Por Manuel Araníbar
Luna
Año
1956. Este escriba andaba aún por los seis o siete años de edad. No existía aún
la TV. La radio y los diarios eran amos
y señores de las comunicaciones. En casa teníamos un inmenso radio Phillips con
forma de órgano de catedral que captaba señales en onda corta, larga y media. Los sábados y domingos por medio del
programa de Oscar Artacho escuchábamos su programa Pregón Deportivo que siempre empezaba y terminaba con el tema “Marcha de las Américas” cuyas primeras
estrofas eran más o menos así:
Un canto de hermandad, de buena
vecindad,
Unidos nos tendrá eternamente…
A diario mi viejo compraba La
Prensa, El Comercio y mis hermanos traían a casa Ultima Hora y La Tercera (ambas en ediciones vespertinas). Pero aún
no sabía leer. Rogaba a mis hermanos para que me lleven al estadio, un monstruoso edificio ubicado a pocas cuadras de mi casa y que no lo conocía por
dentro. Pero siempre ellos alargaban el plazo llenándome de peros, que estás muy chibolo, que quiero ver tus
notas, que cuando aprendas a obedecer, y patatín patatán.
El once de la casaquilla celeste…
Iletrado
aún, me contentaba con mirar sin entender las tiras cómicas y las fotos de
equipos y jugadores. Y de repente, ¡flash!, de un día a otro uno se da cuenta
que la A no es una escalerita, que la J no es un ancla ni la O es una boca
abierta. Y apenas uno aprende a leer devora todo lo que se le ponga al frente.
Mis primeras lecturas fueron –obvio decirlo- deportivas tales como los posts de
las revistas Sport, El Gráfico y Estadio; Borocotó, Rodolfo Espinar,
Pocho Rospigliosi, y las noticias
deportivas en replana de Ultima Hora junto con las tiras cómicas de Sampietri y Serrucho. Fue en una de esas fotos de última página
donde vimos la delantera de Sporting Cristal en pleno, integrada por Navarrete,
Zunino, Saco, Mosquera y Faustino ‘El Chino’ Delgado, el once de la casaquilla
celeste, frase que mencionaba Oscar Artacho por las ondas radiales y cuyo color sólo podíamos imaginarlo porque las fotos
sólo se publicaban en todas las tonalidades de gris.
lanoicaN oidatsE…
Pero
mi suerte cambió de pronto un frío domingo, supongo que de Julio o agosto, mi
hermano Dante, el mayor de todos, hincha
del Sucre de entonces, haciendo caso de mis ruegos me llevó al Nacional a ver
el encuentro Cristal vs Sucre. Salté hasta el techo cuando soltó una frase que
jamás olvidaré:
-¿Querías ir al
estadio, no? Ya, alístate, que salimos en diez minutos.
Me
alisté en dos minutos, y creo que en menos. Mi hermano, como todo hermano
mayor, quería convertirme en hincha del equipo de sus amores, el Mariscal
Sucre, equipo en el que había destacado años atrás mi tío José ‘Gallareta’ Luna, hermano de mi
madre.
Mentiría
si dijera que vi el partido preliminar entre Ciclista e Iqueño. interesado como
estaba en descubrir las maravillas de cada rincón del coloso, ¿Qué atención iba
a prestarle al encuentro si me encontraba boquiabierto contemplando el modo en que los
espectadores asomaban casi corriendo por las monstruosas fauces de las puertas
de ingreso; las tribunas de Oriente y Occidente con sus bancas de color granate;
sorprendiéndome con detalles tales como las propagandas en lo alto de las
tribunas; unas misteriosas letras que se leían LANOICAN OIDATSE, y los gritos y mentadas de madre de los hinchas
ante cada jugada?
Terminó
el partido y los jugadores se metieron a los camarines laterales de Oriente.
Minutos después, en momentos en que miraba boquiabierto la puntería
extraordinaria con la que un vendedor, colorado y canoso él, lanzaba caramelos
a sus clientes -previo pago porque la yuca no es exclusiva de estos tiempos-,
mi hermano se puso de pie y me sacó del éxtasis con un grito y un jalón.
- -¡Levántate
y aplaude, que ahí salen!
Era
el Sucre que emergía de los túneles de la tribuna Sur con sus casaquillas
blancas cruzadas por dos bandas celestes
y pantalón negro. Aplausos desde las cuatro tribunas.
El escudo en la
contratapa…
Un
minuto después apareció el elenco que esa noche me quitaría el sueño. Era el
conjunto celeste que bajo la dirección de don Lucho Tirado iba ganando el
campeonato al galope. Sus casaquillas eran
de un celeste satinado. Pantalón blanquísimo y bolsudo. La faja del
suspensor superando la altura del ombligo, medias blancas. Entre tanto brillo
destacaba la figura del arquero, un
moreno alto vestido todo de negro y rodilleras blancas, llamado Rafael Asca. Los cerveceros saludaron a la tribuna desde
el centro del campo pero sólo recibieron pifias y algunos aplausos desde
Occidente (años después me enteraría que aquellos aplausos provenían de los
esposos Bentín rodeados de familiares y amigos). Y en la tribuna Sur creo que
sólo yo aplaudía, con lo cual mis manos enrojecieron.
No
recuerdo cuál fue el marcador con el que ganó el encuentro este cuadro rimense pero
sí que esa noche dibujé nuevamente en las contratapas de mi cuaderno el escudo que
ya había bosquejado antes sin haberlo visto jugar: un escudo con la bandera
nacional en la parte superior y las letras SCB en el centro.
El encuentro con
Asca.
Las
frases de mi hermano en pleno encuentro enumerando las maravillas del elenco
cruzado me entraban por un oído y me
salían por el otro porque ya yo había elegido al cuadro cervecero por varias
razones: primero, los triunfos seguidos del elenco; luego, las emocionantes y
bastante exageradas narraciones de Artacho. Por último, pero no menos importante,
el brillo de las camisetas satinadas que se acentuaba mucho más con la transpiración de los jugadores. Pero mentiría
si dijera que era ya un hincha-hincha de
los de hoy en día, vehemente y radical, dogmático y apasionado. El fanatismo lo
marcaría después mi inolvidable encuentro con Don Rafael Asca
y Dante Rovay y la propina que recibí de él en la tribuna Sur. Pero mi encuentro
más cercano con aquella casaquilla satinada ocurrió un par de años después en
la Casa Tito
Drago, mas no la pude tener entre mis manos porque nos
separaban los vidrios de una amplia vitrina.
Casaquillas de la
moda retro…
Han
pasado sesenta años, las antiguas casaquillas satinadas sólo podemos verlas en
fotos de la época, ha cambiado año tras año de diseño de camisetas, algunas de
celeste clarísimo, otras casi llegando
al azul eléctrico como la del 70, pasando por el polémico turquesa del 2012; los
diversos tipos de cuello, desde el cuello V hasta el redondo, y los estupendos
diseños artísticos de los 90’s, estos sí satinados. Pero valgan franquezas, si
me dan a escoger una de ellas me inclinaría por aquella lustrosa, vistosa,
ganadora casaquilla satinada de 1956, de inmenso cuello orejudo como un murciélago
blanco del equipo cervecero que nació
campeón.
En
estos tiempos en que la onda retro que está en boga, si el club se decide a
mandar confeccionar una imitación de las casaquillas del once campeón del 56,
palabra que sería yo el primero en correr a comprarme una. Y estoy seguro que
no sería el único interesado. Por ejemplo, Pablito Merea, uno de los legendarios fundadores de las barras celestes, está imponiendo las camisetas celestes retro. Y ha prometido confeccionar las casaquillas del año 56, el de su primer título. Ya Pablo tiene un primer comprador de las famosas casaquillas, este pechito celeste.
Feliz 66° Aniversario, mi querido Sporting Cristal
¡¡Salud Celestes!!!
ResponderBorrarque bellos recuerdos
ResponderBorrarmi papa me llavaba al estadio a ver al cristal pero como en mi casa todos eran celestes no tuvo que convenserme, yo fui quien lo convencio. el me llevo a tanta insistencsia mia argumentando que ahi se hablaban muchas lisuras. el iba con mis hermanos mayores hasta que por fin a los doce años me llevo al nacional. y experimente lo mismo que el cronista. no mire el partido sino todo lo que pasaba en las tribunas. jamas olvidare esos lindos momentos aunque para mi mala suerte ese dia el cristal perdio el partido.
bravo ...FELICITACIONES.....bonita remembranza.
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