Por
Manuel Araníbar Luna.
Los sureños entran a la cancha
pensando en grande, en la final con Brasil, imaginando que los peruchos iban a apelotonarse
como un ómnibus a través del arco y que
a Paolo los tremendos backs chilenos se lo iban a comer con palito chino. Análisis
errado, los peruanos entraron con la
intención de ganar. Para ello se necesitaba sacrificio, obstinación, compañerismo,
para derrotar a la petulancia, la soberbia.
El primero es de Dumbo...
La
actitud se vio desde el primer momento, cuando los mapochinos se acomodan las
medias. Salida rápida en profundidad, con destino al 9 Guerrero, El
gladiador, bonachón él, dadivoso él, desprendido él, le cede el donativo a
Cuevita que se quiere desquitar. Pero Cuevita no esperaba este regalo de 28 de
julio, y la manda a los fotógrafos. ¿Qué nos dice este mensaje? Que se puede
entrar sin invitación, que los delanteros sureños son letales pero su defensa
hace agua.
Minutos
después,Trauco le da el encargo a Yoshi: “lánzala
tú que a ti la gorda te hace caso”. Yoshi le envía la bombarda a un Paolo estorbado
por el mohicano Arturo (que queda magullado con su cabeza de escobillón), El
Guerrero se la juega a Tapia. Este manda la granada a la candela. Y ahí llega la
chancha con un salto de conejito a los
pies de Oreja que la pesca de sobrepique. La marrana entra cruzada, infla la
red y se echa a dormir plácidamente en el pasto mientras las tribunas tiemblan.
Edison se agarra las orejas de Dumbo que Dios le dio. Uno a cero, y los mapochinos
miran al árbitro cumbiambero esperando
que haga el gesto del cuadradito. Lo cierto es que le tablero no miente, ¿y el
VAR? Lo sentimos, no hay señal.
Moviendo su cucú...
Un
poquito más Tarzán, una jugada sorpresiva,
tanto lo es que ni el público tiene tiempo de verla. Se cobra una infracción en
área peruana. El León sacude la melena y le envía un pase kilométrico a la
Culebra que corre como escapero hasta la esquina del movimiento, la Culebra llega
una pendejécima de segundo antes ganándole la carrera de cien metros sin vallas
al pobre Arias que al salir del de su cajón sólo ataja el aire. La Culebra la empalma justo en la raya de cal
de Maradona para ver quién la agarra, y la bomba llega limpia y bañadita a
Yoshi que grita “¡Yo sí!”. La mata de pecho y, antes de que llegue a la grama, la
conecta en guan y la chanchita se escurre veloz en medio de una maraña de
camisetas rojas y un arquero de verde limón que llega dos horas después, cuando ya
Yoshi está moviendo el cucú. Dos a huevo y Rueda se enreda en sus
cavilaciones frunciendo las cejas: “¿nos
habremos equivocado de rival?”,pero no, jamás le había pasado por las
canas que Perú iba a atacar.
Para
el segundo Paul McCartney, los sureños entran más decididos y los peruchos aguantan
las embestidas. Gallese es un pulpo que las chapa todas, Zambrano es un León
que ruge y rasca con la garra. A su lado, un Abram que nunca se abre, Advíncula
que es un rayo y un Trauco que avanza y regresa a grandes trancos. Los ayuda
Renato (contención innato). André Culebra cuando ataca es venenoso y cuando
apoya se enrosca al lado de Usaín. Canchita, que ha entrado por Cueva, apoya en
las postas al Charapa y Polo la cubre de un palo al otro. Todos la sudan sin miedo
a lesionarse, a diferencia de algunos que prefieren su comodidad en Europa (¡bah,
para qué nombrarlos!). Los sureños se van diluyendo: Pulgar se vuelve meñique,
al rey Arturo le quitan los piojos del escobillón, Fuenzalida se queda sin salida,
y Maripán sale del closet convertido en Maritín.
El tercero es de Paolo...
Los rojos, al ver que pasan
los minutos y la pelota no entra, vuelven a sus viejas mañas que no asustan a
nadie, intentando provocar a Paolo, pateando e insultando, pero lo que reciben
son contragolpes veloces, con quimba y camotitos. Empiezan los oles pero la
tribuna quiere, más que oles, goles. Ya el partido agoniza. Los rojos se marchitan,
los peruanos cojean, pero no pierden las ganas de meter uno más. Renato, desde el
centro, la mete en callejón oscuro, en medio de los dos centrales que no se deciden
quién va a marcar a Paolo. Es su desgracia, el caudillo la recibe una
pendejécima antes de la línea del pecado
y se mete hasta la sala, y cuando sale el golero a recibirlo en delantal y con
la sartén en la mano, lo quiebra y la mete sin fijarse si el VAR lo va a anular.
Tres a huevo.
El pisco, el cajón y la mazamorra...
Ya sólo falta que el cumbiambero anuncie el
final para celebrar, pero lo que se suscita es un encontrón confuso en el área. Los
chilenos reclaman de todo al árbitro: que eso es penal, y que el pisco, el cajón
y la mazamorra son de ellos. El árbitro
les responde que sólo el penal les pertenece. La toma Vargas. En general, en estos fusilamientos,
es el delantero quien hace una serie de gestos de pierna o cintura para engañar
al golero. Pero esta vez es Pedrito quien amaga zambullirse a su derecha. Vargas
cree leerle el pensamiento, aunque lo debe haber leído en taiwanés porque le
mete la ampolleta para que entre lenta y a media altura. Sin embargo, Pedrito
no se lanza y la recibe con una mano, tal como la atajaba don Rafael Asca hace
sesenta años, mientras Vargas hace gárgaras amargas. El cumbiambero sopla la
vuvuzela y dice chau. Y el estadio es una algarabía total en premio al triunfo logrado
con clase y humildad. Todo está consumado y el equipo rojo consumido. Buenas
noches.
jajaja me gusto la cronica , un vacilon, pero lo que mas me ha gustado es este parrafo
ResponderBorrarLos chilenos reclaman de todo al árbitro: que eso es penal, y que el pisco, el cajón y la mazamorra son de ellos. El árbitro les responde que sólo el penal les pertenece.
estos rotos creen que todo es de ellos
felicitaciones. interesante y muy mordaz articulo. y me acabo de enterar que el articulista es linceño. coincidimos en todo, en el mismo distrito del barrio de tito elias y de velita aquije que son celestes hasta los huesos y en el amor por la celeste los linceños somos hermanos.
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