Por Manuel Araníbar Luna
Los celestes entraron a la cancha de la decana de América con algunas novedades. El chamo Jhon Marchán ya estaba apto para volver a cancha. Nilson Loyola quedaba habilitado luego de su suspensión por acumulación de tarjetas amarillas. A su vez, Canchita Gonzales quedaba inhabilitado por acumulación de tarjetas. Volvía a la volante como titular -y como capitán- el Piki. Y como segundo arquero, calentando por primera vez la banca de suplentes, el joven guardavallas Emil Franco.
Estaba
escrito…
De
modo que el once que en la cancha de San Marcos quedaba definido con Solis,
Madrid, Chávez, Omar Merlo y Nilsson. Cinco metros más adelante Piki, Távara y
Calca. Adelante por derecha, Kevin, y por la zurda Corozo. Y en punta, bien en
punta, Emanuel como camión demoledor de vallas. Al toque de la chicharra, los
celestes arrancaron la máquina como suelen hacerlo, acosando con seis y siete
jugadores, atorando, asfixiando, maniatando las débiles defensas del rival. Tan
sorprendidos estaban los huanuqueños que no sabían por dónde y cómo defenderse ante
una seguidilla de ataques por todo lado. Estaba escrito en las Sagradas Escrituras
Celestes que el gol iba a darse de un momento a otro.
Hay
fuego en el 23…
Conforme
se desarrollaba esa pelea de pulpos llamada partido, Emanuel retrocedió diez
metros y se dedicó a jalar marca hacia las puntas. Esta estrategia ordenada por
Mosquera dio resultados: jaló a los centrales, los obligó a adelantarse y perseguirlo
como patrullero a ladrón en moto, lo que
les dejó un gigantesco terreno abandonado a sus espaldas. La tarea de Herrera era
pivotear. Así ganaba unas y perdía otras, pero la zona prohibida seguía intacta
a las espaldas de sus cancerberos. Esperando su momento, Emanuel acechaba con
paciencia de monje budista. Alguna tendría que ligar. Y como corolario de tantos
ataques desde el inicio del partido, al fin ligó. Pivoteó una bola por alto
entre sus guachimanes a la zona vacía que habían dejado sus marcadores, donde no
la esperaban Corozo ni Kevin. El infiltrado era un celeste con el número 23 en
la espalda. Un jugador con barba de apóstol que suda la camiseta como cocinero
de chifa. Era el Piki.
Adelantándose
al rival, Jorge Luis se la picó y se la volvió a ganar dos metros más adelante.
El arquero ya le estaba suplicando que no lo vacune, que por favor más tardecito
cuando termine el partido. Piki no es enfermero, pero le coloca la hipodérmica.
Uno a huevo.
¿Qué
hacía ahí el capitán mucho más adelantado que los mismos delanteros? No tienen por
qué que preguntárselo a Piki, el gladiador es así. Se mete donde no lo llaman y
se compra todos los pleitos en todos los rincones de la cancha. ¿hay pelota
dividida? Ahí está Piki. ¿Sobrepasan a un compañero? Ahí está el celeste del
23. Es que en el interior de Piki no sólo corre sangre sino candela. Algo
presagiaba Arsenio Rodríguez cuando compuso “Hay fuego en el 23”. Porque eso es
lo que hay dentro de la camiseta de Piki: candela.
No
obstante, en vez de seguir atacando ante esa defensa desorientada, los cerveceros,
muy caballerosos ellos, les ceden a iniciativa a los huanuqueños que se pierden
un gol tras rebotar una pelota contra la valla de Solís. ¿Y el resto en el
primer tiempo? Nada. Así se van al camarín.
Herrera
en Monterrico…
Para
el segundo tiempo, la secuencia del primer gol pero al revés, de Piki a
Emanuel. Este se la bombea a Washington que solo frente al arquero se la juega
a un lado. No obstante, Moralitos se la saca con un pie. Era el segundo. La pelea sigue, aunque los huanuqueños se
equivocan al creer que un partido se define a punta de patadas. Por ello le
muestran la color sangre a Morales.
Luego
se produce la estupenda salvada en la raya por parte de Cabello que la saca como
su apellido, por un cabello. El equipo rival se envalentona y ataca con todo. A
un tiro de esquina al área rimense, los once huanuqueños, incluido el arquero
Morales, se van al centro a ver si la meten al caballazo. La pelota es
rechazada por Cabello que se la lanza a Corozo. Este hace su mejor jugada en el
partido dándosela en profundidad a Emanuel que en su carrera de caballo en Monterrico
y sabiendo que el arquero se ha quedado en el área se mete un carrerón al
estilo Usain Bolt y desde treinta metros dispara el cañón y la pelota es un
misil que se infla las mallas. Dos a uno. Uf qué tranquilidad.
¿Tranquilidad?
Esa palabra no se debe mencionar hasta que el partido se termine. A los pocos
segundos, por esa desmesurada confianza les anotan el gol del descuento en una
pelota que se le chorrea a varios. Chorreada o no, es el gol del descuento.
Jalón de orejas por desconcentrarse. Ahí nomás el juez dictamina que se vayan a
casa porque en San Marcos corre viento fuerte. Buenas noches.
SALUD PIQUI. ASI COMO ESTA JUGANDO CAZULO TIENE PARA UN PAR DE AÑOS MAS. Y DESPUES SE DEBE QUEDAR EN EL CLUB PARA ENSEÑAR A LOS CHIGOLOS A DEFENDER LA CAMISETA Y RAJARSE HASTA QUE SE TERMINE EL PARTIDO. SALUD Y QUEDATE DOS AÑOS MAS POR FAVOR
ResponderBorrardel mismo modo que piqui casulo se jugo un partidaso debemos abrir los ojos y ver que coroso ayer malogro varias jugadas y varias situasiones de gol solamentepor egoista y jugar solo para el
ResponderBorrarlo unico que hiso en el partido fue darle la pelota a herrera para su golaso pero despues n colaboro
MI EQUIPO PARA EL SIGUIENTE PARTIDO
ResponderBorrarSOLIZ
CABELLO CHAVEZ MERLO LOYOLLA
CASULO
MARCHAN CALCATERRA TABARA
COROSO HERRERA