Por Manuel Araníbar Luna
Según la leyenda, San Jorge fue un soldado romano que alcanzó su santificación tras aniquilar a un dragón de cuya sangre brotó una rosa que luego obsequió a una princesa. El último sábado, su tocayo celeste Jorge Cazulo, hizo un milagro al voltear un marcador que se vislumbraba adverso con un suave golpe de cabeza en una noche en que la escuadra cervecera no hallaba el modo traspasar una muralla de diez palitroques. Es del caso recordar que esos decisivos goles de cabeza no son extraños para el gladiador.
El
gol que abrió el camino…
Estadio
Nacional. 16 de diciembre del 2018. Domingo caluroso y soleado. Días antes
Sporting Cristal había ganado el primero de los playoffs versus el equipo de
Matute por un claro 4x1. Sporting Cristal entraba a la cancha confiado en el
triunfo, pero había que anclar esa confianza con un gol para asumir con
tranquilidad el manejo del encuentro. Centro desde la derecha a favor del
Cristal. La bola va al centro de la maraña de jugadores celestes y
blanquiazules. ¿Y quién la mete de cabeza? Piki con su 1.70 entre jugadores que
le llevan 15cm de estatura.
Ese
gol marcaba el inicio de una jornada inolvidable en que tras golear por 3 a 0
el Sporting Cristal se hacía dueño de la estrella 19 en su rico historial de
triunfos. Al final del encuentro Piki se
lanzaría al gramado mirando al cielo -y no por agotamiento, ¡qué va!- sino por
la satisfacción de haber logrado una estrella más, la cuarta en su carrera con
la celeste.
El
mejor del 2012
Piki,
es un jugador inacabable que llegó al Vallejo como volante de avanzada por
derecha al Cristal de Roberto Mosquera el el 2012 en los preparativos de armado
del equipo que resultara campeón. La pupila del profesor Roberto Mosquera lo
acomodó como contención, un 6 que demostró que sudaba la camiseta desde el
primer partido. Aquel año el Sporting Cristal logró la copa luego de siete años
de fracasos. Piki obtuvo tres premios, mejor jugador en su puesto, mejor
jugador extranjero y mejor jugador del campeonato. Casi nada.
Un
obrero en la cancha…
Piki
es un volante que juega de seis con la dorsal 23, siendo esta una posición
nominal porque Piki juega de todo y por toda la cancha. En esta Liga 1 del 2020
el profesor Mosquera lo hace entrar de volante adelantado, una posición con la
que llegó de Trujillo a la escuadra cervecera. Piki en la cancha es un obrero de overol y
maletín de herramientas en mano. Tiene licencia para correr toda la cancha desde
el área propia a la ajena, de izquierda a derecha y en ambas diagonales
haciendo de todo: de peón de torre, de caballo y de alfil. Pelea todas las
pelotas, sofoca incendios, apoya a la delantera y para variar, anota goles
importantes. ¿con cuántos pulmones? Sólo
con dos, dos piernas y un corazón inmenso. El resto, la talla, la barba y la
peluca de apóstol son detalles complementarios.
Rebeldía
y liderazgo…
Destacamos
su actitud y su responsabilidad, su resistencia a los golpes y su rebeldía. ¡Eso,
dimos en el clavo!, rebeldía ante los resultados adversos, ante el apocamiento,
ante el desánimo y la desmoralización. Un líder nato, además. Porque el líder llega
para conducir, para hacerse imitar, para arrastrar seguidores con sólo verlo
actuar, para obedecer sus indicaciones dentro y fuera de la cancha.
No
nos explicamos cómo algunos hinchas desubicados están pidiendo su jubilación.
Hoy en día está jugando medio tiempo, y en esos pocos minutos levanta a sus
muchachos inyectándoles litros de coraje, transfusión de actitud, toneladas de mentalidad
ganadora, afán de lucha hasta el final. Toda esta descripción de su modo de ser
y desenvolverse se resume en una frase que ya quedó para la galería de figuras
celestes:
“Si
las piernas no obedecen hay que poner corazón”.
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