Escribe: Manuel Araníbar Luna
Minutos antes del encuentro habíamos visto a Carlos Lobatón cojeando, con una inmensa bota de yeso y demostrando su pesar por no poder participar en el encuentro.
Esta imagen del Loba nos hizo creer que Leandro Franco seguramente estaría en las mismas condiciones: con cara de pena, de deuda, de velorio, cojeando con la ayuda de un bastón, paseándose como un anciano a pasos lentísimos para no aburrirse en casa.
Minutos antes del encuentro entre Sporting Cristal contra Universidad César Vallejo nos topamos de casualidad con Leandro Franco en uno de los pasillos que llevan al sector prensa del Estadio Nacional. No diremos que estaba feliz, porque un futbolista impedido de jugar por causa de un prolongada recuperación no lo va a estar jamás, pero la serenidad de su rostro lo decía todo: sonriente y optimista, una amplia sonrisa para todos los hinchas celestes que le solicitaban autógrafos y fotos para posar al lado suyo.
A diferencia de otros futbolistas de origen brasileño que viven hace ya muchos años en Lima – por ejemplo, el carismático Julinho – su pronunciación del castellano es buena, su acento brasileño se da a notar muy poco; y sus frases las adorna con peruanismos bien criollos. Este último detalle nos dice que su comunicación con el resto de sus compañeros es fluida, por sus expresiones dicharacheras.
Nacido el 10 de agosto de 1981 en Brasil, padre de un niño llamado Nilsson, 1.75m. de estatura, 72 kilos declarados (tasándolo al ojímetro, le añadimos cinco más. Y lógico, ha estado lesionado durante varios meses), Leandro Franco se mostró llano a declarar para el Portal Celeste.
- ¿Cuándo jugarás un partido oficial, Leandro?
- En treintaicinco o cuarenta días – afirmó sin dejar de sonreír -. Extraño la práctica del fútbol. ya me verán jugar, dejando el alma en la cancha y tratando de hacer las cosas como lo exige el DT Mosquera y esa hermosa hinchada cervecera.
La entrevista se interrumpió cuando entre ovaciones de las cuatro tribunas hizo su aparición el elenco celeste capitaneado por Erick Delgado. Al empezar el partido, Leandrinho mostraba serenidad, pero a medida que se fue calentando el partido y al ver las situaciones que se suscitaban en la cancha, vivió el encuentro como un hincha cervecero. Cuando el elenco trujillano adelantó el marcador, se tapó el rostro con ambas manos, pero inmediatamente después, observando que los celestes pugnaban por el empate, desde su asiento daba aliento a sus compañeros de equipo, apurándolos, indicándoles con señas las posiciones que debían ocupar.
Su alegría afloró con la obtención del primer gol celeste anotado por el charapa Rengifo. Saltó y ovacionó a sus compañeros celestes con los puños cerrados y se abrazó con sus vecinos de asiento, todos ellos hinchas del Sporting Cristal.
Luego, al adelantar nuevamente el marcador el elenco de Trujillo, Franco empezó a comerse las uñas. A las postrimerías del encuentro, el Charapa anotó de cabeza por centro de Yotún, y la explosión de las tribunas no acalló el grito lanzado por un jugador que vive agradecido por el buen trato que se le da en el elenco cervecero, y que graficó abriendo los brazos y vivando al cuadro celeste con un grito estentóreo.
Luego del silbatazo final, dio un suspiro de satisfacción al haber obtenido el empate en un partido que se pudo empatar.
- Pudimos ganar – dijo apenado –, pero el arquero de Vallejo nos lo impidió. Me voy con un sabor agridulce, pero sé que las cosas van a seguir mejorando.
En resumen, ayer vimos en Leandro Franco la imagen de un hincha identificado con la camiseta celeste. Nos hizo recordar a Julio de Andrade Moura, Julinho para más señas, quien vive los partidos de Cristal en similar actitud, con la sinceridad de un profesional que se hace querer, y que en reciprocidad se enamora de la bandera celeste, con la alegría de estar bien tratado desde el inicio hasta el fin de su contrato. Todo un ejemplo.
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