Por Manuel Araníbar
Luna.
Una
tarde de 2012 recibí un mail de Lily Baylón (hija del gran Julio Baylón) preguntándome
si era yo quien había escrito la famosa crónica de La limonada en el Estadio
(http://www.esquinaceleste.pe/2010/10/rafael-asca-y-la-limonada-en-el-estadio.html),
porque pensaba incluirla en el libro biográfico en homenaje a don Rafael Asca Palomino,
primer arquero del Sporting Cristal y mi primer ídolo futbolístico.
Luego
de las explicaciones pertinentes, ella dijo que había organizado una
presentación del libro en la Videna y que
en la ceremonia yo debía devolverle de modo simbólico la moneda de un sol que me había obsequiado
don Rafael en el estadio cuando a mis escasos siete años, pero antes tenía que leer
un discurso alusivo. Di un respingo porque de golpe y porrazo me iba a
encontrar con el primer símbolo del club de mis amores.
De
inmediato me comuniqué con los integrantes de El Portal Celeste, el director
Alberto Benza, el historiador Ernesto Moreno Ampuero, quien había escrito el
prólogo; el doctor Aldo Alvarado y Diego
Eguiguren. Y todos se entusiasmaron. Un hincha cervecero no
se puede perder una ocasión tan importante.
¡A conseguir la
moneda!…
Primer
contratiempo: don Rafa me había obsequiado un sol de los antiguos, tan grandes que
parecían fichas del juego del sapo, y yo estaba obligado a devolverle una moneda similar. Estaría fuera
de foco devolverle la monedita devaluada y ridícula de un sol de hoy en día. Tuve
que ir al centro y en el cruce de Camaná con Quilca, donde se aposentan los
vendedores de piezas numismáticas y filatélicas, conseguí una moneda acuñada en
1951. Luego en un bazar compré un pequeño estuche acolchado en pana (celeste,
por supuesto)
Segundo
contratiempo: Ya en el taxi recién me percaté que había olvidado el discurso en
casa. El taxista regresó silbando a mi casa.
Tercer
escollo. Nuevamente en el mismo taxi y a medio camino tuve que regresar a todo
trapo porque en casa se habían quedado mis anteojos. El taxista me miraba ya
con pena.
Cuarto
escollo. Tuve que regresar nuevamente a recoger el estuche con la moneda que
había abrillantado luego de frotarla con
bicarbonato. En casa me preguntaban si no estaba sufriendo ya de Alzheimer. Bah,
la causa no era la terrible enfermedad del olvido con nombre alemán sino la
emoción de encontrarme con el primer ídolo cervecero, el mejor golero del
campeonato sudamericano de Buenos Aires en 1959. El taxista, escuchando mi
historia, sonreía de modo entre comprensivo
y zumbático. Claro, como no, gracias a mis olvidos estaba haciendo su noche. A
la altura del Zanjón me preguntó si no olvidaba algo más. Lo maldije en siete
idiomas porque me estaba dejando en la ruina.
Lo regalado no se
devuelve…
Ya
en la Videna entramos a la carreta al auditorio. Y ahí estaba don Rafa, al
centro de la mesa, rodeado por el Profesor Roberto Mosquera, Héctor Chumpitaz,
Lily Baylón y el profesor Tang. Lucía bastante desmejorado por sus problemas
visuales causados por la diabetes, pero
no había perdido el aire majestuoso con el que se cuadraba bajo los tres palos
y ordenaba a su defensa con gesto decidido y voz profunda. La misma voz con la
que cincuenta años atrás me había ofrecido la gaseosa y la moneda. Y esa noche,
luego del discurso, saqué el estuche de mi bolsillo y se lo ofrecí luego del
apretón de manos.
—No me devuelvas nada, hijo –me respondió
cuando puse la moneda en su mano ante el auditorio abarrotado, tanteando entre
las tinieblas en las que se envolvía su escasa visión-, lo regalado no se devuelve.
Pero
no le obedecí. Tenía que devolvérsela, puesto que debía cumplir la promesa
hecha a mi padre. Y se la devolví tomándole de su brazo que ondeaba entre las
tinieblas de la ceguera. Se le humedecieron los ojos por la emoción. Yo tampoco
fui fuerte.
Luego
vinieron los brindis, los abrazos, los bocadillos, las fotos, los reencuentros
con antiguas figuras del Sporting Cristal y del seleccionado patrio. Cuando al
fin pude sentarme a conversar con don Rafa, sin que se lo pregunte, poco a poco
fue mencionando a los primeros rimenses del equipo que nació campeón: don Máximo
‘Vides’ Mosquera, Cavero, Alberto Del Solar, Vicente Villanueva, el Chino
Delgado, Chemo Ruiz, Dante Rovay, Pini, Zunino y Sacco, Tachero Martinez, don
Lucho Tirado, el primer entrenador. Como corolario, hizo una mención especial a
los esposos Bentín.
—Tú no sabes, hijo,
la inmensa bondad de don Ricardo y doña Estercita. Que Dios los tenga en la gloria
uno al lado de otro.
Nadie me quita lo
bailado…
Pero
la magia de la amena charla se rompió cuando se acercó un tipo que le hizo una
pregunta impertinente con respecto a su problema de visión. Don Rafa, le respondió con la
filosofía, la majestad y la sabiduría de un experimentado capitán.
—¿Para qué necesito
la visión? Me basta con mi recuerdo de las glorias pasadas y con lo que estos
ojos han visto en más de ochenta años. Hay gente que tiene buena visión pero no
tiene ojos para ver lo bueno de la vida. A mí nadie me quita lo bailado.
Tiene
razón, usted don Rafa, uno tiene que haberlo gozado defendiendo la sagrada
camiseta celeste con sus vuelos espectaculares y sus atajadas con una sola mano
para asegurar que nadie le quita lo bailado.
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