Por Manuel Araníbar Luna
Empezaron bien los celestes, con
deseos de llevarse los tres puntos a La Florida. Copando la cancha, atorando a
los rivales, con una mística que le había estado faltando desde hacía varias
fechas. Porque en anteriores partidos entraban a no perder, apretujándose
en su área como anchovetas por miedo a salir a la calle, como si los rivales
fueran sicarios en moto.
Solís
entró muy seguro, al menos sin mantequilla en los guantes. Los de atrás bien posicionados,
quitando las pelotas sin faltas, aunque regalándolas en salida (ya se ha hecho costumbre). En el
medio campo, un Piki picoteando en todos lados, moviéndose por toda la columna
vertebral del campo. El Tíbiri Távara repartiendo
el delivery con moto y casco, bien acompañado por su copiloto Calca, tocándola corta
y triangulando para soltar los pases a la brigada de ataques. Este asedio al
rival dio sus frutos (una ensalada de frutas con su yogur encima).
Toques, goles y salsa...
La
ensalada de toques comienza desde la izquierda cuando Jair parte la papaya
dándosela a Piki que le agrega el plátano y le pasa la bandeja a Titi, que le entrega
la sandía cortadita a Calca. Horacio le agrega el yogur haciéndole una huacha a
Ferreyra. El melón besa la canasta y Alarcón señala el centro del campo. Uno a
huevo tempranito, cuando todavía no ha terminado de entrar la gente del Extremo
por la bendita demora en quitarles las correas y revisarles desde las medias
hasta la hamaca. No nos extrañaría que para el próximo partido les exijan carné
de sanidad, certificado de antecedentes y los pasen por rayos X.
Los
celestes siguen tocando, armando, chocolateando, creando zozobra hasta que a la media hora de juego un centro
sin consecuencias a la bomba la rechaza Arizmendi justo para el chimpún del
chévere Távara que le mete un bombazo de
contrabote. ¿La vio Ferreyra? Por supuesto que no. El Canguro recién se entera del
gol por el grito de la tribuna mientras el tablero electrónico muestra la
figura de un patito y un huevo. ¿Cuánto tiempo hacía que la hinchada no era
testigo de un concierto de toques como en esa media hora? Al ver esos dos goles
facilones la gente sacaba la calculadora, “Si en treinta hemos hecho dos, en noventa
hacemos seis”. Ya los hinchas cantaban la antigua salsa del Gran Combo: “Van
bien, muchachos, van bien”!♫.
Acosados por el
Chapu...
Pero
luego, la algarabía empieza transformarse en preocupación. Como anticipo de
navidad, los celestes le regalan el medio campo a los cusqueños, concediendo varios
córneres y tiros libres, dando facilidades para que el Chapu la chape y
empiece a meter centros a la olla. Carando sigue encarando y crea peligro, casi
todas las gana. Menos mal que ha dejado la puntería en el camarín. Bien lo dice
el refrán: “cuando el diablo en el área te acecha, se puede encender la mecha”. Menos
mal que Solís ha estado volando alto como un cóndor, despierto como una mosca, ágil
como un otorongo y, más que todo, lechero como el que se ganó la Tinka.
¿Para
el segundo tiempo Barreto les ordenará que salgan siquiera para ver si llueve? Naka,
una copia del primer tiempo. Los celestes
encerrados y los sureños acosando por puertas y ventanas. ¿Cuántos tiros libres
pateó el Chapu gracias a inocentes fouls de la defensa? ¿Cuántas pelotas por
alto ganó Carando gracias a descuidos en la marca? No lo sabemos, pero fueron
varias que hicieron jalarse las barbas a Barreto.
Una
gaseosa en six-pack...
Pasaban
los minutos y la gente se preguntaba cuándo Barreto iba a hacer una variante,
un plan B para salir del peligro de naufragio a orillas del río Rímac. Ya había
hecho cambios -Kevin por Nando y el Niño Jesús Pretell por San Jorge Cazulo-, pero
igual, el equipo era una gaseosa en six-pack: embotellado y sin escape. El
partido estaba ya muriendo y a Barreto al fin se le prende el foquito, saca a Titi
y mete a Loba. En los pocos minutos que le queda al partido, Loba hace la
repartición de los panes y la distribución de las pelotas. Para la izquierda,
para la derecha, en profundidad. Ninguna le liga hasta que el Chorri Segundo la
recibe por la zurda, se la juega al
centro a Loba y se sigue metiendo en espera de que se la devuelva en callejoncito,
pero Carlitos cambia de planes (así es él, no esperen que siempre haga la
misma), levanta la vista y mete un fierrazo como le gusta a él, con curva y dos
cucharaditas de veneno. Ferreyra recibe el cañonazo curvo que le quema los guantes
y la suelta. Chorri Segundo que ya llegó
a la candela le mete de un zapatazo y la chancha infla la canasta. Y al pitomán
Alarcón no le queda más que señalar que es el tercero. Final. Y ahora a buscar
un cebiche con harta gaseosa para poder tragar la saliva. Buenas noches.
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