Por Manuel Araníbar Luna
Apareció como volante por derecha. En sus inicios
era un chibolo correlón. Encimaba, dribleaba a toda velocidad y metía sus centros
muchas veces desordenados que se iban afuera de la cancha. Regresaba sin rumbo
y por momentos se ofuscaba cuando le cerraban el paso. Poco a poco fue
encontrando su compás, repasando sus yerros en sus videos, reconociendo sus
equivocaciones e imprecisiones.
Hasta que Mosquera, con la pupila de los maestros,
lo ubicó como marcador. Al principio se perdía, se sentía un tanto atado. Pero
cuando su DT psicológicamente le dio la confianza suficiente para proyectarse,
sacó lo que tenía guardado dentro de los chimpunes pero que no se atrevía a
sacar: el poder de recuperación, el retorno rápido, la velocidad, no sólo para
proyectarse sino para pelear y recuperar bolas perdidas. Aprendió de memoria
los cruces y relevos necesarios, y a ubicarse de modo expectante cuando su
compañero marcador cubría su lugar.
Y sorprendiendo a todos, esto lo fue aplicando muy
bien, hasta que fue contratado para Ucrania. Lamentablemente la lesión y el
cupo no bien llevado de extranjeros lo hicieron guardar banca, aburrirse y
regresar. Y lo hizo con la cabeza alta, pese a los denuestos y la siempre
malévola cachita de la prensa adversa a los celestes. Y retornó ganoso, con la expresa
voluntad de campeonar. Así lo declaró a los medios.
De
tuya y mía.
Y anoche entró a la cancha con esa sangre
caliente, con ese pundonor, con esas ganas de ganar. Y no entró correlón como
un potrillo loco en la pradera, al estilo Percy Olivares, sino tocándola en
pared, tal como se juega en pistas, veredas y
losas deportivas de todos los barrios del Perú.
Algunos aducen que ese toquecito en pared no es
aplicable al futbol moderno y le ha hecho mucho daño al fútbol peruano por que
ya no es aplicable, por obsoleto, porque retrasa al ahora vertiginoso fútbol
estilo europeo.
Pero anoche ese toquecito enloqueció a los
argentinos, tal como lo hiciera en las eliminatorias para México 70, y que
Mosquera volvió a aplicar cuando los rivales cada vez que enfrentaban el veloz
y mortífero ataque de los delanteros celestes llegaban al Alberto Gallardo a
poblar el medio campo con seis y siete jugadores. Pues bien, Markarián hizo lo
mismo. Y así se les jugó a los ches.
Antes del encuentro, Lucho Advíncula fue
ninguneado, desconsiderado por la crítica “especializada” (¡uff, qué palabreja
tan injusta!). Y al final del encuentro salió del Nacional convertido en uno de
los mejores valores del seleccionado peruano, tanto así que hasta sus propios
detractores, algunos comentaristas de los medios televisivos conocidos por sus
poses anti-Cristal, reconocieron sus méritos. Así se juega, carajo.
Los
dos gatitos
Creíamos que Markarián, sabiendo que el
representativo argentino tiene un dificilísimo ataque comandado por Messi, Di María
e Higuaín, ordenaría a Lucho Advíncula que se quede esperando bien atrás para
cuidarse de los balonazos a sus espaldas. Creímos que iba a tener miedo a jugar
fuerte, no por miedo al rival sino por la negativa trascendencia de una posible
metida de pata suya.
Y la pata la metió, pero la metió bien fina y
bastante justa, recuperando bolas perdidas, saliendo a tocarla y proyectarse
para esperarla y devolverla o centrarla. Así se juega, carajo.
Usaín entró atrevido, conchudo, incisivo. Algunos
locutores argentinos lo confundían con Farfán, y los jugadores visitantes
cayeron en el mismo bache porque su entrenador Sabella les había dicho “che,
tapen a Farfán”, pero se encontraron con dos Farfanes. Tocaban casi igual,
trocaban puestos bien pegados a la raya de cal. Uno salía y el otro entraba,
jugando como dos gatitos, tanto así que los parrilleros, al ver dos figuritas
iguales, creyeron que eran mellizos. Así se juega, carajo.
Una
treta en Zeta
Hasta que llegó la jugada clave del partido. Los
jugadores ches, esperando el centro de Loba, se pegaron en fila a los
delanteros peruanos. Tiro libre que cobra Loba, quien hace la inesperada, jugándola cortita para Cruzado. Los argentinos sonrieron creyendo que
era una ingenuidad. Pero Cruzado, haciendo caso a su apellido, se la cruza al
Lucho Advíncula quien entra solo corriendo como escapero por la derecha,
mientras los argentinos se burlaban, “!pero che, qué tiro libre es este!”
Lucho la pesca y la mete a rastrón. Una zeta
perfecta: Loba – Cruzado – Usaín – Zambrano. Este se mete casi arrastrando los
cocos de sus chimpunes, la pesca mordida, pero la bola entra de todas maneras
porque el encargo ya estaba dado. La treta en forma de zeta era demasiado
perfecta como para que la rechoncha no pase, tenía que entrar y entró.
Estallido de las tribunas. Misión cumplida, Lucho. El Perú te lo agradece y
ese señor gol tiene que ver mucho
contigo. Así se juega, carajo.
BUENA USAIN, TE PASASTE NEGRITO, LA HICISTE Y LE TAPASTE LA BOCA A LOS RESENTIDOS
ResponderBorrarFUERZA CRISTAL, CARAJO!!!
ahora que hablen las gayinas y gonkas. tmr, todo el Perú vio tu tremendo partido.
ResponderBorrarfelicito además al autor de la crónica por su extraordinario estilo, muy original y muy particular que no se parece a ninguno de los que escriben en los periodicos.
acabo de leer sus articulo sobre julinho y verdaderamente me he matado de la risa. buenaso lo recomiendo.