Por
Manuel Araníbar Luna
Esta vez Nando se había filtrado
por derecha, levantó la cabeza y vio a Brandon metiéndose con las maliciosas
intenciones de fusilar al pobre arquero bucanero. Y se la puso al pie cuando
Brandito pisaba el área chica. “Es toda tuya”, le dijo como en diálogo de
película erótica. Brandito la tenía tan fácil, a un escupitajo del arco. Tan fácil
estaba que hizo la más difícil, mandarla afuera. Nadie sabe si se le pegaron
los chimpunes con moco de gorila. Lo cierto es que la pelota se negó a entrar como
si el arco estuviera lleno de cocodrilos.
"No te achiqués, botija..."
La
rabia lo invadió y se la desquitó con la gigantografía. El Chorri mayor, desde
la tribuna se quitó los lentes ahumados, creyendo que se le habían empañado. Sin
embargo era una cruel verdad. Brandito la había mandado afuera. Lo
segundo fue el palmoteo de Piki. El caudillo, como tal, tenía que darle ánimo
al Chorricito. “no te achiqués, botija”,
le dijo, “que la vida siempre vas a
encontrar estos tropezones”. Lo tercero fue la ovación y los cánticos de la
tribuna coreando su nombre. Brandito no lo podía creer. ¿La había embarrado y a
pesar de ello la gente le daba su apoyo? Tenía que desquitarse. Corresponder a las
buenas vibras que le lanzaron Piki y la
hinchada.
Es
que su piconería no venía de ese partido. Brandon no estaba jugando partidos
completos. Se le incluía en la maletera de repuestos de la Máquina Celeste pero
muchas veces veía los partidos desde el banco. Esto lo tenía inquieto. Para
algunos jugadores convenidos (y conchudos) es muy cómodo sentarse con
almohadillas en el banco de suplentes mientras chatean con el celular, o
calientan junto a la cancha mientras los once de adentro se rompen el alma.
Esto es inconcebible en un jugador que nació en el Cristal, que quiere
demostrar su calidad e hinchaje. Que además tiene al frente una valla muy alta.
Porque es una carga pesada tratar de evitar las comparaciones con su padre.
Pero tampoco quería quedarse atrás. Y ahora acababa de fallar un gol que otras
veces lo había anotado soplando la pelota.
"Tenés que meterla sí o sí..."
El
anuncio de la cervecería pagó el pato. Pero Brandon sabía que la pelota tenía
que pagar pato también. Tenía que esquitarse. Dos minutos después, Nando hace
la misma jugada pero esta vez la saca a rastrón para Piki que estaba al centro,
a tiro de pedrada. No obstante Piki, es un apóstol sin túnica. Es el padrino y consejero
de los chibolos que han crecido admirándolo. “Tomá, esta vez tenés que meterla sí o sí”. Brandito no desperdició
la propina. Y la metió como tenía que ser, con convicción, con fe, con rabia. La
bola hizo su parte, se metió al fondo de la canasta.El resto fue la ovación, el
salto, el estallido en las tribunas, la
pirámide humana. Por fin se había desquitado.
Pero
Brandon no lo piensa así. Para él, este es el primer salto para remontar todos los obstáculos que le va a poner la
carrera futbolística. La valla sigue siendo alta. Sólo él tendrá que crecer
para que la valla se achique. Que la fuerza acompañe a Brandon. Y bien que la
necesita porque está más ralo que caldo sin fideos.
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