaldo no necesita que lo defiendan porque el fútbol es deporte de contacto,
de goles y -cómo no- de golpes. Decimos esto por el seudo achoramiento
de un tal Cobar…co. Los jugadores rosados, uno a uno, con la cintura quebrada por
el baile del pericotito lo querían bajar a punta de patadas. Es de esperar cuando un equipo local refleja
su impotencia con tres goles en contra. Siiii, Cobar…co, muy valiente él, a
mediados del primer tiempo tuvo un choque con Ignacio. Cobar…co, se le acercó y
agachando la cabeza lo palmoteó pidiéndole disculpas, “perdón Nachito, no lo
vuelvo a hacer”. Más tardecito, tras un terrible patadón del exceleste
Chavetita a Joao, este permaneció sentado y sonriente, diríamos cachoso. Es que
Joao tiene calle y sabe hacer cachita. De repente se apareció Cobar…co y lo
jaloneó de la camiseta mentándole la madre. ¿Por qué minutos antes no hizo lo
mismo con Nacho? Es que a Cobarco el achoramiento le brota con los más
chibolos. Este grandísimo cobarde a los grandazos los mira con miedo. Otro que
se chupó fue el mismo árbitro. Ni siquiera mostró la amarilla por el criminal foul
a Speedy y, para colmo de pasividad, palmoteó a Cobarco. “Por favor cálmate,
hijo mío. Mira que a la próxima le doy las quejas a tu mamá”. Qué tal Alarconcha.
Buenas noches.
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