CRISTAL REGRESA CON UN PUNTO: SOBRÓ ACTITUD PERO FALTÓ TIEMPO.

Por Manuel Araníbar Luna

No hubo el coctel de la semana pasada

Algunos lo reclamaban, y con marcada insistencia,  desde hace fechas, muchas veces sin asidero racional, el desgano y la falta de actitud. Pues bien, si hoy  no se ganó no se le puede echar la culpa a ello. Llegaron al área rival como les dio la gana, no con la palomillada de pelotero de fulbito de aquel segundo tiempo con Vallejo que nos hizo pensar que había se había llenado por fin la coctelera del estilo Vivas cabeceado 50/50 con el estilo “palomillas del Rïmac”, pero sí con convicción, con deseos de arrasar al estilo Atila, arriesgando todo el jurel que había dormido ya 24 horas.

Un árbitro que temblaba

Porque un par de horas más y el pescado iba a empezar a apestar. Se tenía que anotar sí o sí. Y esa fue la tónica. Hubo un poco de desorden, también, por la desesperación, porque los celestes jugaron con un ojo puesto en el reloj y el otro en el arco contrario. Es que sólo había en la bandeja 35 minutos y un pequeño cachito que no sirvió para nada porque el árbitro, temeroso y con la orden de CONAR de no enconar pasiones,  de no soplar una pachotada, de no crearse problemas, no dio los minutos adicionales ya que hubo cuatro cambios.

Además, los celestes se cuidaron mucho también de poner la pierna fuerte o reclamar, debido a la tradicional costumbre de los árbitros peruanos – y muchos sudamericanos- de compensar una expulsión con otra, un penal con otro, para evitar la crucifixión (y regresar a casa con su respectiva mermelada).

Una Coaster atravesada…

Los minutos pasaban y en  el arco de Melgar habían cuadrado atravesada una Coaster rojinegra, ¡así quién anota! Claro, jugaban con uno menos y nadie los va a obligar a que salgan, como sí salieron ante un par de descuidos de la zaga celeste. Pero menos mal no anotaron, y hubiera sido injusto porque ese partido, cachete, se pudo haber ganado el domingo tal como se estaba jugando. Pero en fin, se regresaron con un puntito de plata y el sinsabor de haber podido traerse los dos restantes y agarrar el timón del grupo irregular donde están los cerveceros.