viernes, 27 de noviembre de 2015

SANTIVAÑEZ 2 CRISTAL 0

Por Manuel Araníbar Luna
No es nuestra costumbre llorar las derrotas y mucho menos buscarle veinte patas a la oruga. Tampoco tratamos de empequeñecer ni soslayar los triunfos ajenos: esos son usos y recursos de las comadres de la acera de enfrente.
En primer lugar, reconozcamos que el once del Rímac jugó mal. Lento y previsible hasta la desesperación, sin atacar con sorpresa, lo cual es ya una constante, y para nadie es un secreto que el motivo de este atortugamiento es la seguidilla de partidos. Además, la defensa adelantada, que no nos parece mal cuando se aplican estos movimientos en línea y con rayo láser y con mayor razón cuando un equipo va perdiendo. Pero para adelantarse hay que hacerlo con orden. Otrosí decimos, esa defensa era un portón de mercadillo de frutas por donde podía pasar un camión con la llanta  baja sin ningún guachimán que lo toque, tal como hace ya buena tanda de goles que les anotan los rivales de turno. Además los goles en offside se los han hecho siempre con el Vo. Bo. (también puede  pronunciarse ‘bobo’) de su señoría el juez, pero para qué enumerarlos si el sólo hecho de mencionarlos es una patada al hígado, y repetirlos en video un motivo para romper la pantalla a punta de hachazos.
La ayuda de un comodín…
En verdad afirmar que el excelentísimo don Santi nos ganó el partido es sólo mencionar el cincuenta por ciento de la idea porque los celestes hicieron mucho por ganarse solos. Y no por falta de compañones, porque la sangre guerrera celeste se bombeó del corazón al cerebro luego de la expulsión de Paolo sino porque todas las salidas rimenses se disolvían en agua tibia disparando con pistolitas de fogueo. Los rimenses pusieron ganas pero atacaron aquejados de miopía. A la valla del arquero de Matute sólo llegaron un par de pelotitas desnutridas. Es que los celestes tocaban y tocaban, salían bien pero sus incursiones se perdían como pericotes en laberintos de prueba psicotécnica, mientras los del frente se acurrucaban en su cancha como si ellos fueran los visitantes con un hombre menos. Pero así es el futbol, en realidad ellos estaban segurísimos de ganar porque estaban jugando con la ayuda de su comodín: ¡tatatatáaaaaannn!
El tremendo juez.
Este hincha de Matute conocido como Señor Bigotes validó un gol en offside, expulsó a Paolo, se hizo de la vista chancha con las infracciones de los matuteros, cobró penal por una falta que no fue falta y que para colmo se suscitó fuera del área. Es decir, arbitró mirando por  un solo ojo a un solo lado de la cancha y sopleteando por un solo cachete. Más parcializado ni el juez de… bueno, mejor no hablemos de política.

En fin, son cosas de los arbitrajes del futbol peruano tan proclives a ayudar a las comadres que le deben a la SUNAT. Y  es que tan mal andan las pobrecitas que ni siquiera con una ayudita pueden campeonar. Si  quieren un título así para el otro año van a tener que comprarlo en Azángaro, que es La Meca para ciertos árbitros.  Y la próxima copa que se la vayan entregando de una vez, no vaya a ser que sus dirigentes la lleven a casa de su querida, como suele suceder en esos predios.

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