¿Calamares contra
pulpos?
Más que partido fue una pelea entre
calamares y pulpos, todos trenzados de los tentáculos en el medio campo, y todo
debido al sistema de pressing de ambos conjuntos. Lástima que los
cerveceros fueran por tres puntos y
regresaran con uno (¡ya van dos veces!). Y es que los sureños renunciaron a la
marca zonal para desbaratar todos los movimientos de los rimenses con su
sistema de acoso hombre a hombre.
Clausura del taller en
Gamarra...
Así
las cosas, en un atoro de tránsito de las siete de la noche, Cristal, como si
le hubieran clausurado el taller en Gamarra, no hilvana, no teje, no elabora jugadas
de ataque. El equipo cervecero avisó que llegaba a Moquegua con sed de goles en
el primer tiempo cuando un cabezazo de Loba tras centro de Emanuel da en el
maldito poste, ahogando el grito de gol en un balde de cerveza; la manotea el
arquero y el remate viene a dar a los pies de Gabo que remata y choca en el
hombro de un jugador local. Gabo voltea y le reclama al árbitro cuando tenía
que seguir porfiando con fogosidad.
Más
adelante, Loba suelta un pase en cortada para Ema, este remate rasante y su
bombazo sale con destino al arco, con nombre y número de avenida y distrito
pero el cartero olvida la dirección, y el mensaje va a la pista atlética como
si fuera a competir en carreras de 400
con vallas.
¿Cierre del by-pass?
Lo
ha escrito el Comanche quinientas veces
en la pizarra acrílica de La Florida luego del anterior empate. Serenidad.
Paciencia. Y lo principal, variantes en el armado y el ataque. Es archisabido
que el principal delivery para los goles de Herrera es el Gabo. Ya los DTs de
los quince equipos restantes les han tomado la placa: arma Loba, se la suelta a
Gabo y este alimenta a Emanuel. ¿Qué pasa si les clausuran el by-pass? Bueno, ayer bloquearon el puente
que comunicaba a Gabo con Herrera. Y a
Gabrielito se le pegó el marcador como chicle, tan cerca que le acariciaba el
rostro. Un centímetro más y lo besaba. ¿Entonces quién armaba? Loba, pero al
capi también lo tenían enjaulado. El otro era Calca, a quien el Comanche había
ubicado por la izquierda pero este andaba fuera de foco, como rocoto en
mazamorra. A cada armador celeste le caían de a dos. Dos contra Calca, dos
contra Loba, dos contra Gabo. ¿Quiénes entonces llevaban la mochila del equipo?
Ballón y Piki, más interesados en armar que en bloquear y con el paso de los
minutos se descolocaron por su característica de subir y bajar, pero se
demoraban en el retorno.
Como melcocha en
carapulca…
¿Qué
pasaba en la línea defensiva? El Pato (12),
recién convocado por Gareca, se ubicaba tan adelantado que estuvo en la
mira de los locales quienes disparaban de lejos
a ver si les ligaba un golcito para verlo más tarde en el programa
deportivo. Y ese gol llegaría en el
segundo tiempo cuando Benítez deja colgado al Pato en el gancho del carnicero con un disparo desde fuera de la caja. Por la derecha, Chaveta con CH (11),
esperándose que defienda y habilite por la derecha, anduvo regular su manejo en
ambas tareas, y uno que otro centro a la bomba. Al lado de él, tapándole con
las cortinas venecianas y cruces sin semáforo, Renzo (12), que tenía problemas
para contener a las entradas de Benítez y Cachi Ferreyra. Reemplazando a Merlo por suspensión, el
charapa Garcés (11) se daba maña para ir arriba en los centros, aunque fallando
en las salidas con pelota jugada. Por la
banda zurda, Jair (12) recibía el apoyo
de Calca (12) que aguantaba las salidas de los binacionales y trataba de armar
ataques, pero se quedó en eso, tratando. Confundido como melcocha en carapulca,
Horacio pudo armar algunos legos aunque sin la agudeza que lo caracterizaba.
Como contención en el medio Piki (13), quien al ver que el armado de jugadas
estaba bloqueado se adelantó a repartir bolas al lado de Ballón (13). Ambos
abandonaban su vereda para acompañar al ataque que estaba bloqueado.
Paleta en el Metro…
El
timonel y capitán de la escuadra de La Florida, Loba (13), muy poco pudo hacer
para zafarse de la cerrada marca hombre a hombre de los locales. Su mejor
intento fue en el primer ciclo, cuando
haciendo el papel de centro delantero metió un mochazo tras una bombeadita a la
olla de Herrera. La chancha, bien
cabeceada hacia el piso, dio contra el tronco, y el grito de gol se ahogó en un
balde de cerveza. En la banda derecha,
amarrado por una marca que era lo más parecido a una paleteada mañosa en el
Metropolitano, Gabo era perseguido hasta cuando regresaba para ayudar a
Chavetita.
Mordida, raspada,
maltratada…
Practicante
obsesivo del dicho “el que la sigue la
consigue”, Herrera (14) salvó la tarde con su gol. Estuvo dale que te dale por todos los accesos
al arco sureño. Remataba como viniera la pelota, de media vuelta, de zurda, con
la nuca, pero Naka. Su gol entró con la justa, no con la que intentó patear sino
con la que se apoyaba, cuando faltaban unos cuantos minutos para ir a las
duchas, a punto de masticar el fracaso del regreso con tres puntos menos
en la canasta agujereada, cuando los locales hacían chiches cancheros, pasecitos
de taco y sus hinchas cantaban oles seguros del triunfo. Mordida, raspada, maltratada, la pelota entró dispuesta a denunciarlo por agresión, pero entró y con eso basta; los hizo ganar un punto, mejor dicho perder dos. En la
tribuna, solo como un náufrago, el Comanche se levantó descontento porque los
tres puntos se le resbalaron como pescado enjabonado. Buenas noches.
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