Por Manuel Araníbar Luna.
Qué
lástima que no tengamos la cantidad de archivos escritos y gráficos de aquella
década de los cincuenta. Hoy, con la internet y los enlaces globales, es muy
fácil retener fotos y videos. Hace 58 años no existía la televisión, tan sólo la
radio y los noticieros que propalaban en los cines. Existían sí las fotos y
dibujos coloreados, y mas nah, como dicen
los muchachos hoy en día.
Si
hubiéramos tenido aquellos adelantos, todos hubiéramos experimentado la
sensación que disfrutamos unos pocos hinchas, porque en verdad sólo éramos un
puñado: el placer y la emoción del Sporting Cristal saliendo a la cancha
capitaneado por don Alfredo Cavero secundado por el guardavallas don Rafael
Asca y los otros guerreros.
Ese extraño brillo celeste…
Las
chompas de los arqueros cerveceros no se distinguían gran cosa de las de los
otros equipos, pero la camiseta de los jugadores cerveceros, ayayay, tenían un brillo especial, imposible de
describir. Era un celeste lustroso que lo más cercano con lo que podemos
comparar es con el brillo de las banderolas, de los trajes de los cosmonautas.
Ignoramos qué tela era. Las señoras que son las que saben de estas cosas dicen
que la tela que tiene ese brillo sin duda alguna es el satén, otras dicen que
es el raso. Y bueno, es cosa que más saben las modistas. Nosotros disfrutamos con
ese brillo especial. Cierta tarde,
niños aún, pegados a la vitrina de la Casa Tito Drago en Jirón Moquegua, las
contemplamos más de cerca, maravillados de ese brillo refulgente.
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