CON ROBERTO MOSQUERA, NUESTRA ADHESIÓN CERVECERA.

Por Manuel Araníbar Luna

Su regreso al Sporting en el 2012, esta vez como entrenador, provocó sentimientos encontrados en la afición. Unos jubilosos, al escuchar su mensaje atiborrado de optimismo, le creyeron. Otros le pedían “menos floro y más acción”. 

Los menos  –¡cuando aún no había dirigido un solo partido oficial!- lo quisieron enterrar a punta de barro con lampa, entre ellos un ex arquero resentido metido a comentarista, quien destiló odio y envidia arguyendo que “Sporting Cristal no puede contratar a un DT cuyos equipos han sufrido el descenso”.

Bonhomía y profesionalismo...

Cierto es que sus equipos descendieron, pero su calidad humana, profesionalismo y seriedad para asumir los retos –no siempre bien reconocidos- fueron en aumento. Aunque no viene al caso, es bueno recordar la anécdota relatada por un entrenador local, ex asistente suyo,  al declarar que hallándose en estrechez económica le pidió prestado un dinero. Mosquera solucionó el problema y le pidió que no lo comente y mucho menos que le devuelva el dinero. A eso se le llama bonhomía.

Meses después, a sus envidiosos detractores les hizo morderse la lengua y tragar su propio veneno cuando luego de siete años conquistó un campeonato con una producción goleadora que no se repetía desde la gloriosa década de los noventa. A eso se le llama profesionalismo.

Ataques desde la oscuridad...

Pero muchos mediocres no saben apreciar la calidad humana ni el profesionalismo. Azuzados por periodistas mermeleros, esas hienas traicioneras sólo saben manejar el serrucho, colocar alambre de púas al camino, instalar minas antipersonales, lanzar dardos venenosos, insultar desde la tribuna protegidos pos las mallas olímpicas, arrojar piedras cubiertos por la oscuridad, por los pasamontañas y sobre todo por la alcahuetería de ciertos dirigentes cuyo único interés es llevar dólares  a sus  bolsillos cada vez que maquinan la contratación de un comando técnico. Y este es el caso, más claro ni el agua.

Nuestra solidaridad cervecera contigo, estimado Roberto. Una expulsión de esa calaña, más que perjudicarte, te engrandece. ¡Salud Roberto Mosquera del Perú!