Por Aldo David Alvarado Hinojosa
Corría el año 1987. Yo era hincha desde muy niño, escuchaba mis partidos con mi radio a transistores. Tenía 19 años y mi papá -también hincha del Cristal- empezó a darme permiso para acudir al estadio a ver a ese equipo que siempre me cautivó por jugar tan bonito y esas hermosas 11 camisetas de color celeste que me emocionaba de sólo verlas. Entonces llegué al Estadio Nacional y compré mi entrada para ver el partido entre Sporting Cristal y el Melgar.
Sale
el campeón...
Quedé
entonces tan admirado de ver un puñado de hinchas en una pequeña pero muy
bullanguera barra, que no dejaban de gritar todo el partido, acompañados de
instrumentos, cornetas, tambores , bongós, bombo, triángulos de camión de
basura y barritas de madera, con estribillos alegres, pero con mucho ritmo, que
lo único que hacían era entusiasmarte y darte energía para cantar y gritar todo
el partido.
Era
hincha del Cristal desde muy niño, pero nunca iba al estadio y solamente me
nutría de las informaciones que daban los programas deportivos en la radio o de
revistas como Ovación y recortes de periódico. Aquella tarde de invierno del 87
-en que fui por Primera vez al estadio- comprobé con emoción que me sentía muy
bien ver a ese equipo tan querido por mi padre. Me pegué a ese puñado de
entusiastas chicos y señores que coreaban por esos colores, muy discretamente y
con el temor que alguien me diga que me aleje, sin embargo, encontré solo
sonrisas amigables y de repente salía el Sporting Cristal bajo el estribillo
"sale el Campeón, sale el Campeón♫♫", y el equipo venía a saludar a
esa barra.
La
invitación…
Yo
me sentí tan emocionado que lo único que hice fue cantar, saltar y bailar todo
aquel partido que ganamos creo que 1 a 0. Al finalizar el partido se me
acercaron dos jovencitos muy parecidos a mi persona, en edad y entusiasmo, y me
dijeron que me habían visto cantar y bailar todo el partido, me invitaron a
formar parte de la barra. Yo no lo podía creer, me sentí tan honrado que me
invitaran a pertenecer a esta barra tan linda que no dudé un instante en
responder el halago de manera positiva y con un tajante “claro que sí”. Ellos eran
Aldo Celis, Martin Adiaz y Martín Avendaño. A partir de ese momento no falté ni
un solo compromiso ese año. En esos tiempos salía corriendo de la universidad o
cancelaba citas con mi enamorada -ahora mi esposa- por ir a ver al Cristal,
cortaba papel periódico toda la víspera del partido para hacer mis propios
contómetros y mi propio papel picado, llenándome de ampollas en las manos de
tanto cortar tiras largas de papel periódico para luego engraparlas y
enrollarlas para luego entrar al estadio con mínimo 100 contómetros y por lo
menos 5 kilos de papel picado, que yo -muy generoso- regalaba a todos los
chicos menores que me pedían un poco de papel picado y algunos contómetros.
Bombo,
corneta y bongós…
En
eso salía el Sporting Cristal entre aplausos de aquellos 50 o 60 barristas
dentro de los cuales no olvido al gran loco Galliani, quien un día vino y me
ofreció tocar el bombo. Yo me sentí aún más halagado cuando me dieron el bombo
de la barra del Cristal que luego junto con Toño Calienes o el gordo Rolando
nos turnaríamos en tocar aquel bombo que junto a los Bongós del tío Freddy
Ambia y a la corneta clásica de “El Chaira” o de Perico Ugaz, se armaba la
fiesta en aquella tribuna y de repente veías bailar a los entusiastas barristas.
No dejo de olvidar al tío Koki Abratani y sus cigarros Inca con su propio
filtro, al señor Guillermo Mazuelos y su hijo, a Gustavo Calienes y el ya
mencionado querido amigo Toño, al “Muñeco” Meza y el cholo Wilson, a los Gatos
y sus hermanos -cajamarquinos ellos - que siempre iban juntos al estadio, a
Pablo Merea Vidalón que ingresó a la barra el mismo día que entré yo, al señor
Echevarría. También iba “el italiano” que era un gordito bonachón que usaba
unos mostachos y que siempre iba al estadio con su hijo pequeño también gordito
y ambos con esas paletas de madera acompañaban el ritmo de la barra.
Hola,
hola, hola…
El
eterno renegón Pancho Payasito Extremo, que solo puteaba y nunca cantaba, jaja.
Y de repente el Cristal tocaba y tocaba y la barra bailaba y bailaba y veías a
Cesar Loyola -padre de la actual jugador del Cristal Nilson Loyola- metía goles,
y si fallaba otros y que cuando metía goles venía corriendo a la barra del
Cristal para escuchar su canto dirigido a él: “hola, hola, hola, golazo de
Loyola“. Es más, él fue la primera persona que le vi hacer como gallina cuando
le metía goles a la U, luego esto fue típico de la Pepa Baldessari en los
noventas. No puedo dejar de mencionar tantos recuerdos como esas banderolas
grandes que las usamos con unas cañas grandazas y guardábamos debajo de la
tribuna, o de mi almuerzo de seco con frijoles que comíamos debajo de la
tribuna en aquellos tripletes inacabables de domingo, cuando Cristal jugaba
generalmente el semifondo y nos retirábamos sin ver el partido de fondo
cantando el clásico “ya jugamos, ya ganamos, ahora nos vamos a chupar”.
Papel
picado con mis separatas…
Un
párrafo aparte a uno de mis mejores amigos que encontré en aquella barra de
muchachos sanos y buenas personas. Este era un chinito, chiquito él, pero
gritón y entusiasta , que se hizo mi mejor amigo en la barra y que hasta ahora
no olvido aquella vez que, llegando de la universidad con mi mochila llena de
apuntes y separatas de los cursos de medicina que llevaba en San Fernando, - y este
personaje oriental (¡Salud Arturo Kikuyama!) se dedicó a convertir mis apuntes
y separatas en papel picado, (chino de mierda !!). Arturo Kikuyama Arakaki me
arruinó aquel ciclo por no poder estudiar mis apuntes, pero al final todo era
por continuar la fiesta en aquella pequeña pero gran y bullanguera barra que
sólo se llenaba de gran cantidad de hinchas en partidos importantes como contra
la U o Alianza, pero en partidos pequeños éramos siempre los 40 o 50 hinchas
que no dejaban de gritar en todo el partido.
El
bombo que nunca enmudece…
Hasta
ahora siento el dolor de las ampollas en mi mano de tocar todo el partido el
bombo. Aunque el Cristal estuviera perdiendo el bombo no dejaba de sonar, y eso
lo dijo Micky Rospigliosi que “el Cristal podía estar en una tarde mala pero el
bombo de la barra nunca dejaba de sonar”. El tiempo pasó, pasaron décadas, pero
la alegría de escribir y recordar todo lo mencionado nunca pasará. En mi mente
y en mi corazón quedarán tantos recuerdos imborrables de aquella pasión
desmedida que empecé a vivir por mi Sporting Cristal en los ochentas. Hoy
estamos ad portas de culminar una campaña diferente, en un año difícil en que
las formas de alentar han cambiado mucho, pero el corazón y el amor del hincha
nunca cambiarán.
¡Fuerza
Cristal, equipo de mis amores!
¡Salud,
salud, salud Cristal!
¡Dejen
la vida el domingo y que ojalá llegue el 20º título!
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