Por Manuel Araníbar
Luna.
¿A estos tremendos jueces Les
habían invitado de almuerzo chupe de camarones y lo asentaron con inmensos
portales de chicha? Porque había que estar embotado, adormilado, pesado, por el
chupe y obnubilado por la chicha para haber sancionado un inexistente penal
contra Cristal. Y además -un par de minutos después- por no haber castigado con
la pena máxima una inmensa mano en área de Melgar.
Ahora,
uno puede pensar que ha sido una falsa actuación. Pero es que estas mañas del
señor de los Bigotes contra los celestes ya no son casuales, las constantes
metidas de pata sólo las ocasionan los solípedos. Esto podría ser perdonable
quizás en un juez amateur de esos que cobran veinte lucas por partido en cancha
de barrio (y aun así, muchos salen bastante maltrechos), pero no en un juez
FIFA. Y esto va para los tres de cancha que son FIFA. Hay que añadir dos más:
al cuarto hombre y al asesor (estos dos últimos, oh sorpresa, arequipeños).
Once contra catorce…
Claro,
algunos -sólo para mencionar lo menos venenoso- dicen,: “ya olvídense de estos pobres diablos. Celebremos porque de todas maneras,
con penal o sin penal, le hemos ganado a un equipo de catorce jugadores: once
rojinegros y tres FIFA”. ¿Pero qué hubiera pasado si esta sanción hubiera
ocasionado empate, o peor, una volteada? Tres puntos menos por causa de
turronerías que causan desprestigio del arbitraje nacional en el extranjero.
A
ver cuál es la solución: ¿Darles chamba de cobradores de combis? ¿obsequiarles
lentes, lupas, telescopios? No, porque eso de obsequiar huele a coima. ¡Que
compren de su bolsillo porque ellos se llevan muy buen billete por meter la
pata! ¿Qué recolecten basura reciclable? (señores
recicladores, perdonen la comparación, porque ustedes sí son honestos).
Por
último buena idea sería una chamba de jueces en esos programas televisivos locales
hechos por reducidores de cerebros, ya que allí no se darían por enterados de
sus mañas.
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