Por Manuel Araníbar
Luna
Las entradas ya se
habían agotado desde antes. Mosquera seguía concentrado en
la estrategia. El elenco rimense llegaba a la final con una baja, Yoshimar
Yotún, quien una semana antes se había lesionado en un choque con Jhoel Herrera.
Otros compañeros llegaron golpeados. Burrito, Irven y Ross durante la
semana se habían recuperado a medias. En general, todos llegaban con un serio
desgaste físico tras el agotador partido en altura.
Un mono con metralleta…
En el cuartel general rimense se tenía varios
factores a favor, experiencia, tribuna llena de extremistas celestes, excelentes jugadores que jugaban
casi de memoria y- más que todo- la ventaja de un triunfo de visita, lo cual
obligaba a que los visitantes arriesguen todos sus naipes. La prensa y los simpatizantes celestes no pensaban lo mismo. Si se había ganado
de visita contra el clima, la altura y todas las argucias–opinaban los hinchas- el triunfo venía
fácil. Este exceso de confianza nos podía matar. En definitiva, los celestes no se
atrevían a cantar victoria hasta el domingo a las 5:30 pm. Y si por cosas del
destino llegaran a los penales, la espera podía prolongarse hasta una hora más.
En el equipo contendor, el guardavallas
titular fue la primera baja por lesión siendo reemplazado por Goyoneche. Para agudizar
sus problemas, como mono con metralleta, el dirigente cusqueño en sus intervenciones
mediáticas andaba paranoico disparando y atacando a todo el mundo. Para
agudizar la crisis interna, expulsó del equipo al goleador del campeonato, Andy
Pando. Increíble.
Buscando vacunar de
madrugada…
Los cusqueños entraron a jugarse el todo por
el todo y a definir de madrugada. sorprendieron con un par de llegadas
peligrosas del ratoncito que era una ladilla para la defensa cervecera. Asimismo,
no perdían ocasión de rematar de larga distancia. Tampoco hacían ni cosquillas.
Como había sucedido una semana antes en cancha cusqueña, luego de quince
minutos de intensos ataques los visitantes le quitan el pie al acelerador. Los
celestes, que han arrancado sin un 9, agradecen y comienzan a tocar como las
fotos tamaño carnet, de frente, de perfil, de cachete, de culata. Y tal como
había sido el estilo de Mosquera durante todo el año, atacan con seis: dos
cuchillos por las bandas y cuatro bayonetas por el centro. Esta vez Junior está
jugando un poco retrasado, y como Charapa no figura en la plantilla, se mete
por el centro dejándole la punta a Pincel que juega apoyado por Pacho Vilchez.
La hinchada reniega porque quiere ver a Titi en la punta, pero Mosquera sabe muy
bien por qué lo hace.
Junior vuelve a matar…
Así se gesta el golazo
con una serie de toques entre Pacho, Loba y
Renzo. Este moja el pincel de Miguel Ángel en un tarro de pintura celeste,
levanta la ñata, mira al Irven que se va por derecha, calcula la distancia y
los hámsteres de su cerebro le dicen que debe mandarla bombeada. La acaricia
con el dedo gordo y la cucharea. La chancha va volando en curva de arco iris a la mitra del
Irven. Sin embargo, la pelota llama a la torre de control indicando que va a aterrizar
tarde por una pendejécima de segundo. Irven, al ver que se ha pasado de colocación,
se da impulso hacia atrás sabiendo que no la va a meter. ¿Qué hace? Ya que se
da cuenta de que no va a ser el padre del gol, decide dar la pelota en adopción
y la pivotea con la oreja para el primero que la pesque pero no hay nadie. ¿Nadie?!
Un rayo con camiseta turquesa llamado Junior Ross se
mete a 100km por hora por la zona franca, aparece de la nada y con un par de
trancazos deja tirado al Alloco que se aloca. La bola viene dando botes de
canguro y Ross la cachetea de derecha con furia, la chancha gira como un
trompo, vuela como una cometa y le infla los cachetes al arco atragantándolo
con un bombón de medio kilo de aire. ¡Goooool, carajo! Con el bullicioso rugido
de cuarenta mil leones, el estadio es un manicomio pintado de celeste. Vuelan
las picapicas y los contómetros. Las tribunas se quieren venir abajo. No, no es
un temblorcito cualquiera, es un terremoto grado 8 en la escala de SCelcius en
este gigantesco monstruo de cuarenta y tantas mil cabezas que se agitan y
gritan, que gozan y lloran con la certeza que la gloria viene después de siete
años de sequía. Si este no es el Apocalipsis predicho por Nostradamus para el
21 de diciembre, por lo menos es la cuota inicial.
¿Y ahora? Tocar, triangular, amansar, esperar que se aviente la visita, y luego devolver
golpe por golpe. Así se gestan contraataques letales, rápidos, venenosos. Piki Ross
quebrando a sus dos marcadores y cambiándola de banda. Ávila metiéndose por el
centro para dejarle la banda a Burrito Mariño. Impotentes, mareados, aturdidos ante
tantos toques, contragolpes y cambios de puesto y de ritmo, los visitantes
empiezan a cortar a punta de golpes. Kerosene decide quemar sus municiones que
sólo son cohetecillos y luces de bengala. Resumiendo, mucha presión y cero
balas. Así se van al descanso. (PACIENCIA, YA VIENE EL SEGUNDO TIEMPO ¡Y LA
APOTEOSIS!)
es es mi Sc. se extraña el futbol por esta maldita cuarentena. mi querido equipo este año debe campeonar de todas maneras. Este año Mosquera tiene un gran reto porque la calidad y cantidad de jugadores no se iguala a la de ese inolvidable año de la recuperacion de copas. La estamos ganando cada dos años. Este año llegamos a la estrella #20. fuerza cristal por la rptm
ResponderBorrarEN ESE PARTIDO TODOS JUGARON BIEN, Y TODOS LOS Q ENTRARON DE SUSTITUTOS ENTRARON BIEN. POR DESGRACIA VENDIERON A VARIOS JUGADORES, SACARON A AYR Y AL CHASQUY, ECHARON A MOSQUERA. ESA DIRECTIVA ERA UNA MAFIA.
ResponderBorrarlo que dice poder celestes es la verdad, queremos campeonar este año y por favor no vayan a vender a los jugadores como paso ese año. quienes deben irse son los que no se rajan por la camiseta y entre ellos canchita que da declaraciones de que se quiere ir del club y regresar al gayinero. que se vaya porque es una falta de respeto al club que le esta pagando sueldo.
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