Por Manuel Araníbar Luna.
Luego de la hermosa presentación en
la que Bettina Onetto hizo un sexy show, los hinchas se acomodaron en el
cemento. El gringo veraniego quemaba fuerte pero con el ansia de ver jugar al
equipo del Comandante ni le hacían caso.
Los
cerveceros empezaron algo desordenados. Querían anotar cuanto antes y eso no
les dejaba pensar, los chilenos tampoco los dejaban jugar. La hinchada
presionaba y había que corresponder a esa manifestación de cariño con lo que
más le gusta a la hinchada: los goles.
Gomita en la zaga y
Piki al medio…
Luego
lo esperado, ver a los nuevecitos tocando
bola. El Pato en la valla no tenía mayor oportunidad porque los ataques
chilenos habían dejado la puntería en el camarín. Y cuando le tocó intervenir a
Goma Merlo, lo hizo con solvencia al lado de Renzo por el centro y Jair por la
izquierda y Madrid por la derecha. El Omy hacía bien los cruces y sofocaba los
incendios creados por un chatito venezolano apellidado Soteldo que les rompía
la cirunta a todos, uno por uno. Pero por lo menos la afición respiró aliviada
al ver que el Piki ya no estaba en la línea defensiva sino donde le corresponde:
jugar de 6.
Un chofer ciego…
Al
lado de Cazulo, Ballón y un poco más delante de armador, el flaco Calca. La
verídica es que estos tres no lograban armar ni un rompecabezas de cuatro
piezas. ¿La razón? Luego de jugar tres años en la zaga, al Piki le costaba mudarse
con todas sus cacharpas a su nuevo domicilio. Por momentos la volante celeste
era un chofer ciego en un coche sin
timón buscando un lugar donde estacionarse en un centro comercial atestado de
carros. Calca, de quien se esperaba tome la batuta de la orquesta, no ataba ni desataba ni sus propios pasadores,
Josepmir trataba de apagar el fuego con una manguera sin agua. La otra razón
era que la línea volante chilena era más mañosa que una pepera. Además
repartían bien las pelotas creando peligro aunque con el cañón corto.
Todos para su santo…
En
vista que a Calca no le salía ni una sola jugada partida por la mitad, Costa
tomó la posta. El Gabo es conocido por su cargosería y sus jugadas imprevistas,
y con toda la mochila llena de mañas creaba más de un problema a los chilenos y
también a los propios rimenses porque casi no le soltaba pelota a Emmanuel que
por momentos, huérfano de apoyo,
deambulaba casi rogando que le pongan una pelotita por amor de Dios. Y es que todos jugaban para su
santo. Pachequito quería hacer su gol a como dé lugar. Empezandito nomás el
partido, Nando se perdió dos goles por la misma causa rellena: el deseo de
agradar, de anotar, de hacer la jugada más bonita para el aplauso del distinguido
público, como esuchando la voz del locutor paterazo: ¡damas y caballeros, con ustedes, Pacheco! Y es que las jugadas las
quiso hacer él solo, con la cabeza agachada, como si fuera el único delantero
que estaba frente a los cancerberos de la camiseta azul. Ya pues Nando, no
estés alucinando que vamos a salir ganando cuando tú solito estés anotando.
Recuerda que en la cancha tienes diez compañeros celestes. ¿Resultado? Herrera
se moría de hambre de pelota. ¿Acaso estaba con lepra como para que todos se le
corran?
Así
pasaban los minutos hasta que el chatito Soteldo, movedizo como un
espermatozoide, se come a media defensa y define. Uno a cero. Y el equipo
celeste recién despierta. Es decir, se despereza y bosteza pero sin orden, con
el piyama puesto, como si quisieran meterse a jugar con camisa de fuerza porque
los chilenos sacan las mañitas para hacer tiempo, amarrar el juego, contragolpear,
y lo consiguen. Pero no había tiempo para más. Así se van al descanso.
Aullidos de Loba…
Para
el segundo tiempo entran el capi Loba, Rojitas y Chaveta y el panorama se
clarifica con los aullidos de Loba, Rojitas aporta al despellejamiento del
rival con entradas en diagonal, Chavetita y Jair se proyectan más aunque siempre
haciendo una de más, queriendo llevarse hasta al juez de línea. No se juega
bien, repetimos, pero por lo menos se esfuerzan por empatar y remontar
aprovechando los cambios hechos por
Hoyos, un DT Figuretti que se juega su
partido aparte contra el cuarto árbitro. Lo mismo pasa con el Zancudito
Olivares que corre con la velocidad y fuerza del Zancudo Mayor se pierde un gol por
acelerad.
Yuli y Gabo voltean el
marcador…
Quince
minutos después entra Yulián quien también pugna por tocarla aunque la pelota no
quiere nada con él hasta que la pesca tras un pase del Gabo que estuvo hincando
durante todo el partido como zancudo por
todo lado buscando que sangrar al rival, unas veces pinchando al aire y otras respondiendo
con codazos las marcas mañosas de Jara que le pegaba a todo lo que se movía. En
una de esas, de porfiado y cargoso que es, le roba una pelota a un rotito y
sobre el pucho se la estira al Yuli que la empuja de zurda en guan, casi sin
pensarlo. 1 a 1 y las barras hacen temblar al estadio. Los hinchas de la zona
popular VIP arriba del puente del tren, saltan y gritan tan fuerte que el
puente tiembla. Revive la esperanza.
Minutos
después Loba, que había dejado la puntería en el camarín, lanza un tiro libre
que choca en la barrera. Chaveta recibe el rebote y la centra pasada (primer centro
que le liga). Y entre Loba y Gomita le hacen un pan con pescado a un chileno que pesca el aire. La bola
le cae a la zurda al Gabo pero se acomoda, dispara con la derecha y la chancha
se mete al corral. 2 a 1, y el cemento estalla con los saltos y gritos. Gabo se
trepa al alambrado pero muy tarde se da cuenta que ahí no hay público. No importa,
Gabo, igual celebramos el gol del triunfo.
Y
recién los bajopontinos, con el tablero a favor, empiezan jugar, a triangular
con confianza y tranquilidad. Y por ese mismo exceso de confianza, el Gomita
Merlo, sin quererlo, casi al final del partido regala una bola en su área. Su
nota iba a ser de 20 pero por ello bajó a 18. Menos mal que los sureños, además
de rotos también estaban descosidos y la
fallaron. El árbitro sopla la vuvuzela y corre a tomarse una gaseosa. Buenas
noches.
CODA.
Buen
triunfo pero no nos engañemos, porque aún hay resquebrajaduras, bloopers y fallas en salida.
Lo meritorio es que se ganó a un equipo
que vino con varios seleccionados del vecino país del sur. Entre ellos
Beausejour que se proyectaba a la carrera al estilo Jorge Soto, y un sucio y mañoso
jugador apellidado Jara quien pasó a la historia por sobarle el trasero al
uruguayo Cavani en la última Copa América, logrando con ello que el árbitro
expulse injustamente al delantero oriental.
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