Por Manuel Araníbar Luna
cuando mojas el pincel?
Que vas a pintar un lienzo
con goles, luz y oropel.
La vieja esquina del
barrio…
A
uno no se le quita el barrio aunque se vaya a vivir a Dinamarca. Lo que has
vivido en la esquina no te lo quita ni el premio mayor de la lotería. Vivas donde vivas, el vapor del emoliente, el aroma
del pan con camote y relleno y el jugo surtido del mercadito del barrunto se te
quedan pegados en las fosas nasales para toda la vida. El barrio tiene un imán que tarde o temprano
te jala al poste donde te apoyabas para charlar con tus amigos, a la vereda
donde pateaste tus primeras pelotas de trapo, donde rompiste tus primeros
vidrios, a la esquina donde cireabas a las quinceañeras.
Desde
chibolo Renzo fue esquinero. Su estilo de juego siempre ha sido de jugador de barrio.
Esas pisadas de balón no son de cancha de pasto sino de partidos callejeros con
pelota de trapo al filo de veredas rotas y arcos reemplazados por piedras, toreando
a las combis que hacen saltar las mochilas y cubriendo la pelota de vecinos
molestos por los vidrios rotos. Es por ello que Renzo tiene amor por las
esquinas, especialmente por su engreída que es esa esquinita del arco Sur. Allí
ha colgado a muchos arqueros. Y su última víctima había sido precisamente el
Loco a quien lo ha fusilado ahí un par de veces.
Un coitus interruptus…
Extrañando
su esquina preferida, desde el vértice de la tribuna Julio César Uribe colindante con la tribuna vacía, el Renzo, había ejecutado
minutos antes un córner de dedo meñique teledirigiendo la pelota con curva
platanera a su esquina preferida. Contra las leyes de la física, la lógica y
las predicciones de los locutorpes,
la pelota torció su rumbo porque le aburre volar en forma recta, y se mandó como
misil Exocet hacia la esquina de Renzo. Fue una desgracia que Gallese malograra el cuadro porque la sacó con
las uñas cuando se metía por el rinconcito de las polillas, cuando las tribunas
extremeras ya gritaban gol. Una verdadera
lástima, un atentado contra el arte y el buen gusto, un coitus interruptus.
Pero
Renzo no se quedó tranquilo. Rumiendo su venganza contra Gallese por haberle
malogrado una obra maestra, esperó el momento oportuno. Y este se dio con el faul
a Chapita, a un escupitajo de distancia de la media calabaza sobre el tablón.
“Hablo
de un parto en una funeraria”
-Silvio Rodríguez-
Hasta
ese momento al Cervecero le iba mal. Perdía por uno a cero. Los celestes no
agarraban bola, y si la agarraban se les quitaban de inmediato. Los rivales se la
llevaban facilito. Un tiro libre que se prestaba para que lo pateen tanto un
diestro como un zurdo. ¿Y quién otro podía ser? Todas las miradas voltearon a
ver a Sheput que se acercó a paso de palomilla hacia la media luna que ya
tiraba para cuarto menguante.
Renzo, que
en el pie tiene un guante de ante (otro de los nombres de la gamuza), sacó
lápiz y papel, calculadora y binoculares. Midió, como suele calcular, mirando de
reojo como loro mañoso por encima de la barrera, por el costado, donde se había
cuadrado Calca y halló el resquicio por donde podía pasar la chancha voladora. Se
rascó el juanete contra la pantorrilla derecha, rasqueteó los chimpunes contra el
pasto, agachó la cabeza y siempre de reojo, le dio la estocada de billarista que
todo el mundo imaginó que llevaba mapa de vuelo hacia la tribuna vacía pero se
desvió en aterrizaje forzoso hacia la esquinita de sus recuerdos. La pelota pasó
por encima de los barreristas, dando un giro de helicóptero, un revoloteo
cimbreante de pluma de bádminton con la
contundencia de un hondazo serrano. Un dron que cayó como bomba antimotines
para abrazarse como pulpo con las redes.
Ese fue el gancho de izquierda que le bajó
la moral a la visita y le subió la autoestima a un equipo celeste que como
nunca se había apapayado replegándose en su propia cuadra. Como diría Silvio
Rodriguez, fue “un parto en una funeraria”.
Fue el desquite de Renzo con el arquero visitante por haberle negado la exhibición del gol de
córner que tanto ansiaba para su álbum de recuerdos. (No importa, Renzo, con las pinturas que has
hecho -y seguirás haciendo- ya te ganaste una butaca en el club de los billaristas de la cancha).
CODA…
A
la izquierda, a la zurda le llaman también siniestra. Por lo menos será
siniestra para Gallese o el Loco Erick, que cuando ven a Pincel a tiro de gol
se persignan rogando que Renzo se la pase a otro y no se le ocurra patear. Pero
ya sabemos cómo son de caprichosos los artistas cuando se les da por pintar
cuadros, no le prestan el pincel a nadie.
PTM QUE TAL CRONICA. ME GUSTO MUCHO PERO COMO SIGO QUERIENDO A MI TOCAYO EL LOCO ME DIO MUCHA PENA QUE CHEPUT LO TENGA DE HIJO AL LOCO. DIOS QUIIERA QUE NUEVAMENTE JUEGUEN JUNTOS PARA EL MISMO EQUIPO CELESTE DE MIS AMORES.
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