Esta
anécdota se nos vino a la memoria al acercarse el encuentro del Cervecero ante
Peñarol por la Libertadores de este año. Nos la contó el maestro Luis Miguel
López—Cano quien hoy se encuentra delicado de salud. Don Miguel nos pinta un
vívido cuadro de aquellas épocas sin TV por vía satélite y sin internet. El
único medio para transmisiones deportivas en vivo era la radio.
Por
Luis Miguel López Cano
Esta frase de
don Luis Miguel López—Cano, el Maestro Celeste, nos dejó pasmados. “Fíjate
hasta qué punto soy hincha del glorioso Sporting Cristal”, añadió.
“Esto sucedió el
año 68. En aquella Copa Libertadores, Cristal estaba invicto, con un Didí que
hacía sus pininos como entrenador, y
para clasificar tenía que ganar sí o sí. Peñarol tenía un cuadrazo que había
obtenido la copa un par de veces con una delantera maldita en la que jugaban
Rocha, el peruano Juan Joya Cordero y el
ecuatoriano Spencer.”
—Cuéntanos esa
anécdota, Luis Miguel.
Dos historias paralelas...
Don Luis Miguel
cruzó las piernas, se acomodó los anteojos y prosiguió con su apasionada manera
de hablar del equipo de sus amores.
“Son dos
historias paralelas que se entrecruzan un mismo día. Una transcurre en el
colegio, y la segunda en Montevideo durante el
duelo entre Peñarol y Sporting Cristal por la Copa Libertadores de aquel
año.”
“Se respiraban
aires triunfales en nuestro colegio, puesto que por nuestra presentación, porte
y disciplina estábamos entre los favoritos para ganar el gallardete que se
otorgaba anualmente al colegio de Lima que mayor puntaje lograra en el tradicional desfile de colegios por el
aniversario patrio.”
Un equipazo...
“Paralelamente,
el Sporting Cristal tenía un difícil compromiso: para clasificarse estaba
obligado a ganar en Uruguay sí o sí. Estábamos invictos. Teníamos un gran
equipo con Rubiños, Campos, Chito De La Torre, Mellán, Tito Elías, Mifflin, Del Castillo, Jorge
“Gato” Vásquez, Tadeo Risco.”
“En Lima, no
había aún televisión vía satélite. Teníamos que resignarnos a escuchar aquel
emocionante partido por la radio. Los aficionados se reunían en su hogar, o en
las esquinas para escuchar las emocionantes narraciones de los exagerados
locutores deportivos limeños. Los pocos hinchas celestes estábamos ya
preparados para ello. Yo era aun un larguirucho estudiante de quince años que
no me perdía un partido del Sporting Cristal en el estadio, o por la radio cuando
jugaba en el extranjero.”
“Y tremendo baldazo de agua sucia: justo ese día
se les ocurre hacer la revisión de la formación militar. Cuando me enteré de
tal revisión, todos mis planes se echaron por la borda. ¿Y ahora cómo saber las
incidencias del encuentro? ¡No, yo era un fanático celeste y no me lo podía
perder ni de vainas! Esos partidos se viven en caliente, comiéndose las uñas y
comentándolo con los amigos. La emoción no es la misma al leer las noticias al
día siguiente cuando la pasión está ya apagada.”
“Tenía que urdir
un plan, porque ese partido tenía que escucharlo a como dé lugar. Llevé
mi pequeñísimo radio a
transistores, el cual escondí muy
solapadamente en mi bolsillo, y el cablecito del audífono lo pasé por adentro
de mi camisa para colocarlo en mi oreja derecha. El problema era
que, por mi estatura, me ubicaban siempre en la primera fila, lo cual era un
peligro, puesto que estaba expuesto a la exigente observación del oficial del
ejército.”
Callejón oscuro...
“El instructor
de pre—militar apellidado Taboada, un hosco y gritón oficial del ejército, era
una especie de verdugo malgeniado de la guardia vieja que no nos perdonaba la
mínima falta. No admitía risitas, engreimientos ni nada que quebrara la
disciplina. Sus castigos eran severos, y ante cualquier acto de indisciplina,
el escarmiento más suave consistía en treinta planchas o lagartijas, y el más bravo era “el callejón
oscuro”:
—¡A ver
alumnoooos! Callejón oscuro para los dos
últimos en la formación!
Y si la falta
era más grave, el callejón oscuro era de tres vueltas, ¿imaginas lo que era
eso? ¡Recibir patadones de tus treinta compañeros,
tres veces cada uno!
La narración...
Bien, yo no me perdía aquellas transmisiones
radiales de “Pregón Deportivo” de don
Oscar Artacho y “Ovación” de Pocho Rospigliosi. Todo iba muy bien, mi radio me
tenía al tanto de las incidencias. Los uruguayos no se desesperaban puesto que
un empate les otorgaba la clasificación. Pero los rimenses tenían una delantera temible y, a los 17
minutos del primer tiempo, Tadeo Risco rompe la monotonía del partido y les
destraba la lengua a los locutores, metiendo el gol celeste de tremendo
huaracazo.
“Goooool de
Sporting Cristaaaaal, Gooool – reventó el micrófono el narrador.”
“¡Baaaarrington
el casimir perfecto de puuura lanaaa! – aulló el locutor de comerciales.”
“¡Goooooool! –solté el grito más fuerte que el del locutor que me estaba destrozando los
tímpanos justo cuando pasábamos frente a la tribuna oficial. Un adolescente de
quince años no se aguanta así nomás y yo no iba a ser la excepción. Solté toda
la adrenalina al escuchar el grito con el que había estado soñando hacía casi
una semana. Y después de ese gol, ya no me importaba que el director muriera de
un infarto o que se acabara el mundo".
“Y parecía que
en verdad el mundo se acababa, al menos para mí. Después del gusto vino el
disgusto: Por ese grito escandaloso de un hincha fanático perdimos el
gallardete. Mandaron llamar a mi viejo, con la advertencia de que si no iba a
la citación para recibir el respectivo sermón, yo —su hijo fanático— iba a
ser expulsado del colegio.”
Con cara de autogol...
“Mi padre llegó
visiblemente preocupado a la oficina del director. Lo pusieron en autos con ese
gesto de velorio que ponen los directores de colegio cuando uno de los alumnos
está en falta. Mientras tanto, agaché la cabeza con cara de autogol.
Primero, porque mi amado Sporting Cristal había perdido la clasificación y,
segundo, me iban a expulsar”
—¿Qué? —dijo mi
padre en magistral jugada psicológica para ponerle paños fríos al asunto— ,
¿por eso nomás me han mandado llamar? ¡Ah, yo creía que era por algo más grave,
que Luis Miguel había asesinado a alguien o lo hubieran pescado fumando
marihuana en el baño!
“Al día
siguiente fui reintegrado a clases con una severa amonestación. Al ingresar al
salón, mis compañeros celebraron mi osadía. Algunos me palmotearon y me alzaron
en hombros como a un héroe que se había rebelado contra la férrea disciplina
pre—militar Pero no, no era nada de ello. Un adolescente fanático actúa así por
el equipo de sus amores.”
“Y, en lo
referente al partido, por desgracia, Peñarol nos empató con gol de Spencer en
las postrimerías del encuentro, en descarada infracción porque a Rubiños lo jalaron del pantalón. Con este
resultado Peñarol se clasificaba y el Cristal, cosa curiosa, quedaba eliminado
a pesar de estar invicto”
...
Pero los recuerdos de aquel partido no terminan. Don Luis Miguel en la próxima entrega nos mostrará un poema de un hincha uruguayo al Sporting Cristal.
me gusto ese partido porque no le tuvieronmiedo a nadie. si asi jugaran siempre
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