jueves, 1 de mayo de 2014

EL LOCO Y EL PELADO JUNTOS DE NUEVO.

Por Manuel Araníbar Luna
Hoy se encuentran nuevamente aunque no de pantalón corto en las canchas. Y los hinchas entrecierran los ojos y rememoran viejos tiempos de gloria. Sólo han pasado unos cuantos años y pareciera una eternidad. La pena que da es no tener al Pelado Bonnet  y al Loco dándose un baño de hinchada en el Gallardo, de volver a recibir el cariño que nunca se perdió.
Erick sí regresó al Gallardo aunque fue doloroso para él enfrentarse a su amado Sporting. Y pudo constatar que el cariño de la hinchada no mermó. Somos testigos de las lágrimas vertidas por algunos sufridos hinchas en la tarde de su reencuentro. Aquel domingo las barras le cantaron más fuerte el saludo  que cantan sólo para sus engreídos:
Olé, olé, olé, Olé, Locooo, Locoooo!
El ariete y el caudillo
Cuánta calidad en esta imagen. Cuánta entrega. Cuánta identificación con las barras, cuánto compromiso. Cuánto carisma y arrastre con las hinchadas celestes. Y cuántos recuerdos se agolpan en las antiguas camisetas, polos, gorros, llaveros y chalinas al ver nuevamente al ariete y al caudillo juntos, aunque no en el Gallardo ni en La Florida.
El Loco y el Pelao fueron los referentes  que continuaron abriendo trocha por la identidad, el cordón umbilical con la hinchada que durante años estuvo a punto de perderse. Ellos tomaron la posta que iniciaron don Rafael Asca, Anselmo Ruiz,  Antonio Sacco, Tachero Martínez; que continuaron Orlando Chito de la Torre, el flaco Quesada, Julio César Uribe y Alberto Gallardo. Todos ellos pusieron alma corazón y vida por los colores celestes.
Rompiendo la bola de insultos….
Erick soportó sucios ataques por declararse celeste a muerte. Fue blanco de innobles ataques de la prensa chicha y de dirigentes resentidos de clubes antiguos que predispusieron a las barras enemigas contra su persona. Y una vez lanzada la gigantesca bola de insultos que parecía imposible detener el Loco la atajó y la devolvió con la misma fuerza con la que se atrapa los balones en el estadio porque jamás lo amilanaron escarnios y ninguneos.
El dinamitero y desactivador…
Luis Alberto Bonnet, igualmente, puso todo lo que hay que poner por su amado equipo celeste. Supo jugar vendado, negándose a ser sustituido porque sabía que su sola presencia en el campo espantaba a las defensas rivales. El Pelao hacía los goles adelante y el Loco los evitaba en la valla. Luis Alberto entraba al área rival con todo y ni sentía las trompadas y codazos en los saltos. El valiente Loco se lanzaba como tigre a cortar entradas de rivales. El Pelao tenía dinamita en su incipente calva con la que destrozaba las redes, el Loco era el desactivador de explosivos en su área.

Tenemos un pálpito que sólo lo sienten los cerveceros, que algún día las barras volverán a cantar los gritos de batalla coreando los nombres de  ambos, el Loco y el Pelao, desde las tribunas del Alberto Gallardo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario