Por Manuel Araníbar
Luna.
¿Se acuerdan del cabezazo de Zidane?
Cuando un jugador entra a la cancha
es de esperar que salude a la tribuna, que mande besos a su flaca o a su querida
viejita. También es aceptable que después de anotar un tanto, el jugador haga
el baile de las manitas, se meta la pelota entre su camiseta o se dé un salto
mortal. Hasta ahí todo bien, pero en cuanto el árbitro lanza el pitazo para
iniciar o continuar las acciones, el
jugador debe olvidarse de la jugada y actuar más concentrado
que un caldo de cangrejo.
Si
un jugador no se mete de lleno en el partido por equis motivos, por responder a
una mentada de madre o un faul desleal, está desaprovechando una jugada clave que puede
resultar en gol a favor o en contra, o mucho peor, puede ganar o perder un partido
o un campeonato en fracciones de segundo. Casos hay muchos, siendo el más famoso
el de Zidain Zidane en la final del Mundial del 2006 cuando se olvidó del
partido para cabecear en el pecho a Materazzi por una provocación. Aquella desconcentración
le costó el campeonato al equipo galo.
¿A qué viene todo esto?
Por
tres casos puntuales:
Merlo.
Sucedió con Merlo en el partido con Huancayo. Un defensor huanca que se revolcaba
fingiendo estar lesionado lo sacó de sus casillas. Merlo, con tremendo maletín
lleno de experiencias en su carrera, pisó el palito y soltó la bilis. Esto dio motivo
al árbitro quien, vivamente interesado en que su equipo de Matute alcance a los
cerveceros en la tabla, le mostrara la tarjeta del “fuera de aquí”.
Costa.
En el partido de visita contra Binacional del sábado último, tras el cabezazo
de Loba, la pelota dio en el poste y regresó a los pies de Gabo que la remató y
chocó contra el brazo de un jugador local. Gabo volteó a reclamar al árbitro, y
el defensor aprovechó la distracción de Costa para rechazar la pelota y con
ello despejar el peligro. La tenacidad y
cargosería que Gabo suele exteriorizar
en cada partido debió ser utilizada para forzar la jugada y no para reclamar, porque en esa fracción de
segundo pudo resolverse el partido a favor.
Céspedes.
La semana pasada, en el partido contra el elenco de Ate, Jair se vio
involucrado en una situación parecida. Estuvo marcando por su banda a un
marcador de la visita, y en un rebote la pelota chocó en la mano del jugador de
la camiseta desteñida (¡en las narices del guardalíneas!). Jair volteó a
reclamarle al asistente, y en ese tercio de segundo el jugador oponente se
escabulló con la pelota. La jugada no resultó en gol, para desdicha del juez de
línea que rezaba para que su equipo de Ate empatara el partido.
MORALEJA.
Así que, muchachos, a tomar su caldo de cangrejos, y siempre tengan en cuenta
el antiguo refrán:
“Concéntrate en el
partido y después matas al juez”.
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