Por Manuel Araníbar Luna
Para jugar en Ayacucho
había que entrar a buscar el empate. “¡Pero qué conformista”, me dirán algunos, “el Cristal
siempre debe salir a ganar!” Muy fácil es decirlo, pero quisiera verte correr cincuenta
metros en Ayacucho y cinco minutos después, asorochado, con la lengua afuera y
enchufado al tanque de oxígeno, a ver si me respondes lo mismo.
Y
bueno, se daba por descontado que los celestes irían a cuadrarse cómodamente en su área esperando
una pelotita perdida para lanzar un solo contragolpe por periodo. Pero no fue
así. El once cervecero entró a presionar adelante, a no dejar armar ni siquiera
un castillo de naipes, a picar como zancudo, a cargosear como madrastra. Fue así
que a los 11’ el chibolo Alexis vacunó de fogonazo rasante, como se debe
disparar en la sierra. Un gol que sorprendía a todos.
Adán mordió la manzana…
Pero
estamos hablando de un partido en las alturas de los andes donde el aire –al igual
que la plata- no alcanza para todos. Adán Balbín es un jugador que sabe ganar
pelotas por alto, porque sabe saltar en doble impulso, tal como lo hacía el
Cóndor Mellán. Pero una cosa es un salto en el Gallardo y otra cosa es el salto
con garrocha a tres mil metros de altura. Balbín, tan buen saltarín, hizo su doble ritmo pero sólo la peinó
con gel. Hermoso autogol que sólo lo aplaudieron los ayacuchanos y el tartamudo
Puma.
Ahí
nomás a los pocos minutos, a punto de cargosería y en los clásicos enredos que
se suelen formar en el área chica los locales le voltean la tortilla al
marcador y esto comienza a preocuparnos.
Para
el segundo Paul McCartney los repartidores
de gas se adueñan de la pelota, del pasto y hasta de los tanques de oxígeno. Los
celestes se ahogan. Entonces el Turco afloja la tuerca y se desenterca. Pone al
Pincel y este se decide a pintar el campo de otro color, por supuesto que el
celeste. Y aunque aún al Renzo le falta más fulbito aún se acuerda de tocarla
al piso, a dibujar triángulos y trazar rectángulos. Ejecuta una acción ya
estudiada en la pizarra de acrílico, centro abierto hacia la izquierda para que
la pivotee… adivina quién: Balbín que en el primer tiempo no la alcanzó y la metió a su propia canasta. ¿esta vez alcanzará? Adán alcanzó, y mandándose tremendo salto de doble impulso como para ver a Eva
en el balcón, la pivotea hacia abajo, el Chapita que se avienta a mojar pero
choca con una pierna y la sale enganchando, adivina quién: el tocayo del
Pincel, Renzo Revoredo Zuazo, que había ido a ver si pescaba alguito. Pero no pesca
ninguna trucha sino la pelota y la mete entre un montón de piernas. Empate y
esto se pone bonito.
Chapita pinta de blanco…
Unos
minutos más y el Pincel, que ha entrado con ganas de pintar acuarelas, le manda
la encomienda vía aerocóndor al Chapita. Este hace la más simple, pinta de Blanco
el arco con ayuda del Pincel y sin esperar a ver si llueve. Moreteados, asfixiados, pálidos y mareados,
los celestes se encuentran ya ganando la contienda, pero el soroche no perdona
y se comienzan a quedar. Es así que los gasíferos empatan.
Ahora
no queda otra que aguantar. Bajan todos
a defender el empate porque los locales los bombardean a puro pelotazo. Ganan algunas,
pierden otras, hasta que ya muriendo el partido, recibe Da Silva, engancha, se
perfila y dispara. La pelota toca la puerta y regresa. Piña, mil veces piña
porque con esa ganábamos. Como diría Leonardo Fabio, otra vez será.
CODA
No
está mal el resultado porque los celestes dejaron hasta las tripas. Así que no
nos vengan con que se durmieron, que les faltó concentración, que no supieron mantener
el marcador y que por lo mismo Brasil no
ganó el Mundial. Los que critiquen así,
que vayan a Ayacucho y que se den una sola vuelta al estadio.
¿Ya
se dieron la vuelta? Ahora que critiquen, pues, si ya se les pasó el soroche.
EL TRIUNFO ERA NUESTRO PERO DASILVA SE LA FALLO AL ULTIMO. ME QUEDO SATISFECHO PORQUE JUGARON CONTRA TODO
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