martes, 25 de septiembre de 2018

GOLEADA CON GOL MARADONIANO

Por Manuel Araníbar Luna.
Si no fuiste al estadio, te perdiste una obra de arte. La volverás a ver una y mil veces en repetición por la TV, pero apostamos a que te estás recriminando por no haber vivido el momento en la tribuna del Gallardo. Y si ni siquiera viste el partido, al leer el resultado te parecerá que fue un dominio absoluto de los cerveceros.
No fue tan así.
Gol de desayuno…
Los celestes adelantaron el marcador tempranito desde la mesa del desayuno cuando Chavetita le quitó la pelota a un jugador de la visita, y al toque se la soltó a un movedizo Emanuel que se había pegado a la derecha. Ema quiebra a su marcador con la derecha y con la zurda la cambia al otro lado. La bola cae en paracaídas justo para el frentazo de López que la clava al fondo de la canasta. ¿se veía fácil no? Sí, facilito, tan papayita que en la tribuna la hinchada especulaba por cuántos goles iban a ganar. Los cerveceros fueron llegando con soltura un par de veces más al área de Rivadeneyra. ¿Total, para qué apurarse si lo goles iban a llegar solitos sin que su mamá los haga cruzar la pista del Trébol? Eso pensaban todos frotándose las manos.
Pero una cosa es meter el gol de apertura y otra saber mantenerse en un constante ataque. ¿Qué pasó? Que los ediles adelantaron sus líneas, se apoderaron de la cancha y estuvieron a punto de anotar. Menos mal que ante una pelota casquivana y traicionera que se venía con curva de Pasamayo, el Pato supo frenar el huracán desviándola con un manotazo de náufrago. Patricio cayó como un saco de camotes pero evitó el gol de la visita. Y con eso hizo su tarde, que si esa pelota entraba, ¡mamma mía!
Perdiendo la brújula…
La más clara de los cerveceros en el primer tiempo fue un pase en callejón oscuro de Piki con los ojos cerrados (tipo Loba)  para Emanuel quien, solo  frente a al guardavallas  la define al cuerpo cuando tenía que meterla como el apellido del arquero, arriba de Neyra.  Luego del sofocón,  los ediles siguieron dueños absolutos de la pelota ante el inexplicable repliegue de los celestes.
Para el segundo tiempo, la misma china, y con el mismo forro. Los ediles dominaban, barrían y cambiaban los muebles como si fueran dueños de casa, jugándoles de tú a vos. Recién pasados los 20’ cambiaría el pastel de choclo por un asado a la uruguaya. Los ediles quieren el empate a como dé lugar y adelantan sus líneas. Esa es su desgracia.
Como novio en noche de bodas…
Calca  sale rápido, habilita a Yuly que parece que hoy no ha tomado la siesta y está jugando con los ojos bien abiertos; este se la entrega en adelanto de quincena para un Gabo que ha estado apagado, pero al ver que se la dan en bandeja, bañadita y perfumada, se la  lleva al cuarto, apurado como novio en noche de bodas. Pero el celoso Rivadeneyra le sale al paso, Gabo define al cuerpo, y la pelota salta como una pulga pero Gabo es un gato que en pleno garabato la empuja con la cabeza y la pelota entra obediente hasta el rincón del dormitorio. Dos a huevo. Ovación, saltos en la tribuna,   y Gabo hace su clásico golpeteo al antebrazo tatuado.
Recién cambia la historia. Entra Loba por Yuly, se despereza, lanza un aullido y desde ese momento las salidas llevan la firma de Carlitos Way, primero con pases en callejón, luego con tiro libre y más tarde con tiro de esquina. Loba la lanza pasada y con curva, buscando como siempre un gol lobímpico, pero le sale muy larga, al segundo palo. Sin embargo, ahí está Ema que se le escapa a Zela y desde un ángulo imposible la mitrea hacia el gramado, convierte el tercero pero pide el cuarto. ¡Y fíjate qué cuarto, con cama King Size!
Un gol maradoniano…
Se cumplen los 45’ y dos minutos de descuento. Algunos se van. Allá ellos que no saben lo que se han perdido. Friéguense los apurados porque se han perdido en gol de la fecha, el gol del campeonato y el gol de la década que merece ser el de la final del Mundial, y como dice el Comanche, un gol Maradoniano. Es que ya todo el mundo veía el partido resuelto. Un tres a cero estaba recontra bien; y hasta los mismos jugadores ediles se habían resignado a su triste suerte. 
Pero Ema está con la mecha prendida. Habilitado por Loba, Emanuel pasa en medio de dos conos de entrenamiento (corrijo, son dos jugadores), sigue corriendo, se le acercan dos soldaditos de plomo (perdón, dos  jugadores más), los elude, lo enfrenta un tronco con camiseta, lo gambetea, le sale al encuentro Rivadeneira, Emanuel hace un queco de patear y el pobre arquero intenta bloquearlo, pero el 9 no patea, sigue corriendo mientras el arquerito gatea desesperado. Por último, sus dos últimas víctimas se quieren arrodillar implorando clemencia, pero está escrito en el kipu de la historia del Gallardo que Emanuel va a seguir dribleando a quien le salga al frente, sea un tigre, un oso, un tronco, un policía o un juez de línea. Ema apunta, dispara y la mete entre los dos que le querían hacer pan con pescado. Los locutores tartamudean ante  los micrófonos, las damas gritan histéricas, Víctor Hugo se traga el silbato, los jueces de línea se ponen los banderines bajo el sobaco para aplaudir. Si este golazazazo se hubiera anotado al principio del partido habría que cerrar el estadio, pero ahí nomás Victor Hugo chapa el Pitágoras tan aturdido que sopla para adentro y corre a su casa para ver la repetición de esta obra de arte tan brillante que hay que verla con anteojos ahumados. Buenas noches. 

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