Por Manuel Aranibar
Luna
Lo hicieron bien. No se
chuparon ante la seriedad del compromiso, la presión de las barras y las abuelitas mandándoles besos desde
la tribuna y gritándoles “¡aquí estoy,
bebé!”. Y no era un partido cualquiera. Se trataba, hermanos cerveceros, de
disputar la ubicación del primer puesto.
El chupe malogrado...
¿Que
el Cabezón vino a perder? No nos vengan a zumbar los compañones con la patraña
de que el Cabezón puso algunos suplentes para perder o empatar. Esos argumentos
son de mediocres y aguafiestas, conclusiones que postean los quitagustos de
siempre, los derrotistas de todos los días. Para desbaratar ese castillo de
naipes no había necesidad ni de soplar. Sólo había más que ver la cara de a metro
veinte del Cabezón, y el modo en que él y sus asistentes perdían los papeles y
despotricaban cuando los chibolos celestes que, corriendo con tres pulmones, les estaban agriando el chupe de
camarones con un par de buenos goles a inicios del partido.
¿Joven sensación?
No,
Nicaragua si se refiere a considerarlos estrellas mediáticas como lo fue el
conjuntito de hace unos años, no. Mil veces no. Y toquemos madera porque lo
peor que le puede pasar a estos chibolos es meterse en las pantallas para todo menos
el fútbol. Pero en cuanto a la sensación que han dejado los chibolos, sí, es buena
perspectiva de un futuro auspicioso. Pero calificarlos de estrellas sería una
exageración que sólo la pueden propagar los diarios de a china. Es demasiado pronto
para calificarlos así. Y además, recontra piña pe': aquí escribimos de fútbol
y no endiosamos a quienes se enredan con bataclanas en discotecas y talk shows.
Pero
mírenlos nomás:
Johan
Madrid había cumplido 20 años el sábado 26, y nadie lo supo. Si lo ves en la
calle no lo vas a reconocer, y ahora mucho menos, después de la pelada que le
dio el padrino Loba. Ni siquiera vio la torta, tan concentrado como andaba para
enfrentar al experimentado equipo rojinegro. La torta con sus veinte velitas
tendrá que esperar hasta después de los playoffs, porque su rendimiento del
domingo último lo hace necesario para lo que se viene.
Nando
Pacheco (cañetano) es el menor de todos. Ya había
debutado fechas atrás. Con sus 17 años recién cumplidos ha mostrado su
capacidad para entrar a la carrera y llegar con fuerza. Claro que a veces peca
de acelerado pero eso se corrige con el tiempo y el kilometraje en partidos
oficiales.
Gerald
Távara (piurano, 25/03/99), otro volante que arma juego, que tiene panorama y sabe repartir.
A veces pierde pelotas en salida pero, con su entusiasmo y actitud para no
rendirse, sabe recuperarlas.
Frank
Ysique, veinte recién cumplidos. Quita pelotas y corta avances. A veces se le
va el chimpún a la canilla del rival. Tendría que bajarlo un poco para no ganarse
innecesarias amarillas. Pero lo bueno es que tiene como referentes a Piki y Ballón.
Sería bruto si no aprende con esa pareja de maestros.
¿Qué necesitan?
Necesitan
roce, fogueo, más partidos difíciles, y si son internacionales mucho mejor. Para
muestra, un poco de historia celeste: Sporting
Cristal en los sesenta hizo una extensa gira por Asia, Norteamérica y Europa
jugando treinta partidos en dos meses, es decir, un partido cada dos días. Y
los chibolos de entonces regresaron recontra cancheros, llenos de experiencia, habiendo
actuado en todo tipo de estadios y ante todo público, en las condiciones
climáticas más extremas.
Ah,
olvidábamos algo importante: también necesitan un psicólogo, y ya mencionamos por
qué (bataclanas, talk shows, discotecas, etc.).
ni nos agamos la idea de que se van a quedar en el equipo porqu esta dirigensia esta en la callle
ResponderBorrardejaron ir a sucar y a beto da silva , dejaron ir a bulos
tienes razon, no los endiosemos. hoy pueden jugarse un buen partido y mañana la pueden embarrar.
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