Por
Manuel Araníbar Luna
Muy bonito es decir
si del cielo te caen limones aprende
hacer limonada. Muy bonito el dicho. Y muy bobito. Cierto, si tenemos todo
un bosque de troncos jamás los vamos hacer jugar en paredes rápidas. Así que
esa limonada de futbol jamás va tener sabor.
¿Juego
en conjunto o de argolla?
Ya lo habíamos
apreciado antes. Se habla mucho de la solidez de la selección como grupo. Eso
está bien para los periódicos y la TV por lo que se ve en los
entrenamientos de las concentraciones, a la hora de la comida o de los
videojuegos. Pero en la cancha es otra nota.
Durante los
primeros 45’ en el equipo peruano no se vio juego de conjunto porque no lo había.
Claro, si los extranjeros llegan tres días antes no se les puede exigir más.
Algunos ni siquiera conocen a los jóvenes recién convocados. Pero dentro de la
cancha —todos lo han visto— el marcador izquierdo de un equipo del Descentralizado
se la juega solamente para su compañero del mismo equipo del descentralizado y
este para el delantero que es recontra causa
de los dos. Este no es juego de conjunto
sino de causas de la misma camiseta, no
la peruana sino la de sus cuadros de origen. Y esto no es ninguna novedad.
Algunos aún lo
recuerdan. Hace más de veinte años Chemo llegó de España a la selección con el aura de un elegido por
los dioses (que en aquella directiva muchos se sentían como tales). Fue él
con su argollería quien causó el
divisionismo en aquel equipo. Ni bien llegó, formó grupo (mejor dicho argolla)
con sus excompañeros de equipo de Gremco. No le hablaba a nadie más que a sus
compañeros de la camiseta desteñida. Y en la cancha, por supuesto sólo se la
pasaba a ellos. Cuando le llamaron la atención el divo lanzó una perorata al
mejor estilo madrileño:
—Vamoz,
el resto pues, más pallá, puez mi estimado zeor, ezte zervidor no conocía a nadie, ¿Vamoz, qué otra
coza podía hazer? ¡Puez jugar con miz
amigoz!
Eso fue lo que apreció
el espectador. Ese primer tiempo fue lo más alejado de la realidad futbolística
peruana. Claro que al frente se cuadraba un equipo compacto y bien estructurado;
no se puede negar que desde hace un par de décadas tiene pergaminos y nos
aventaja en figuras, en somatotipo, en profesionalismo.
El gol peruano fue
más que todo por la inocencia de Achiller que levanta la mano como pidiendo ir
al baño, pero en vez del permiso del árbitro recibió a la pelota. Es del caso
recalcar que la inocencia fue solo por
la mano traicionera porque entre él y Mina le estuvieron dando codazos y cuetes
nadita inocentes a los delanteros
peruanos.
Primera
moraleja: Con la
fuerza puedes atarantar pero con maña te
pueden superar.
El empate fue el
desquite del que había metido la mano (y la pata). Esta vez en vez de meter ambas
metió la cabeza sin que lo estorbaran ni siquiera los mosquitos. Así se fueron al
cuarto en la pausa del cuarto de hora.
Para el segundo
tiempo las cosas empezaron casi igual.
Cambiaron a Corzo que las vio negras ante Montero y entró Revorator quien se
comenzó a proyectar. Se fue arriba tantas veces como pudo, incluso se perdió un
gol en que la empalmó como los grandes pero la desvió como los monses. Vale tu
esfuerzo Renzo, demostraste no ser menso.
Y en eso se acordaron
los muchachos que se han criado en canchas de fulbito y empezaron a triangular
como en un cuadrangular de cancha de fulbito con pollada y chelas. Y así los rompieron. Yotun le grita “vente”
Benavente, Cueva sale de la ídem, la Pulga empieza
picar a la de verdad. Y esto se transforma en un solo de toques que
desbaratan a los grandazos del Guayas. Así tenían que jugar, divirtiéndose, vacilando,
jugando al estilo chongo pero con la
napier bien puesta.
El
gol de los botecitos.
Tiro libre. Se cuadra
Yoshi pero Cuevita quiere consagrarse. Se esperaba un zurdazo de Yotún pero
Cuevita se le adelanta y la bombea a la candela. La saca un grandazo, pero se
la regala al Yoshi quien luego de un botecito
se la juega a Cuevita, este la deja dar un bote y la vuelve a bombear al fogón
de los codazos. Muy alta y llega a los puños del arquero que la puñetea llevándose
de encuentro a Revoredo. ¿y a quién le cae mansita saltando como un conejito? A
Tapia, quien la jala a su lado y se da el lujo de acomodársela y darle el
último botecito. Y Renato comete el asesinato. Ovación en las tribunas. Renato
da otro salto de conejito y señala al cielo.
Dos a uno y esto se
acaba señoras y señores, el Rímac inunda al Guayas. ¿Se acaba? Nooo, falta un
siglo. Los del norte atacan más de desesperación y los de acá no tienen quién
la duerma. Por último, dos años después, el juez dice que esto es cosa juzgada
y que ya no ya. Chau, buenas noches.
Segunda
moraleja. Si
no puedes cambiar el estilo adáptate a él.
Coda.
1. No es para tanto. Se ha ganado
tres puntos pero no se gana la clasificación. Es sólo un poco de placebo para
un futbol agonizante como el peruano.
2. Todo entrenador extranjero que
llega a Perú viene con su propio sistema, y algunos ni siquiera lo tienen, con
su propio método (ya hemos pasado por ello en la Florida). Pero casi todos se
equivocan en una cosa. Le quieren cambiar el estilo al futbol peruano. Mal. Muy
mal. Árbol que nace torcido jamás su tronco endereza. A un tal Periquito
Chiroque que pesa treinta kilos con dos piedras en los bolsillos no lo puedes
hacer jugar al choque, del mismo modo que no puedes hacer jugar de taquito y
pisada a un tronco como … (pongan ustedes el nombre del jugador más tronco que
conozcan).
ESE TRONCO SE LLAMA SILVA...
ResponderBorrarel otro tronco fue corso
ResponderBorraruna puerta abierta
buena cronica. Lo que no me gusta es el humo que venden lo diarios chicheros y en ese juego caen todos los de la tv en especial los de cmd y el mermelero de gonsalo
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