Por Manuel Araníbar
Luna
Hoy
se encuentran nuevamente aunque no de pantalón corto en las canchas. Y los hinchas entrecierran los ojos y rememoran viejos
tiempos de gloria. Sólo han pasado unos cuantos años y pareciera una eternidad.
La pena que da es no tener al Pelado Bonnet y al Loco dándose un baño de hinchada en el
Gallardo, de volver a recibir el cariño que nunca se perdió.
Erick
sí regresó al Gallardo aunque fue doloroso para él enfrentarse a su amado Sporting.
Y pudo constatar que el cariño de la hinchada no mermó. Somos testigos de las
lágrimas vertidas por algunos sufridos hinchas en la tarde de su reencuentro.
Aquel domingo las barras le cantaron más fuerte el saludo que cantan sólo para sus engreídos:
Olé,
olé, olé, Olé, Locooo, Locoooo!
El ariete y el
caudillo
Cuánta
calidad en esta imagen. Cuánta entrega. Cuánta identificación con las barras,
cuánto compromiso. Cuánto carisma y arrastre con las hinchadas celestes. Y
cuántos recuerdos se agolpan en las antiguas camisetas, polos, gorros, llaveros
y chalinas al ver nuevamente al ariete y al caudillo juntos, aunque no en el
Gallardo ni en La Florida.
El
Loco y el Pelao fueron los referentes que
continuaron abriendo trocha por la identidad, el cordón umbilical con la hinchada
que durante años estuvo a punto de perderse. Ellos tomaron la posta que
iniciaron don Rafael Asca, Anselmo Ruiz, Antonio Sacco, Tachero Martínez; que
continuaron Orlando Chito de la Torre, el flaco Quesada, Julio César Uribe y Alberto
Gallardo. Todos ellos pusieron alma corazón y vida por los colores celestes.
Rompiendo la bola de
insultos….
Erick
soportó sucios ataques por declararse celeste a muerte. Fue blanco de innobles
ataques de la prensa chicha y de dirigentes resentidos de clubes antiguos que
predispusieron a las barras enemigas contra su persona. Y una vez lanzada la gigantesca
bola de insultos que parecía imposible detener el Loco la atajó y la devolvió
con la misma fuerza con la que se atrapa los balones en el estadio porque jamás
lo amilanaron escarnios y ninguneos.
El dinamitero y desactivador…
Luis
Alberto Bonnet, igualmente, puso todo lo que hay que poner por su amado equipo
celeste. Supo jugar vendado, negándose a ser sustituido porque sabía que su
sola presencia en el campo espantaba a las defensas rivales. El Pelao hacía los
goles adelante y el Loco los evitaba en la valla. Luis Alberto entraba al área rival
con todo y ni sentía las trompadas y codazos en los saltos. El valiente Loco se
lanzaba como tigre a cortar entradas de rivales. El Pelao tenía dinamita en su
incipente calva con la que destrozaba las redes, el Loco era el desactivador de
explosivos en su área.
Tenemos
un pálpito que sólo lo sienten los cerveceros, que algún día las barras volverán
a cantar los gritos de batalla coreando los nombres de ambos, el Loco y el Pelao, desde las tribunas
del Alberto Gallardo.
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