Por Manuel Araníbar Luna
No, no es una carta de amor tras un encuentro cercano del tercer tipo ni el título de una balada romántica, mucho menos una telenovela turca. Es la realización del sueño de un niño hincha celeste por tocar la camiseta del club de sus amores. De ello escribimos hace algunos años al recordar la primera vez que estuve tan cerca de la camiseta cervecera, mas no la pude tocar.
Seis
décadas de espera…
Y
bien ayer, en mi visita a La Florida, bajo un altísimo toldo repleto de
recuerdos con los cuales a cada paso uno recuerda sus visitas al estadio año
tras año, luego de más de seis décadas de espera volví a encontrarme con el
primer amor de mi niñez, aquel inexplicable sentimiento que echa raíces en el
alma del hincha, se enrosca alrededor del corazón y no se despega ni con la
muerte.
Ya
yo era hincha celeste, ya conocía el estadio, pero a las camisetas celestes de los
jugadores sólo las había visto desde lejos, desde la desaparecida perrera
del Nacional. No era costumbre de los hinchas caminar por las calles con la
camiseta de su equipo, algo que hoy a nadie le llama la atención.
En
el único sitio que se vendían artículos deportivos era en la Avenida Abancay
frente al Congreso y en la Casa Tito Drago. Aquella vez, a mis escasos nueve
años acompañé a mi padre al centro de Lima. Cuando pasamos por la casa Tito
Drago, por donde hoy pululan los cambistas, le rogué a mi viejo que me deje pasar
a mirar -y sólo a mirar, le recalqué- los artículos deportivos que para un niño
son tesoros de pirata: pelotas, camisetas, shorts , medias, trofeos, banderines,
chimpunes y cientos de cosas más. Mi padre se quedó esperando en la vereda.
Las
alas del murciélago…
Fue
la primera vez que desde muy cerca, aunque protegido por la vitrina de exhibición, vi un pálido maniquí calvo, sin ojos ni piernas vestido con la hermosa camiseta cervecera. Esta era color cielo, satinada,
de blanquísimo cuello de solapas enormes como alas de murciélago. Me olvidé de
las pelotas amarillas #5, de los chimpunes y trofeos de diferentes tamaños y
formas. Todo se difuminó alrededor de la camiseta. Quedé hipnotizado mirándola
y remirándola desde el cuello hasta el escudo con las letras SCB coronado con
la banderita rojiblanca.
Don
Tito Drago, un hábil vendedor, se acercó y preguntó si me gustaba y a la vez
trataba de ver quién me acompañaba para meterle labia y venderla. No le
contesté y salí a la vereda donde mi viejo me esperaba con un helado. Luego preguntando
y repreguntando a los mayores del vecindario me enteré que no se vendía esas camisetas
en tallas para niños, en aquellos tiempos allí sólo se vendían en talla L o se mandaban
confeccionar en la avenida Abancay, pero sólo al por mayor.
Hoy,
por cortesía del amigo Gino Paoli, por fin la tuve en mis manos, y para colmo
acompañada de la camiseta alterna, aquella que casi nunca se veía en las canchas.
Todas estas emociones justo en el aniversario 66 de mi querido equipo, aunque
solo para la foto. Ya estaban ajadas. Las huellas del tiempo habían dejado su
huella, pero la camiseta color cielo es un tatuaje celeste, como diría la Pepa
Baldessari, “esta es mi piel”. Por fin cumplí mi sueño, aunque sólo por un par
de minutos para la foto de los inicios de la pasión que uno siente por el
equipo que escogió de niño.
Esta
es mi piel…
Es que un hincha puede cambiar de ropa, de marca de cerveza o de novia. Uno puede viajar al sitio más lejano del mundo, pero nada ni nadie jamás embargará el sentimiento por su equipo. No obstante, hay algunos resentidos que por algún fracaso se pasan al otro bando. Esos no son hinchas, son convenidos. Un verdadero hincha sigue sufriendo por su equipo, aunque agonice en los últimos lugares de la tabla. Como sucede con los padres que jamás dejan de querer al hijo que camine en malos pasos o agonice en la última lona, el verdadero hincha quiere más a su equipo por más golpeado que se encuentre.
Esto se pudo
comprobar en la época más fatídica del elenco celeste, el terrible certamen del
2007 cuando los celestes estuvieron a punto de descender de categoría. La
hinchada comenzó a repletar el estadio dándole el aliento que necesitaba un
equipo que desfallecía, hasta que al fin el milagro se dio.
¡Feliz
66° aniversario, equipo de mis amores! ¡Fuerza Cristal toda la vida!
Yo soy del tiempo del tricampeonato. Aunque no hablaba bien el español mi viejo se hizo hincha celeste y me llevaba al estadio a ver a Julinho, Soto y el viejo Balerio y un día fuimos a Gamarra me compro mis camisetas celestes, pantalon corto y medias por mis buenas notas a fin de año. Desde entonces me fue comprando mis camisetas hasta que terminé mi tercer año de media que fue cuando falleció, pero como lo cuenta el periodista nunca me compró las camisetas alternas de ese tiempo. Nunca lo olvido a mi querido viejito por quien me hize hincha fanatico.
ResponderBorrarLinda historia. Mi hermano Luiggi me hizo hincha desde que eramos niños , pero me hice mas hincha por su amigo que fue mi enamorado. Todos los domingos Luiggi se iba desde temprano con sus amigos de los cuales uno de ellos me gustaba. pero mi hermano se dio cuenta y no me dejaba ir con ellos diciendo que una chivola no va nunca con la barra de hombres. Un dia mi hermano trajo a sus amigos a casa a celebrar con gaseosas cuando le ganamos al Melgar. Sin pedirle permiso a mi hermano me puse una de sus camisetas celestes del 2010 y su amigo F. para pasarles los vasos de gaseosas que dijo que me quedaba bonita. al poco tiempo fuimos enamorados y los acompañaba al estadio. fue una epoca linda, despues de unos meses nos peleamos con F. pero yo segui siendo celeste hasta hoy.
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