Escribe Miguel López-Cano Bassanini.
Y no estamos exagerando, amigos celestes. Cristal se banqueteó con un débil conjunto porteño. La totalidad del equipo funcionó como un reloj. Si bien existieron algunas vacilaciones de definición en el primer tiempo, al correr de los minutos, el equipo celeste fue asentándose, agarrando viada, calentando motores. Llegaban los delanteros pero el gol no llegaba. Hasta que ese fabuloso gol de tiro libre de Lobatón abrió la brecha para la llegada de la tanda.
Todo ese primer tiempo se jugó en cancha rosada. Erick no tuvo trabajo. Y esto quiere decir que la defensa anduvo bien. Salvo una descoordinación en el primer tiempo, donde la pelota pegó en el travesaño que custodiaba Delgado, la zaga aprobó su primer partido oficial.
Pero lo que nos gustó fue el abanico de variantes del ataque cervecero. Se tocaba en corto, se abría la cancha, se triangulaba. Muchas variantes ofensivas y, sobre todo, sorpresa. Hemos visto alrededor de diez o doce pases al vacío para entradas sorpresivas de jugadores a velocidad fantástica. Y esto no sólo de delanteros por fuera, sino de todos. Estos ataques desconcertantes se repitieron una y otra vez, multiplicándose durante el segundo periodo.
En el elenco cervecero todos aprobaron, a pesar de que Irven sólo tuvo algunos chispazos. Junior Ross descolló como el mejor jugador del campo. Cada entrada era un ataque de pánico en la débil defensa rosada. Junior coronó su gran noche con un hermoso gol de sombrero.
Felicitaciones, muchachos, este triunfo nos hace ver el campeonato con optimismo. Extendemos estos elogios a Mosquera, quien nos dejó satisfechos con su planteamiento.
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