jueves, 22 de abril de 2021

PABLO MEREA, UN BARRISTA MIRAFLORINO

 Por Manuel Araníbar Luna


Días después de la obtención de la copa 20 celebrábamos el título compartiendo un caldo de gallina con Pablo Merea y José Antonio Valencia, dos de los apasionados fundadores que soñaron, planearon y ejecutaron la formación del Extremo Celeste cuya idea nació el año 89 cuando Pablo junto a Cesar Vasquez y Perico el de la corneta viajaron a la Copa Libertadores en marzo del 89 frente a Boca y Racing y donde conocieron de cerca a sus barras.

 

Ya en Lima junto a otros hermanos como Miguel Medina, Saulo Cavero, y muchos hermanos más, sabiendo que ir a la popular significaba enfrentar a las dos barras de las comadres posicionadas una en cada tribuna, igual tuvieron que enfrentarse y abrirse paso a puño limpio. Luego, empezamos a jugar aparte para la consolidación del Extremo Celeste. Fue inevitable conversar sobre el gol de Cazulo logrado a punta de fuerza y corazón en el primer playoff contra el equipo de Ate.

Un niño miraflorino extraviado en el Rímac.

De improviso, Pablo nos hizo recordar un parecido gol de Hirano contra el mismo equipo 37 años atrás, lo cual tiene que ver muchísimo con la consolidación de su hinchaje cervecero porque, aunque Pablito ya era hincha celeste, aquel gol de Koki lo hizo querer más al once de Abajo el Puente. No obstante, Pablo prefirió empezar su historia desde sus primeros años de niñez.

¿Cómo empezó tu hinchaje por el Sporting Cristal?

Cuando era niño mi máximo sueño era conocer al loco Quiroga. Mi abuelo materno era hincha del Atlético Chalaco y vivía por esos años en el Rímac, en un edificio de seis pisos cerca al cine Latino de la avenida Tarapacá. Un día mirando desde la ventana le pregunté dónde quedaba el Club del Sporting Cristal porque lo único que yo sabía era que estaba en el Rímac.  Quería ver a los jugadores Uribe, Quesada, Mosquera, Chumpitaz, Cachito Ramirez, pero sobre todo al Loco Quiroga. Era el año 77.

Desde la ventana de la casa del abuelo no se llegaba a visualizar, pero me señaló más o menos por dónde, tal como señalan los abuelos, con gestos y señas. Al rato le dije que iría a jugar con los chicos que jugaban afuera en la pista. Me dio permiso diciéndome que vaya nomás, que él me miraría desde arriba. Bajé sin decirle que mi destino era conocer el lugar donde entrenaban mis ídolos, así que me fui vagando por las calles rimenses. Cuando se dieron cuenta que no estaba, mis papás y abuelos salieron a buscarme por todos lados. Imagínate, un niño miraflorino de siete años perdido en el Rímac. Después de algunas horas me encontraron caminando por la avenida Alcázar.  No había logrado encontrar el local de La Florida, pero sí conseguí ese sábado en la tarde la promesa de mis padres de inscribirme en la academia del club, y así se hizo. Allí conocí a mis ídolos y pude verlos entrenar.

¿Fue en esa época que entraste al estadio?


No, esto fue años después. El señor Paredes, papá de un amigo del barrio, era hincha de las gallinas cuyo estadio era el Lolo (en otro post hablaremos de la volteada y el incendio del bus en abril del 91 en aquel estadio). Él siempre nos hacía jugar en calles y jardines.  Los amigos de mi edad en mi barrio eran alrededor de dieciocho o veinte. Yo tenía trece años. Ya yo simpatizaba con el Sporting Cristal por Quiroga, pero nunca había ido al Estadio Nacional. Todo lo que sabía del Cristal era por la radio, la TV o los periódicos.

 Un día del año 83 al Sr. Paredes se le ocurrió llevarnos a los veinte al Estadio Nacional, a la tribuna Sur. Yo suponía que cada niño debía pagar su entrada y que el amigo del barrio era quien pagaba por todos. Ese día me di cuenta que los niños no pagaban, sino que entraban con un adulto (risas).

En la liguilla de aquel año Cristal empezó ganándole a todos. En la antepenúltima fecha nos tocaba contra la U. Antes de entrar nos topamos con los ambulantes que vendían vinchas acomodadas en el suelo. El señor se acerca y le compra 20 vinchas de la U.  “Toma,” me dijo, “póntela”. Me negué: “No, gracias”.

—¿Pero por qué? 

—Yo quiero la del Cristal.

 —No, la del Cristal no.

Estábamos con Manuel Zegarra, recuerdo. Total, entramos al estadio, todos ellos con la vincha puesta menos nosotros dos. Eran tiempos de los tripletes dominicales.  El encuentro de fondo (y el que me moría por ver) era el Cristal – U. Antes de empezar el partido, desde la tribuna Sur pegada con Oriente llegaban a mis oídos los cánticos de la pequeña barra del Cristal en Oriente, llamada “Fuerza Cristal” cantando algo que sonaba como Tutú tutú titititá♫♫ pero por la lejanía y aliento del rival no podía entender lo que cantaban. Le pregunté a un señor qué es lo que decía el cántico, me respondio “La U y Cristal”. El señor tampoco lo sabía y mucho menos le importaba porque era hincha crema. Después supe que la barra cervecera cantaba “¡salud Cristal!”. La U atacaba hacia Norte y Cristal hacia Sur.  Nosotros estábamos ubicados en Sur pegados a Occidente.

El partido empieza y Cristal mete el uno a cero. Gol de Hirano. El siguiente fue de Caballero a quien después en España apodaron “Juan Gol”. En el segundo tiempo las gallinas se ponen 2 a 1 en el minuto 20 o 25 del segundo tiempo. Casi todo el estadio era de la U menos el puñado de barristas del Cristal. Y cuando meten el 2 a 1 todo el estadio se encendió y empezó el “y dale U”. Ya iba a acabar el partido y se jugaba en el área del Cristal que estaba prácticamente acorralado por los 10 jugadores rivales, menos su arquero.


Hasta que en un centro. Panadero Díaz rechaza de un puntazo y la pelota va hacia el medio campo. La alcanza Jorge Koki Hirano y atrás venían todas las gallinas, Samuel Eugenio y otros. Koki la pica y la pelota se detiene como a dos metros antes del área de la U. Hirano viene corriendo a toda velocidad seguido de todos los cremas a quienes su barra los alentaba para que le den el alcance. Acasuzo, el arquero de la U, tuvo un instante de duda entre salir a cortar o quedarse en el borde de su área, pero opto por tirarse a agarrarla fuera de esta, y cuando llega Hirano se la pica y salta por encima de él y la bola se empieza a ir como hacia la esquina de Sur con Occidente.  Juro que lo recuerdo como en cámara lenta. Koki Hirano corría, trastabillaba y se caía y se daba impulso con la mano para seguir hacia el arco…

Tal como el gol de Cazulo en la primera final del 2020…

Casi igual al de Piki pero en otra dirección. El pique de Cazulo fue en línea recta hacia el arco y a menor distancia. En el caso de Koki Hirano el trayecto fue desde su propia área y cuando la picó la pelota se le iba de la cancha. Koki la alcanza y la pica en dirección hacia el pórtico mientras atrás las gallinas corrían hacia este, desesperadas intentando alcanzar la pelota. Ese trayecto lo recuerdo en cámara lenta. Todo el estadio gritando “¡nooooo…!”. Los celestes, jugadores e hinchas, empujábamos con el corazón la pelota que iba rodando lentamente. El Koki cae encima de los fotógrafos, mientras todas las gallinas se tiran en carretilla y con la mano adelante para evitar que entre, pero finalmente termina cruzando tímidamente la línea de gol; me levanté a gritar con todo mi corazón, todo el estadio estaba mudo menos la pequeña barrita de Oriente y algunos en Sur Norte y Occidente que saltaban como locos. Ese día me volví recontra hincha celeste.


Desde esa tarde el papá de mi amigo ya no nos quiso llevar. Ese año salimos campeones tras golear a Melgar en la siguiente fecha por 4 a 0. Fuimos al estadio con mi amigo Manuel, pero esta vez por nuestra cuenta. Desde esa vez, con Manuel, los únicos hinchas celestes del barrio, juntando nuestras propinas decidimos cumplir nuestro propósito de juntarnos con la barra celeste de Oriente. Decíamos a nuestras mamás que íbamos a jugar al parque frente al edificio Marsano donde vivíamos, pero nuestro destino era el estadio tomando la línea 2 (el Enatru) que iba por toda la avenida Arequipa. Allá comprábamos una entrada Oriente para los dos con todo lo que habíamos juntado de propinas y picadas a los bolsillos de nuestros papás. Teníamos que rogarles a los controladores que nos acepten.

—Señor, por favor déjanos entrar dos por una.

—¡No y no, cada uno con su entrada!

¡Qué le costaba a ese controlador hijo de perra dejar entrar a dos niños con una entrada a un estadio casi vacío! Por fin, al último nos dejaba entrar. Luego de dos años mi amigo se fue a vivir a Miami. Dejé de ir un par de años. En el 87 ya tenía 17 o 18 años y un día tomé la decisión de ir solo.  “¡Qué tanta vaina, voy a ir solo así se acabe el mundo!”  Y cuando llego cerca a la puerta conozco a David Silva, con un caso parecido al mío y que también había decidido ir solo. Desde ese momento nos hicimos patas y nos fuimos conociendo con los demás barristas. Luego vinieron las peleas con la barra de la U, los viajes acompañando a nuestros ídolos.

Cuántas anécdotas habrás vivido durante esos años…


Entre los de nuestra edad había muchos barristas bastante guerreros como Willy Sifuentes, Buba, entre muchos que llegaban y recién íbamos conociendo. Pero las historias de Chobi son bastante épicas. Él rompía una banca y se enfrentaba hasta solo. Por eso era digno de respeto. Tengo una imagen grabada en la memoria. En el año 90, las gallinas piconas porque siempre les ganábamos, y como siempre nos habían sobrepasado abismalmente en número, a pesar que nunca arrugamos y les hicimos frente, y cada vez crecíamos más. Tengo una imagen que en pleno partido nos insultaban con cánticos y nosotros les contestábamos: “gallinas!” cuando sus barras bravas de Oriente se vienen desde la izquierda indignados que los insultáramos y callemos con nuestros canticos, y nos arrinconan a la esquina que colindaba con su barra de la tribuna Norte que también se vino hacia Oriente y nos tiraban de todo desde ambos lados. Chobi, al ver que estábamos acorralados, arranca un palo de la banca de Oriente, se trepa y se mete a Norte a trompearse con ellos. ¡Chobi solo contra toda la Trinchera! Increíble, él solito los correteaba y muchos celestes que estaban en Norte lo ven y van a ayudarlo. Al verlo batirse de esa forma agarramos más motivación y en ambas tribunas nos los llevamos de encuentro.

Luego las gallinas decían que habíamos contratado matones para enfrentarlos. Nada de matones.  Ya desde meses antes, para poder dar el salto a la popular y los dirigentes nos apoyen, teníamos que pasar de ochenta miembros que éramos, a un numero mucho mayor. Todos invitamos a todos nuestros amigos del barrio, familiares, compañeros de colegio o universidad. Aparte, un grupo liderado por José Valencia y Miguel Medina, habían recorrido todos los barrios del Rímac reclutando hinchas de Cristal y ya éramos como 300 muchachos dispuestos a todo para llegar a esa soñada tribuna popular. Todo lo que vino cuando pisamos la popular ya es historia conocida.

Juntos por una noble causa…

Fue así como se fue gestando el compañerismo en una barra que comenzó con un puñado de niños y adolescentes, unidos a unos cuarenta hinchas ya mayores que fueron los que vi en ese partido del 83 en el Nacional, y que a punto de entusiasmo y fraternidad se fue fortaleciendo y organizando para desarrollarse y llegar a lo que es hoy, una realidad, el jugador número 12 de nuestro querido equipo celeste. No obstante, al pasar los años a medida que conseguíamos trabajo, viajábamos o contraíamos matrimonio nos fuimos alejando de la barra, mas no de las tribunas. La asistencia empezó a bajar. Cuando nos estábamos jugando la baja en el 2007 se produjo el milagro. Todos los que nos habíamos dejado de ir por causas de trabajo, matrimonios y compromisos que impedían continuidad nos volvimos a unir por una causa solidaria hasta lograr salir del atolladero y consolidar esta hermandad que nació en la tribuna, defendiendo a Cristal. Es una prueba de que cuando está de por medio una noble causa lo hacemos y podemos cantar juntos los mismos cánticos sobre el cemento, sin divisiones de ninguna clase.

¿Una última pregunta, por qué te llamaban Ardilla?

Cuando era muchacho usaba el cabello medianamente largo, pero con una cola muy larga y era castaño claro. Cierta tarde, uno de los compañeros barristas me gritó “con esa coleta pareces una ardilla”. Y el apodo quedó. No me molesta. Incluso también me decían “Julinho” pero más pegó la otra.

 

3 comentarios:

  1. KOPRIVA EL LOCO MURDOSH VALDERRAMA ROLO EL TIO PAVO VIEJO EL TIO AMBIA VERDADERAS LEYENDAS DE MI QUERIDO CUADRO MUY BUENA HISTORIA

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