“Hay, hermanos muchísimo que hacer”
-César Vallejo-
El
verso de Vallejo es lo más apropiado para describir la intensa chamba que tiene
Mosquera con sus pupilos. Este receso de la Liga 1 por culpa del dramático caso
del Coronavirus ha caído al predio de La Florida como un vaso de limonada con
hielo en el desierto de Sechura, aunque la hinchada lo sienta como plomo
derretido en el café. Tan impaciente como exigente, el sufrido hincha tiene que
comprender que esta suspensión temporal de la Liga 1 va servir para que el
equipo se regenere en todas sus líneas.
Armando un rompecabezas…
Esta transitoria interrupción
no significa que los entrenamientos, prácticas, tácticas y preparación física
se van a congelar. Por el contrario, la Unidad Técnica comandada por Mosquera sigue
craneando para chambear duro y parejo en
el retorno a las prácticas con este equipo que necesita una reingeniería total para
encajar piezas sueltas, hallar colocación adecuada y/o repotenciar a jugadores
que en estos últimos tiempos están jugando en posiciones donde se sienten tan
perdidos como cangrejo en mazamorra morada. RMV está trabajando sobretiempo
para armar un rompecabezas para armonizar tres grupos bien marcados en un
bloque monolítico:
1. los viejos titulares de
siempre.
2. los pocos injertos que
han llegado y
3. los adolescentes que
recién se rasuran las primeras pelusas del bigote.
En otras palabras, tiene que
reinventar el equipo.
Luego de las vacaciones de
un mes (¡!), la breve pretemporada de los celestes con Barreto al inicio de
este verano, (¡sabiendo que se venía la pre-Libertadores con fuerza!) fue lo
más parecido a un fin de semana en la playa: unas cuantas vueltitas, saltitos,
vóley con pelota multicolor, unas treinta lagartijas y de ahí a las duchas. Hoy
es el momento de prepararlos para hacerlos volar, aguantar codazos, reforzarles
la caja de cambios a algunos que más parecen anémicos y a otros tan achanchados
que sus abdominales juegan a las escondidas entre los rollos de la panza.
Un rocoto en el…
Y es que, luego de la breve
pretemporada, Mosquera ha encontrado un equipo Baldor, lleno de problemas: mal
estado físico, jugadores remolones, faltos de temperamento, desordenados,
pusilánimes, otros que sólo se tomaban unas fotitos para la flaca, y un par de
suplentes que no hacen nada por pelear el titularato. A estos va a tener que darle
cucharaditas de desahuevina forte y ponerles un rocoto en el... (indique
usted, amigo lector, el sitio más idóneo)
Para agregarle arena a la
canchita salada, unos jugadores habían enfermado, otros llegaron justo para
lesionarse y un par de ellos -Emanuel y Ray- aún siguen soltando músculos,
agarrando confianza y fortaleciendo las piernas, quitándole el yeso a la
cintura y cargando pesas para estar más ligeritos. Y no nos digan que ya se recobraron
de la lesión desde diciembre pasado. Un jugador se recupera de sus males una
vez que agarra confianza. Y esta se la va a dar el DT en este breve receso.
Claro que también tienen que poner (y muchísimo) de su parte.
Cuando uno lee la palabra equipo piensa que todo es trabajo en
armonía, tal como lo enseñaban en la escuelita fiscal con el ejemplo de las
abejitas llevando polen al panal. Igualmente, las abuelas predican lo útil que
es el apoyo mutuo: “mira hijito, una mano
lava a la otra y ambas lavan la cara”. Bien, en algunos equipos esto no es tan
exacto. Unos juegan como les da la reverenda gana, otros buscan lucirse para
aparecer en la TV como el jugador de la fecha; sin olvidar que algunos no ponen
la pierna fuerte por temor a que una lesión les embarre algún contratito del
extranjero.
No te creas tan importante…
Junto con el afinamiento del
motor hay que bajar de la nube a unos zánganos que pretenden que el equipo
juegue para ellos. Bien, esos jugadores tendrán que obedecer órdenes y
disposiciones superiores, poner lo que se tiene que poner, jugar para el
Sporting Cristal y no para el Sporting Yo
Yo. A ellos hay que hacerles bailar la cumbia “No te creas tan importante”.
Asimismo, esta máquina
requiere un cambio de aceite con aditivos para evitar desgastes y roces que -quiéranlo
o no- en todo equipo los hay, y cuando en un grupo se presentan estos casos se
pierde la unidad, la solidaridad y el cariño por la institución.
Ah, y por último: adiós a
las argollas.
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