Por Manuel Araníbar Luna
Los celestes jugaron tranquilos durante todo el partido. Y es que el gol tempranero a la visita los llenó de confianza. Se notaba que ese gol madrugador avizoraba un triunfo fácil. ¿fácil? Sólo en el papel. Los visitantes habían entrado a jugarse el todo por el todo con el objetivo de lograr un cupo a la Copa Libertadores y no iban a echarse a llorar su desgracia por un gol a inicios de la contienda.
Una
pelota con veneno…
Canchita
abrió el marcador con un gol de camarín tras un tiro libre directo al arco. La pelota
estaba inflada con aire y un cincuenta por cierto de veneno porque la curva,
con ayuda del viento, le dio un bote traicionero a la pelota. Salomón sólo la pudo
manotear y para su desgracia, la redonda llega a la cabeza del seleccionado
Canchita que le da el testazo perfecto que va directo a la esquina de las
pulgas. Uno a cero. Facilito.
La defensa no jugaba con soltura, el mayor peligro se lo ocasionaba el
jugador armenio Gueveosián aunque sus disparos salían desviados y los pocos que
llegaban al arco eran muy bien barajados por el arquero rimense. Había muchas
fallas en salida, algunas creaban transiciones peligrosas en las contras. Las proyecciones
de los laterales, casi todas desordenadas, eran escasas e imperfectas, siendo un
poco más productivas por el lado de Loyola, aunque menos efectivas en compañía
de Sandoval que con Corozo. Y es que Sandoval -a diferencia del veloz
Washington- acostumbra a hacer la pausa para jugar al toque con sus volantes
armadores, en paredes cortas.
Tavarazos
de Távara…
¿Quién
era el que ordenaba la volante? Calcaterra sin dudas. El Hombre Liga con
súbitos quiebres de cintura lograba imprevisibles cambios de juego. Távara habilitaba
con tremendos tavarazos para sus compañeros de avanzada, pero estos no
los aprovechaban. ¿Y por qué? Ya lo dijimos, por el exceso de confianza. Se les
podía leer el pensamiento: “tranquilos, ahorita metemos el segundo”. Pero el
segundo no llegó. Canchita intentó una tijerita tras un centro milimétrico de
Nilsson, pero a la tijera de su chimpún le faltó filo y la pelota se fue a la
valla, no a la de Libman sino la de los fotógrafos.
El
ahijado de Menéndez…
Casi
a las finales del primer tiempo un marcador de la visita le da un codazo
asesino a Kevin haciéndole sangrar el pómulo -ni más ni menos como a Gianfranco
fechas atrás- y Menéndez, a quien se le había pegado la tarjeta con cola
sintética al bolsillo se vio obligado a mostrarla más que todo por el reclamo
de los celestes. Este jugador debe ser, mínimo, ahijado del árbitro, porque
durante todo el primer tiempo le estuvo marcando con sus chimpunes todas las
piernas celestes con la venia del tremendo juez. De otra manera no nos
explicamos cómo no le mostró la tarjeta roja, salvo que se le haya olvidado en
el camarín junto con sus lentes para miopía.
A
comprar puntería…
Para
el segundo tiempo los celestes ya jugaban con plena parsimonia. Pasecito para
acá, pasecito para allá, creyendo asegurado el triunfo, lo cual ocasionaba que
el equipo rival se replegara y abarrotara su valla de palitroques. Durante toda
la segunda etapa los cajamarquinos llegaron a disparar a la valla de Renato sólo
una sola vez…y esa fue el gol del empate. Un saque lateral a la bomba es rechazado
por Merlo a los pies de un delantero cajamarquino que dispara en primera. La pelota
se le resbala a Renato que no tiene tiempo para quitarle la mantequilla a sus
guantes. Empate absurdo. Recién despiertan
los celestes de su siesta vespertina. Los ataques arrecian. Lástima que se
olvidaron comprar puntería en la botica. En fin, regresan a la Florida con un punto,
más ná. Buenas noches.
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