Por Manuel Araníbar Luna.
El viento frío nos mostraba los restos de un invierno que se niega abandonar. Algo de ese frío puso algo tiesos a los jugadores peruanos. No tomaban la iniciativa, no armaban ni una carpa. Tiesos como conos de entrenamiento, no salían de su campo como si estuviera prohibido pasar al otro lado por riesgo de covid.
Eunucos
contra dos rocas…
Los
mapuches dominaban, invadían cuantas veces les daba la gana el campo peruano y
sus defensores se daban la pana de aposentarse en la línea central sin
sobresaltos, pero de nada les valió porque su juego era de unucos, la tenían pero no perforaban. Y
es que en el medio campo los esperaban con pierna fuerte dos escollos: Pedrito
Aquino conocido como La Roca y Sergio Peña que también es sinónimo de
roca. Para enroquecer las cosas, escollo se le llama también a una piedra escondida bajo el nivel del agua. Contra esos dos baluartes los sureños no
ganaron nada. Ni en futbol, ni en armado y en labia mucho menos. Pedrito es
canterano rimense, fiel discípulo del gladiador Aquino y para mayor referencia
juega con el 23, al igual que el Piki. ¿a quién querían atarantar, a La Roca?
Pedrito desde el inicio puso pierna de granito, chimpún de acero y pecho de oso,
aunque por momentos exageró, se temía que se gane la tarjeta de la malaria. Menos mal que el juez yorugua Pereyra miró para otro lado en varios pasajes cuando
el roce por momentos era una lija de fierro de #40. Peña por su parte bloqueaba,
acompañaba y pisaba ambas áreas, y cuando chocaba no pedía disculpas,
contestaba la labia poniendo el pecho y plantándose a lo macho.
A
vender lengua en Santiago…
Hablando
de labia, destaquemos lo de Cuevita. Al filo de la línea de cal Isla lo quiso
trabajar de boquilla conociendo que el chatito tuntún muchas veces reacciona como
colegial, Cuevita no le hizo caso (¡al fin maduraste, chato!) y se escapó
esperando el lanzamiento lateral. El primer error de los mapuches fue echar una
siesta ignorando -o más bien olvidando- que es una regla fundamental que de saque lateral no hay offside, levantaron el brazo viendo que Cuevita la recibe con el
hombro. El segundo error de los rotos es reclamar mano pero el juez yorugua no
les para ni canicas ni bolita de pimpón. Por el contrario, el chaturri se
aviva y escabulle entre tres chilenos y la juega al centro para que la empalme
el que venga corriendo, sea Paolo o Yoshi, pero el que llega es Peñita que dispara
tremendo peñón que el portero la rechaza porque le quema los guantes. Cuevita,
como buen pericotito se aparece de la nada y rompe la canasta de huevos de
tremendo patadón. 1 a huevo. Algunos dicen que inmerecido (esos algunos son los
chilenos). Pero gol es gol aquí y en Tailandia y a llorar al río Mapocho. Moraleja:
para la próxima no se duerman ni quieran vender lengua que acá en el Perú sobra,
mejor la venden en Santiago, aunque está cara porque su tercer error fue creer
que podían empatar con labia y no con futbol. Termina el primer tiempo. Afuera
hace frío, pero en la cancha hay candela.
Charapa con siete yerbas…
Para
el segundo tiempo los peruchos agarran viada. Se animan, cogen el badilejo y la
batea y construyen más paredes que en edificio, Pedrito y Peña rompen piernas,
Calens se recalienta y la rompe con ganas, Ramos es una sombra para los
mapuches, Advíncula rompe líneas, mucho más que en Boca. Ya el cuadro cholo está con la sangre más
caliente que charapa con siete yerbas.
Un chileno se le escapa al Ussaín (¿qué pasó Rayo, que te dormiste, si
tú eres el más veloz?), lanza el centro que la cabecea un chileno (único
descuido de los centrales) y no pasa nada porque la Pantera la chapa facilito.
Y de ahí no hay más. Los rojos quieren meter leña y rebotan recibiendo taba, quieren
el empate pero les cae el segundo de la noche, y definitivo.
Se
modifica el refrán…
Una
jugada por la izquierda casi parecida al primer gol se la vuelven a lanzar a
Peña que apretando el puño revienta la pelota con chuño, y dispara el cañón. El
portero vuelve a quemarse los guantes y la expulsa de un manazo. Peña -como
buen chofer- se mete por su derecha, la vuelve a pescar y la cruza para el otro
lado para que Bravo sólo chape aire mientras la chancha infla las redes. 2 a 0.
Ya ven que la adivinanza se modifica: entre Roca y Peña siempre hay gol y leña.
Los mapuches se achunchan, el pitbull quiere
trabajar de labia a López y éste en el área le devuelve el cariño. El perro aúlla,
se tira al piso como cachorrito pero el árbitro no le compra el boleto de
pasaje a la Isla de la Fantasía (donde ese fue a dormir el pobre Isla), ya que los
conoce desde que hicieron expulsar a Cavani en la Copa América (pero ojo, mucho
cuidado, Marcos Johan, te pudo costar una tarjeta roja).
Coda
Total,
los rojos las vieron negras. Lo único que lograron fue lesionar a Paolo y al
Oreja, pero en cambio Bravo quedó manso, Isla se llenó de guano, el Pitbull quedó chillando como chihuahua, Maripán se volvió Maritín, Pulgar fue un meñique,
y Sánchez chilló como chancha al ver que va a pelear la cola con Bolivia y
Venezuela.
Mientras
tanto, los cholos ganaron línea por línea, sacaron todas desde atroya, Roca y Peña metieron
taba con plantilla, medias, canilleras, pasadores y cocos en el medio y mataron
con dos goles por Adelaida, pero ojo aún falta pescado por freir. Mañana los
vemos en La Paz. Buenas noches.
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