GABRIEL COSTA, EL MEJOR DEL 2018 (DE PURO PORFIADO)

Por Manuel Araníbar Luna.

En todo barrio siempre encontramos niños latosos, a quienes se les bautiza como “el loco de la cuadra” por lo inquietos, y cuyas travesuras ponen los pelos de punta a todo el mundo. Sin embargo, estos Chuckies hiperactivos también golpetean puertas, rompen vidrios o matan palomas con la horqueta. Ah, y cuando estos granujillas juegan pelota son  un dolor de muelas para sus adversarios.

A muchos de ellos, en su mayoría de edad, se les quita lo cargosos. Otros siguen porfiados hasta viejos. El Sporting Cristal tiene un jugador que de niño debe haber sido apodado como “El pie de Atila” por los destrozos que hacía en el barrio. Ese niño cuando llegó a jugar futbol llegó a ser conocido como Gabi Costa

Hay que ser buen pobre...

Basilio Gabriel Costa Heredia (n. 02/04/90, Montevideo), en este octavo año de su carrera profesional ha sido elegido como el mejor jugador del Torneo Descentralizado, habiendo totalizado veintiséis anotaciones, con su conocido modo de celebrar, golpeándose el antebrazo; y casi una veintena de pases-gol. Y todo esto debido a la habilidad para sus anotaciones de tiro libre, sus centros combados, sus impredecibles cambios de ritmo, sus  piques en diagonal, sus venenosos regateos y sus potentes disparos con ambas piernas pescándola como venga porque hay que ser buen pobre y darle con el chimpún más cercano a la redonda.  

Asimismo, a estas virtudes hay que añadirle su modo de jugar como en sus tiempos de niño latoso. Gabi o Gabo -igual da- es el jugador más cargoso del fútbol peruano. Insiste en atacar por ambas puntas y por el centro, y si la pierde cargosea hasta recuperarla. Cuando  lo insultan lo celebra y cuando lo patean se ríe. Y si en su niñez fue el más latoso del barrio, hoy por hoy sigue siendo el jugador más terco del futbol peruano. Y tan porfiado es que este año ha convertido 26 goles, ha colaborado en una veintena de otros tantos, a punta de cargoserías.

El más agasajado...

Pero del mismo modo como a un niño latoso le caen cocachos y jalones de orejas a granel,  este  porfiado pelotero se ha ganado, además,  el primer premio al jugador más fauleado por  todos los marcadores que le han salido al frente. El año pasado, a causa de uno de estos agasajos, arrastró una lesión que le hizo bajar su rendimiento a sólo el cuarenta por ciento de su potencial. Este año, ya recuperado, y de pura terquedad, se propuso convertirse en el mejor jugador del campeonato descentralizado. Y vaya que su porfía le dio resultado.

La noticia de su elección como el mejor jugador del campeonato ya llegó a Uruguay, y que no se sorprenda Gabo si mañana tocan a su puerta sus antiguas vecinas de su barrio natal en Montevideo para reclamarle por los vidrios que rompió hace veinte años.