Por Manuel Araníbar Luna
Bastaba chequear el puntaje de ambos equipos -los dos encabezando el tablero-, las individualidades de ambas escuadras, y el estilo que le están imponiendo ambos directores técnicos, para colegir que este iba a ser el partido de la fecha, aunque – como suele suceder -algunos medios ignoraron este detalle. En fin …
Como ya se ha hecho costumbre, el equipo celeste se puso el overol y salió a madrugar al rival. Y casi lo consigue. A los 5’ Advíncula sorprendió a todos, hasta a sus propios compañeros. Apuntó, descargó un poderoso misil a media altura y la pelota avispada sacudió al poste. “Se viene una goleada”, decían los hinchas frotándose las manos. Sin embargo, las incesantes llegadas de los arietes celestes eran anuladas por el arquero Ferreyra que estuvo en una gran tarde, pues le quitó el aviso luminoso de gol a una llegada de Ross. (¡Junior, esa pelota bien la pudo meter Steve Wonder!). Claro, es de notar que el arquerito achicó bien. Y así, como jugando a la de mentirita, los delanteros celestes desperdiciaron un par más, perdonándole la vida a la visita. Valverde (13 de nota) también llegó pero la desvió como si le hubieran movido el arco.
Mas los trujillanos tenían lo suyo. Como si la pelota fuera invisible, un centro venenoso fue ignorado por toda la línea de cuatro y por el Loco. Mientras todos lo de la retaguardia se decían “sal tú que te toca a ti”, Malingas hizo la más simple, cabeceó y la empujó a las redes. Gol de la Universidad que había llegado poco, pero fue efectiva.
Empezando la segunda parte, Mosquera saca a Carranza (12 de nota) y a Advíncula (13 de nota), para ordenar el ingreso de Delgado y Shoro. Durante los quince minutos del descanso, y con la sangre en el ojo, el DT celeste les había dado su jalón de orejas por descuidar las marcas, por dejarles la puerta sin candado a los trujillanos, por haberse olvidado de comprar medio kilo de puntería en la botica. Los celestes continuaron llegando e insistiendo por todo lado, mucho más por alto que al ras del césped, hasta que el Charapa, cargoso y luchador, se invitó solo al área chica y, entre una maraña de jugadores, aprovecha un centro y la clava, haciendo despertar las ovaciones de la tribuna. Ahora había que apurar las acciones. Las órdenes eran bastante claras: aprovechar ese deber sagrado que es obtener una victoria como local.
Mas los cementerios siempre reciben con las puertas abiertas a las buenas y santas intenciones cuando una línea defensiva timorata no impone respeto ni asusta, cuando los armadores no levantan la cabeza para chequear el panorama, cuando los delanteros juegan aislados como leprosos y, por último, cuando no la embocan en la buchaca. El equipo estaba largo, la zaga estaba muy abierta, no funcionaban los relevos, se perdían pelotas en salida, se jugaba al pelotazo por alto. Para graficarlo mejor, digamos que se llegaba con modernas AKM pero sin municiones. Cinco minutos después del gol de empate, el Johan se pasea con la pelota por toda la línea del área grande, convirtiendo a la zaga celeste en una hilera de troncos, la centra y - mala pata, mejor dicho mal hombro – la pelota choca en la clavícula del Neca y se mete a las mallas sin pedir permiso al guardián Erick : dos a uno.
¿Qué pasaba?
Muy sencillo, el desorden se debe rectificar desde adentro hacia afuera. Primero debes ponerte el casco y después sales a disparar, pero el cuadro rimense atacaba sin siquiera ponerse el chaleco antibalas.
Shoro, quien ya debe estar bordeando los 97 kilos, cargoseaba con la sana intención de ver su nombre al día siguiente en letras inmensas como el goleador del partido, pero perdía situaciones hechas. Rengifo (17 de nota), bajaba a recibir pelota desde atrás, porque se moría de hambre en el frente ofensivo.
Mosquera hace un cambio que se pedía a gritos. Saca al Neka (13 de nota) que estaba desmoralizado por haber anotado en su propia valla y hace entrar al Burrito Mariño (nota 15), con la intención de guardar los pelotazos en la mochila del utilero y elaborar paredes con el Pincel (15 de nota). Las cosas mejoraron en la creación de ataques. Yotún (15 de nota) recordó que tenía que proyectarse e invadir trincheras contrarias. Douglas Junior Ross, (17 de nota), quien ya había perdido un gol más fácil que la tabla del uno, atacaba por todos los frentes, creaba situaciones de peligro. Arriba el Charapa y el Shoro eran una pesada carga para la defensa contraria, tan pesada que, en un centro plagado de cicuta, el José Manuel Shoro con sus 97 kilos aplasta involuntariamente al golero Ferreyra y lo saca del partido. Apuesto que si el Shoro pesaba unos diez kilitos menos hubiera podido saltar más alto y conectarla hacia abajo, y no hacia las nubes.
El ataque entonces se hacía incesante, el tiempo apremiaba, se jugaba contra el reloj y contra el árbitro, todos se apuraban. Había que empatar como sea. Se cumplió el tiempo reglamentario y el del pito añade seis minutos de agonía, de inquietud, de desesperación. El Victor Yoshimar recuerda entonces que sabe desbordar como el río Amazonas, recibe una pelota de Ross, la mata más con los abdominales que con el pecho, engancha y centra. El Charapa (18 de nota), esperando donde se debe esperar, vence al Joel Flores de un mitrazo contundente, recoge la bola y se la lleva al centro del campo. Me gustó esa acción, no había tiempo para celebrar el gol. Había que ganar, pero el tremendo juez sopletea. Todos a su casa.
Uf, qué alivio para algunos. ¿Alivio? No, ni de vainas. El alivio lo sienten quienes entran a la cancha con el deseo de empatar. Quienes aspiran a una victoria no deben sentirse aliviados jamás.
CODA
1. La defensa estuvo un tanto blandengue, aunque sin llegar aún a la categoría de ‘mazamorra’. Ayr (13 de nota) por alto estuvo invencible. Todas las ganó aunque por abajo se le escaparon algunos pericotes trujillanos. Walter Vilchez (13 igualmente), lo mismo de lo mismo. Valverde y Yotún - lo dicen todos- la hacen mejor de volantes que como marcadores de punta.
2. El Renzo Santiago - muy marcado - tuvo unas de cemento y otras de arena gruesa, intercaladas con algunas pinceladas de porcelana fina. Con la llegada del Burrito empezó a tocarla y a crear paredes que hicieron flecos a una defensa trujillana que no sabía a quién vigilar. Los centros llegaban incesantes para que los aprovechen los arietes celestes. Así fue como llegaron los goles.
3. Arriba, el Shoro y el Charapa se propusieron cumplir con la tarea que Mosquera siempre les escribe en la pizarrita: cargosear, insistir, alborotar a los contrarios robándoles pelotas, taparles las salidas, trocar puestos y, la faena más importante de un centro delantero: embocarla, pero se perdieron goles más cantados que el Himno Nacional.
4. La pelota entró sólo dos veces, y salimos del Nacional con la sensación de que el conjunto cervecero pudo ganar hasta por tres goles de diferencia. Para el partido de visita contra Unión Comercio sólo falta ensamblar, afinar y encajar algunas piezas en la defensa, trabajar mucho en la anticipación y el relevo. En los partidos con equipos difíciles hay que ponerle un acompañante a Cazulo. Y, por último, inculcarles un poco de seguridad para la definición a los delanteros. El resto bien, gracias y buenas noches.
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