Por Manuel Araníbar
Luna.
Loba jugó medio tiempo y un cachito
más pero se lució como en el siglo pasado, armando juego, repartiendo
los naipes a sus compañeros y clarificando las zonas congestionadas. Pero
en dos jugadas hizo sentir a la hinchada que bien valía ir al estadio en pleno
invierno, que la entrada estaba bien pagada y que los que no asistieron se
perdieron un espectáculo de magia.
Concierto en Lo bemol
para taco y derechazo.
Su
primera obra de arte es a los 10’ tras habilitación de Jair. De espaldas
(porque debe tener ojos en la nuca), Loba le suelta un pase con el talón de
Aquiles a Gabo, tan suave y preciso que el
chimpún le agradeció por no haberlo despertado de la siesta. ¿Qué le quedó a
Gabo? Meterla nomás, porque sería una falta de respeto perderse un gol tras un
pase de magia. Y Nicosia (capital de Chipre) se pregunta “¿cómo lo supo?”
Minutos
después, Loba que ha entrado hecho un diablillo, mete un centro medido con
wincha a la cabeza de Merlo; este le mete un frentazo y la pelota se niega a
entrar.
Curva de la Carretera
Central…
Y
si el paso de taco es una pintura, el gol desde 40 metros es una escultura de Miguel
Ángel. Loba nunca mira ni avisa a donde va a mandar la pelota. Antes de
recibirla, porque tiene en el cerebro un chip lógico-predictivo, ya sabe en qué parte del tablero de ajedrez están
sus peones y, sobre todo, dónde y cómo está ubicado el arquero adversario. Es
así como mira de reojo que Nicosia no le hace Nicasio (Carlitos siempre mira de reojo cuando está tramando una diablura)
y al verlo más adelantado que ganador del primer puesto a la Universidad, le
mete un zapatazo con el empeine; la pelota hace una curva de Carretera Central y cuando
el arquerito che reacciona ya la pelota salía del arco por no encontrar a nadie
en casa.
Hablando
en oro, Nicosia no estaba tan adelantado ni tan descolocado, más bien se había distraído
pensando cómo entran los murciélagos en una cueva oscura. Luego del gol, Nicosia se seguía
rascando la cabeza sin explicarse cómo se meten los goles de Loba en una valla oscura. Esa y
otras travesuras hizo Carlitos en una tarde espectacular. Al salir, la ovación
de la tribuna expresó su satisfacción por su faenón de torero gritándole “¡otro, otro!”
Pero para qué otro gol,
sin con lo que hizo basta y sobra.
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