Por Manuel Araníbar
Luna
Yair Clavijo hoy
cumple un año más. Ha llegado a los 19, no obstante no es una fecha para celebrar mas sí para meditar, sacar conclusiones, repasar lo aprendido con su trágica desaparición.
Entre
tanta desgracia, tanta pesadumbre, tanta amargura se pudo rescatar algo
siquiera. Su alejamiento logró unificar al menos por un tiempo a la hinchada
cervecera. Las tres principales barras lloraron su ausencia tomándose de las
manos, dejando de lado diferencias y apetencias personales. Su fallecimiento
obligó a poner más cuidado en los estadios, y por lo menos tratar de humanizar
el balompié que cada día está más robotizado.
Queríamos
olvidar estos momentos amargos, sin embargo es difícil.
Es
difícil olvidar a Yair, toda una promesa
para el equipo celeste en especial y para el futbol peruano en general.
Es
difícil olvidar que algunos medios lucraron con las imágenes de sus últimos
minutos de agonía, repitiéndola una y otra vez para estimular el morbo y con
ello ganar audiencia…
Es
difícil olvidar que la codicia no tiene fronteras…
Es
difícil olvidar que un equipo rival, perdedor de dos finales consecutivas
exhibió un desfibrilador como trofeo de guerra.
Es difícil olvidar que, además, su dirigencia y su
comando técnico mostraron que la voracidad por ganar un campeonato no tiene
límites…
Es
difícil olvidar que la envidia animaliza a algunas personas, a tal punto que un
integrante de ese mismo equipo celebró un gol burlándose de los últimos
instantes de vida de la joven promesa…
Se
aprende mucho cuando alguien se aleja. Pero es una desgracia que lo aprendido no
alcance para devolver la vida a Yair…
Yair
Clavijo, la Hermandad Celeste te extraña…
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