Por Manuel Araníbar Luna
Es
muy conocido el cariño de doña Esthercita Grande de Bentín y don Ricardo Bentín
para con el club, con los jugadores y todos los trabajadores. Anécdotas hay
muchas pero por pedido propio de doña Esthercita casi nunca se mencionan.
Doña
Esthercita se preocupaba de los mínimos detalles, de las más pequeñas
preocupaciones de los jugadores a quienes consideraba como a sus hijos. ¿Que se
iba a casar uno de ellos? Ya doña Esthercita le estaba preparando un buen
regalo. ¿Que uno de los hijos de los jugadores estaba enfermo? Ya doña
Esthercita les estaba solventando los gastos de medicina, hospital y movilidad.
¿Qué alguien no tenía para pagar el alquiler de la casa? Doña Esthercita le
daba la cuota inicial de una casa nueva. Así era ella de generosa. Pero a la
vez exigía varias cosas:
Discreción.
Ella ayudaba siempre desde las sombras. No le gustaba la figuración ni que su
nombre aparezca en ningún acto de caridad pese a sus fuertes desembolsos para
este tipo de ayuda.
Lealtad.
Quien pertenecía al club debía ser leal a capa y espada. Tampoco debía despotricar
del club. Además nadie tenía por qué quejarse, pues todos eran bien tratados
Respeto.
Nadie podía ser protagonista en actos de libertinaje, borracheras y escándalos
en la vida pública. Quien jugaba por el Sporting Cristal debía ser un ejemplo
para los jóvenes. A muchos buenos jugadores se les canceló el contrato por su
vida disipada.
Doña
Esthercita era además muy exigente en los más mínimos detalles. Escogía el
diseño de los atuendos de todas las disciplinas deportivas del Sporting
Cristal, desde fútbol hasta básquetbol. La
última palabra la tenía que dar doña Esthercita. Ella tenía que dar el visto bueno.
Cierta vez se había comprado todo un juego de camisetas deportivas. Doña Esther
entró al club y vio que las camisetas no tenían el tono de celeste que a ella
le gustaba.
-Ahorita
se llevan esas camisetas –reclamó-. Este tono
es demasiado claro. El color de las camisetas debe ser un celeste
oscuro.
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