Por Manuel Araníbar Luna.
No traten de corregirnos, que ya sabemos que el dicho es al revés, matar dos pájaros de un tiro. El caso es que hoy la metieron los dos centrodelanteros celestes, uno treintón y el otro bastante muchachón y con ello mataron al equipo canario. Los cerveceros siguen invictos en la Liga 1. ¿Suerte? No, trabajo. Persistencia. Insistencia. Apostando por jóvenes, variando puestos, probando piezas de recambio.
De plata 925 bamba…
Todo
rival que llega de visita al Gallardo cuenta siempre con un aliado: la cancha
chica, tan chica que un poquito más y se transforma en futbol 7. Esto lo saben todos
los rivales. Su costumbre es amontonar gente en el medio campo, ir
retrocediendo y luego contragolpear. Hace algunos años Challe, por el temor a
una derrota contra los enemigos celestes, hizo lo mismo en la cancha de Gremco,
achicándola cinco metros por lado.
Hoy
los canarios entraron con el mismo libreto pero sin dejar armar juego a la línea
volante cervecera. Y vaya que les estaba dando resultado la fórmula de llevarse
un punto al Callao. Los celestes llegaban, pero siempre estorbados, o bien
dándole con la canilla y rebotando entre tantos bultos amarillos como pabellón
de enfermos de malaria.
Parece
sencillo, pero a los chalacos les estaba saliendo bien, al punto que al terminar
el primer tiempo la hinchada y hasta los suplentes perdían la paciencia por los
goles fallados, por tantas jugadas desperdiciadas, por ver los peligrosos
contragolpes del rival. En la tribuna, en castigo por la tarjeta roja del
partido pasado, Nunes se jalaba los cabellos color plata 925 bamba, (porque
aquí hay mejor plata que en la tierra de Pelé).
Con
fulminante de rata blanca…
Los
celestes estaban bloqueados y, como novios con la suegra al medio, no podían
culminar. Se probaba de todas formas. A Joao lo marcaban entre dos. Piña, el
arco canario seguía intacto como solterona fea. Pero tanto juega la gorda al
filo del trampolín que al final termina en un chapuzón. Nadie, al menos en el
Perú, puede tener físico como para aguantar tanto trajín defendiéndose. Los
celestes tenían que probar desde lejos. Ya se había intentado, pero con el cañón
torcido. Hasta que por fin, tras pase de Hohberg a Jostin Bieber, este se la
pone en bandeja a Távara. El churre que siempre se pone chimpunes con
fulminante de rata blanca mete un patadón con curva que el arquero yorugua Limosín
rechaza con las uñas. Al acecho, Brenner, un cazador que recién está afinando
la puntería, sólo le queda empujarla. 1 a 0, pero la hinchada no está contenta.
La hinchada, acostumbrada a triunfos contundentes a lo largo de 67 años es
cargosa, exigente, inconforme, siempre pide más. Y si la hinchada pide, pues hay
que darle lo que pide, goles.
Los
delfines le habían dado dura pelea a los celestes durante 65 minutos (45 + 20= 65),
pero se les acaba el aire cuando expulsan a Leyes por darle una sucia patada a
Lorita en la patica. Hay preocupación porque la embestida de Leyes fue desleal.
Y no es el único caso, al Speedy Joao lo tuvieron fauleao durante todo el partido.
Brunito al fin se saca la legaña de los ojos y expulsa a Leyes. Bien expulsado
(maldita sea su estampa). Jamás se entra a la cancha a malograr a un
contrincante profesional como uno (otra vez maldita sea su estampa. Añádanle
las maldiciones tantas veces como crean necesarias).
Otoya
quema la olla…
El
sueño de todo jugador adolescente ascendido al primer equipo es anotar y dar el triunfo a su equipo. Hoy entró Otoya y el sueño se le cumplió. Sólo habían pasado 12
minutos desde que pisó el gramado reemplazando al carioca Brenner. Había
que buscarla, porque a Tiago no le gustan los cafichos. Un DT siempre pide que se ganen los frejoles, que la suden, que la busquen como sea. Y
si no la encuentran, que ayuden a defender el 1 a 0. Pero Diego como delantero
neto que es, quiere meterla. Y vaya que lo
logra. ¡Y de qué forma! La trama empieza desde la derecha. Un pase adelantado
de Lorita para el Lobo Peludo. Este se mete en diagonal por detrás de su
marcador y en primera manda la chancha al wok caliente, donde los chiferos
preparan chaufa y tallarín saltao. Otoya se va metiendo por el medio y midiendo
su posición para no quedar en offside. La encuentra Otoya, la patea Otoya y la
abolla. El patadón hace temblar el travesaño, da bote dentro del arco y regresa
mansamente a las manos de Lemosín quien, como todo arquero mañoso, se hace el
gil y la saca como a botar la basura cuando escucha la campanita del camión,
pero el línea -mosca él, imparcial él, rápido él- corre a la raya central. Gol
legítimo. Gol de un adolescente. Gol celeste.
La sele y la cele...
Los
compañeros apachurran al púber. Es una fija que hoy lo rapan en el camarín. (suban
fotos de la trasquilada para publicarla, muchachos). ¿Y de ahi?, nada muchachos,
ya no pasa nada. Vayan a la bodeguita de la esquina y celebren en vasito de
plástico, ya que la sele (con “S”) no pudo, pero la cele (con “C” de Cristal) sí pudo. Brunito
dice chau. Buenas noches.
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