Por Manuel Araníbar Luna
Jugar once contra once es una rutina normal en una cancha. Lo difícil es meterle gol a un equipo que tiene a sus once jugadores apretados como sardinas en su propia área. Esa fue la tónica del partido de hoy en el que el entrenador rival, a falta de argumentos metió a sus jugadores al gramado apretujados como pasajeros del metro para llegar a los penales desde el primer minuto.
Claro que en el futbol estos
planteamientos son válidos, aunque se corre el riesgo de recibir un gol desde
fuera del área con su arquero tapado por su propia muralla de palitroques, tal como
se vio en el segundo tiempo.
Mark Anthony en el Grau.
No es que el esquelético salsero haya
venido a ver el partido al estadio chalaco, porque a los boricuas sólo les
gusta el beisbol- Además, si lo ve por ahí el portero del Baquíjano lo hace
regresar al cementerio confundiéndolo con un muerto. Es que el desabrido Mark Anthony tiene un tema más desabrido aún, una de cuyas estrofas dice “lucho, lucho, lucho, pero no consigo”.
En esa pelea estuvo el equipo celeste en el Grau durante todo el primer tiempo
y unos cuantos minutos del segundo hasta que por fin Irven metió su gol 101. Durante toda la primera etapa el trámite del
encuentro fue el mismo sonsonete: toques, paredes, y triangulaciones de los
bajopontinos que iban de una banda a otra sin poder casi llegar al área rival
donde el entrenador de Comercio puso el tren eléctrico lleno de camisetas
negras a través de su área.
Renato voleibolista…
Debido a esta doble tranca con cinco
cerrojos y tres candados, los cerveceros dominaban pero sólo llegaron con
peligro dos veces. Una tras un centro de Madrid que el faraón estrelló contra
el tubo y otra en la que Joao, estorbado como estaba, no la pudo concretar. Los
comerciantes tuvieron sólo una llegada al arco cervecero tras un centro pasado
que Renato manoteó como jugador de voley y luego gateó para cachetearla
y alejarla, sin conseguirlo, del delantero rival que tuvo tan mala puntería que la estrelló en el tubo. Uf. Increíble. Sólo
tuvieron una sola llegada y casi anotan. Por suerte, quedaron con el casi. No obstante,
así es el soccer. Si el mar te manda cangrejos no te queda más que hacer un
chupín.
El 101 de Irven…
Para el segundo tiempo el Dt Mosquera
sacó a Marchán que estuvo estorbado, hostigado y hasta manoseado por la volante
de Alto Mayo (no confundir con la famosa marca, la cual se escribe todo
junto). Al entrar Dieguito, que tiene más movilidad el equipo, logró soltarse a
la vez que decaían las energías de Comercio. Siguió el acoso de los cerveceros muy
parecido al del Real Felipe, hasta que por fin, a los 10’ de la segunda etapa,
tras un tiro de esquina lanzado por Joao, el back centro de Comercio la rechaza
de un cabezazo que da un bote y llega a media altura para que Irven anote su
gol 101 de una volea que la mete al fondo de la canasta. Uf. Por fin, pero un
gol no es nada, había que meter otro por siaca.
Gol del Hombre Elástico…
Cinco minutos después, otro centro
desde la esquina opuesta es rechazado en un zafarrancho de jugadores apretujados
en su área. Alguien grita “¡mano!”. Y en la repetición se observa que es verdad. Pero
Calca dice que no hay tiempo para reclamar porque en el Perú en vez de VAR hay
bar. Desde la esquina del cajón el Hombre Elástico la mete de furibundo disparo
arrastrado. 2 a 0 y el flaco corre a estrecharse en un abrazo sudoroso con
Marchán. He aquí la explicación de los dos goles: el arquero pierde contacto
visual con la pelota porque lo dejan ciego sus diez compañeros entreverados con
ocho celestes.
La mar estaba serena...
Luego el faraón vuelve a cabecear
otra a las manos del arquero y aún hay otra más en que la estrella al palo. No
hay nada que hacer, el faraón ha olvidado la puntería en la pirámide. El
entrenador del Alto Mayo hace todos sus cambios pero ya la suerte está, más que echada,
enterrada. Mosquera hace los cambios respectivos para refrescar y no arriesgar
a los que están en salmuera. Los celestes ya no quieren meter goles, la juegan
de aquí para allá, de allá acá cantando “la mar estaba serena, serena estaba la
mar”. Por fin Bruno Pérez sopla la vuvuzela y dice chau. Buenas noches.
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