jueves, 7 de julio de 2016

LA PUNTA VUELVE A SER CELESTE, PERO…

Por Manuel Araníbar Luna.      @squinaceleste
El amor al equipo cervecero es así. Una tarde después de un triunfo saltas en la tribuna como en cama elástica y llegas afónico a casa, agotado pero contento. Eso te sucedió tras el triunfo en Piura.
¡Maldición!...
Días después, cuando tu equipo pierde, despotricas, le encuentras todos los defectos del mundo y descargas todo tu vocabulario prohibido, revientas de cólera y al día siguiente no quieres ni ver la repetición de los goles en programas deportivos. Te ocultas de las malditas cachitas de los malditos compañeros de trabajo que son hinchas del maldito equipo rival que —¡maldición!— nos ganó en esa maldita tarde en que todos los jugadores de tu equipo jugaron como malditos amateurs. Esto te pasó luego del partido que perdimos de local ante el equipo matutero.
Todo ello desaparece a la siguiente fecha cuando tu equipo gana, jugando mal pero ganando, haciéndonos sufrir pero anotando, regresando al trabajo con una sonrisa de Hollywood. Claro, les encuentras errores pero anotaciones borran pasiones. Y les perdonas sus fallas, les retiras las mentadas de madre, y hasta eres capaz de tomarte un selfie con el jugador que fue blanco de tus insultos tribuneros tras embarrarla en el partido que te hizo perder tres puntos. Esto te sucedió ayer.
No sé quién y los no sé cuántos toques…
Nos gustó el segundo gol (sin soslayar el primero) porque fue un trabajo de equipo. Una serie de toques que dejaron como palitroques a toda la defensa comerciante: De Aquino para Ramúa, este a Revoretor, que se la suelta a Rojas. El Alexis pedalea la bicicleta, rompe al marcador y cuando este se recupera lo vuelve a romper para servírsela con hielo y cañita al Irven y este para Ramúa. El Chapu se la juega a Ray quien hace un sombrerito a ciegas para el Irven que la empara con el muslo y sin que la pelota llegue al barro la cachetea a la izquierda mientras el arquero se lanza a la derecha. La bolsa infla sus cachetes y el Irven abre los brazos festejando su orgasmo en el repechaje con los cáñamos. ¿Qué tuvimos que hacer? Saltar y gritar.
2 a 1 de visita, ¿A nada?
Y el optimismo del día siguiente se va diluyendo cuando ponemos los pies en la tierra porque descubrimos que muchos hinchas después del partido se quedan con la convicción de que los cerveceros, aunque no jugaron bien, se trajeron los tres puntos. Eso es explicable en la mente de un hincha pero no es justificable en el estilo de un equipo
Se valora la victoria porque volvieron a la cumbre del Huascarán gracias al triunfo en una cancha con unas champas que parecían las calles bombardeadas de Palestina. Nos dio un gustazo ver otro gol de cabeza de Revoredo, el amiste con el gol del Irven (aunque se perdió otros dos facilitos); el deseo de romperla de jovencitos como Rojas, Aquino, Abram y Chávez, pero, pero, pero…
Pero también nos preocupan las indecisiones de la defensa, sus desencuentros y falta de comprensión, su deficiente aplicación de la trampa del fuera de juego, su ingenuidad para perder bolas en los centros. Seguimos renegando por la cantidad de goles que regalan los delanteros en cada partido. Nos sigue persiguiendo el fantasma de la próxima fecha. Nos sigue preocupando ese conformismo del equipo que se resume en una frase de mansedumbre, de resignación:
—Ganamos con las justas, ¿A nada?  
Nos preocupa ese peor es nada de toro castrado que se está enquistando en un equipo que jamás se contentaba con menos de tres goles. Nos angustia ese peor es nada de tigre desmuelado, de ganar con lo mínimo que nos ha costado ya algunos empates en el último minuto.
Un virus indestructible…
"Bah, para qué rompernos la mitra hoy que estamos en la punta", dice uno, pero los hinchas nos conocemos. Sabemos que la preocupación no se va a terminar nunca, querido hermano celeste, porque hincha que no sufre no es hincha, a las justas es un simpatizante más de esos que sólo preguntan cuándo van a jugar y al día siguiente preguntan cómo terminó el partido.
Así es el amor a la celeste. Se sufre pero se ama. Se quiere pero se critica. Se celebra pero se duda.  Ese amor del hincha por la celeste es una obsesión que te hace postergar citas y cancelar contratos, tirarte la pera aún en fecha de exámenes, preferir las dos horas en el estadio en lugar de otras tantas en un telo, saltarte las comidas, picar a tus conocidos para poder pagar tu entrada; olvidarte en la tribuna del sol achicharrante del verano, del frío y la garúa que te entumecen las piernas y el trasero en invierno, del regreso a casa estrujado como sardina en la coaster.

Pero vale la pena, pues. Así es el hincha. Hasta el sábado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario