jueves, 9 de junio de 2011

Vásquez: “Le ganamos al Dínamo de Yashin, Botafogo con Garrincha y Palmeiras con Djalma Santos”


Por: Manuel Araníbar Luna

Los fanáticos celestes que no han llegado aún a la base cuatro han escuchado muy poco, casi de pasadita, de muchas figuras celestes de la década del sesenta. Jorge el “Gato” Vásquez fue uno de quienes destacaron en aquella época. Integrante de aquella promoción juvenil del Centro Iqueño que llegara a La Florida en esos años, quedó un tanto eclipsado por la cobertura mediática que obtuvieron otros grandes rimenses como Alberto Gallardo, Mifflin, Tito Elías, Orlando Chito La Torre, Fernando Mellán. Tierno, un minino aún, fue jalado por el Sporting Cristal, debido al gran trío central que formó con Peláez y Escobar. A pesar de su juventud destacó en partidos internacionales. Antes de vestir las sedas celestes reforzó a Municipal contra Santos y contra Sao Paulo, reforzó a la ‘U’ contra el River. No es poca cosa.

Era un número 10 de los de entonces. Tenía un estilo peculiar. Jugaba bastante adelantado pero bajaba a recoger, acompañar y repartir. Corría ligerito como puntero, cargaba como centro forward y anotaba goles. Armaba y repartía juego en la época de Alberto Gallardo, el inolvidable Jet quien con sus matracazos eclipsó a otros goleadores celestes. El Gato, al lado del Cabezón Mifflin, se convirtió en uno de sus pasadores de pelota.

- ¿Era usted un media punta?

Digamos que yo era un tres cuartos de punta je, je… Pero bajaba al medio a recoger y armar. Nunca fui egoísta, se la pasaba al que estaba más a tiro de gol. Siempre se la pasé a Velita Aquije, a Risco, a Del Castillo, a Gallardo. Salíamos tocando con del Castillo, Peláez y Escobar. Los cuatro éramos tocadores. Cuando llegó Alberto Gallardo, un corredor fondista que no encajaba en ese tipo de juego, las órdenes de Didí eran que se la picáramos a la punta para que desborde, la centre al área y cualquiera de nosotros la cabeceara. Pero el centro de Alberto nunca llegaba porque la picaba unos metros, dejaba atrás a su marcador y encajaba tremendo patadón que una de cinco veces vacunaba. Qué buenazo era Alberto, que en paz descanse.

-          ¿Y cómo fue, Don Jorge, lo del contrato para Colombia que se perdió por una demora?

Yo tenía una propuesta para Colombia por el América de Cali, cuyo DT era don Miguel Ortega, que había sido mi entrenador en el Iqueño. El día que partió, en el mismo aeropuerto me advirtió: “No te muevas de Lima, espera mi llamada de Colombia. Ni se te ocurra firmar por ningún equipo”. Estuve esperando cerca de un mes y la llamada nunca llegó. Así que nosotros, (Escobar, Peláez y yo) firmamos por los cerveceros. Don Augusto Moral hizo las gestiones junto con don Lucho Balbuena y Kike Villavicencio. Una semana después llega don Miguel Ortega con dos dirigentes del América. Imagínate cómo se puso. “Es que usted no me llamó, pues”, le dije. ¡Lo que me contestó! Al otro día los muchachos me cantaban el bolero de Los Panchos: “Ya es muy tarde para remediar todo lo que ha pasado” A la semana debuté en Arequipa. Ganamos allá por 3 a cero y los tres goles fueron míos. ¡Qué contenta se puso doña Estercita!
Pero no me quejo, porque tuve la suerte de entrar a una institución grande como el Cristal para el que tengo sólo palabras de agradecimiento. Un institución de primera, con los esposos Bentín, don Ricardo y la señora Estercita, quienes trataban a los jugadores como si fueran sus propios hijos. Y unos dirigentes de primer nivel, muy buenos, como el doctor Osterling, el contralmirante Gálvez. No escatimaban esfuerzos para tener a sus jugadores contentos Todas las semanas antes de los partidos escuchábamos misa. Éramos una familia.

¿El más bromista? Había varios. Chito era tremendo palomilla, Velita era otro, al igual que Gonzales Pajuelo. Por último, Mifflin era un fuera de serie. Gallardo era más mesurado, se reía nomás de las bromas. Mellán hasta ahora es pura risa. Ahora bien, había divergencias como en toda familia, pero los trapos sucios se lavaban en casa. Nadie salía a declarar en los canales de TV contra un compañero, como se suele ver ahora.

- ¡Michi, michi, gatito!

La chapa me la pusieron Montenegro y Huaranga Daga cuando yo recién había debutado en el Iqueño. Jugaban ahí ‘Gelatina’ Del Valle, Olaechea, Allen, Novella.

La tía Rosita, una señora hincha de nuestro equipo que vivía con sus hijas, luego de un partido nos invitó a comer un sábado a su casa en Barrios Altos. Comimos y bailamos hasta muy tarde con sus simpáticas hijas. Yo era adolescente y no me gustaba el trago. No estaba mareado sino que me sentía cansado y sin saber cómo me dormí sentado sobre un sofá. Cuando desperté me puse saltón, no sabía dónde estaba, todo estaba oscuro. Me di cuenta que me habían quitado los zapatos. En plena oscuridad me puse a buscar mis tabas debajo de los muebles para irme. La casa tenía una inmensa sala antigua con altillo y piso de madera, uf, del tiempo de la colonia. Cuando me agaché a buscar mis tabas el piso traqueteó como cama en noche de bodas. Las morenas escucharon la bulla que hacía mientras estaba buscando mis zapatos debajo de los muebles y avisaron a su mamá. La tía, en camisón y chancletas, encendió las luces y creyó que tramaba algo malo.

-          ¡Oe, mocoso e’ miércoles, ¿qué haces gateando en lo oscurito? ¡Cuidadito nomás, que ahorita preparo seco de gato contigo!

Al día siguiente la tía se lo cuenta a los muchachos del Iqueño y entre Montenegro y Huaranga Daga empezaron batirme, “miau, miau, morrongo, michi, michi, gatito”. Un día llega a La Florida a cubrir el entrenamiento ese gran periodista llamado Guillermo Alcántara, se entera de mi Chaplín y al día siguiente lo publica pero, qué noble era el pata, no relata la historia detrás de la chapa. Para colmo, el runrún crece y se hace famoso porque en esos tiempos sonaba “El gato y la gata”, un tema del dúo Los Compadres. Como lo ves, no tengo ojos verdes, no araño ni me trepo a los techos. Si esa anécdota hubiera pasado en estos tiempos, ya estuvieran entrevistando a la tía del callejón de los Barrios Altos y me hubieran inventado un bururú con sus hijas.

-          ¿Con qué defensores tuvo más roces?

Cuando era atacante del Iqueño mis choques fueron, ¡adivina con quién!, con Eloy Campos y Orlando “Chito” De La Torre. ¡Esos dos no perdonaban ni al cura!. Después, cuando firmé por el Cristal, al toque nos hicimos grandes amigos. Pero mis mayores broncas fueron con Guido Mendoza, cuando este era back del Defensor Lima. La primera vez nos estuvimos dando todo el partido hasta que en una jugada casual chocó con mi codo y se rompió la boca. Don Lucho Garro, que en paz descanse, dijo por la radio que “esa agresión era para las páginas policiales”, pero juro que el moreno chocó con mi codo, hermano. Nadie me lo creyó. Je je, ¿tú tampoco, verdad? Después cuando Guido defendía al Alianza buscó la venganza y volvimos a chocar; y por último, cuando jugó por el Chalaco. En cada choque saltaban chispas, sin contar las mentadas de madre. Cosas del fútbol.

-          Usted es entrenador titulado, don Jorge. ¿Quién fue su mejor entrenador?

Yo me recibí hace casi ya 30 años. Mi instructor fue el fallecido Oscar Montalvo. Pero la mejor escuela son los entrenadores que uno ha tenido. Mira, de todos los entrenadores se aprende. El primero fue don Miguel Ortega en el Iqueño. Nos inculcó disciplina táctica. Sabía que los peruanos somos indisciplinados y en la cancha desobedecemos las órdenes. Luego llegó don Jorge Orth, quien sabía colocar al jugador en el lugar correcto. Además, gustaba de promocionar jugadores jóvenes. Nos dirigió cuando fui convocado a la selección para las Olimpiadas de Roma. Un grupo de chibolos entre quienes se encontraba Eloy nos ganamos la clasificación a punta de garra, pero después llamaron a jugadores mayores, más ranqueados y a nosotros nos dejaron de lado, pese a que nos habíamos ganado el derecho.

Waldir Pereyra, Didí, otro señor de señores. Un gran motivador, como luego se vio en la selección de México 70. No era de hablar mucho, pero nos daba confianza. “ustedes no tienen nada que envidiar a nadie”, nos decía, “y si nos hacen un gol no nos desorganicemos, sigamos jugando igual así nos hagan dos.” Además él le supo sacar provecho al juego de toque, de pared. Le gustaba el futbol de nosotros. “Nadie en el mundo hace paredes tan rápido como los jugadores peruanos”, nos decía.
Toto Terry y Vides Mosquera nos enseñaban mucho de tácticas y mañas. Se las sabían todas.

- ¿Quién era el titular en su puesto cuando llegó al Cristal?

Era Alberto ‘Cachito’ Ramirez, papá del muchacho que está jugando en la Universitario. Tapaba Reynaldo Párraga, al poco tiempo llegó Rubiños . Los de atrás eran Eloy, Chemo Ruiz, Chito De La Torre y Tito Elías. Los del medio eran Matías Quinto con Nico Nieri (tremendos pulmones). Arriba estábamos Pepe del Castillo, Pelaez, Escobar y yo -los tres del Iqueño que había pedido Didí- y Gallardo.

-          ¿Para usted cuál fue la mejor época del Sporting Cristal?

Todos coincidimos en que lo mejor fue el Cristal de los noventa. Pero nosotros no estábamos muy atrás. Al poco tiempo que entré le ganamos 5 a cero al Rácing que era el campeón de Argentina. Al campeón de Ecuador, Patria, le metimos 6 a 1. Campeonamos el 68. Al Dínamo de Moscú de Yashin – La Araña Negra- que era el mejor golero del mundo, le ganamos con gol de Eloy Campos. El bigotón metió un patadón, yo abrí las piernas y distraje al ruso. El gol me lo adjudicaron a mí, pero debieron dárselo a Eloy. Le hemos ganado al Botafogo con Garrincha; al Palmetiras con Djalma Santos.

LOS DE AHORA

Primero el Chorri. Me da gusto porque corre como si tuviera quince años. Al jugador, hermano, se le ve no por la edad sino por su rendimiento. Me da risa cuando escucho que está viejo. ¡Pero si es el que más corre! Tarek Carranza y Danny Sánchez tienen futuro. También me gustan Yotún y Advíncula, a quienes les falta aprender una que otra cosita, algunas mañas que sólo se las pueden enseñar los tíos, los viejos. Eso no lo enseñan los libros de fútbol sino la experiencia. A Gallardo lo hizo goleador Didí con todo su bagaje de conocimientos, enseñándole a patear con ambos pies, a olvidarse de los abucheos de la tribuna. Imagínate todo lo que les podemos enseñar los veteranos del Cristal.

Delgado es un arquerazo. si tiene roces con sus compañeros no hay que preocuparse, es una cosa normal. Un arquero que no guapea y no sabe mandar debe irse a su casa. El temperamento es lo esencial. Eso sí, hay que controlarlo, encaminarlo. Además Erick es camiseta celeste a morir. A mí me han expulsado, uf, muchas veces porque desde mocoso mis entrenadores me enseñaron a salir a luchar como si fuera una final. Y a veces uno se excede. ¿Qué quieren? ¿Qué uno se deje pisar el poncho? En el Cristal de los sesenta no había cobardes, todos guapeaban.

PASES PARA LOS VETERANOS

Ah, un último pedido. Hay veteranos del Cristal que se han roto el alma por la camiseta y cuando van al San Martín tienen que pagar su entrada. Debería haber una lista de ingreso gratuito para nosotros. A muchos se nos niega el acceso de manera un poco brusca. Esa es una falta de respeto. Y bueno, los empleados de la puerta no tienen la culpa, no nos conocen; ellos cumplen con su trabajo. Muchos ya ni quieren ir para no recibir desaires. y esto es doloroso porque otros clubes  dan buen trato, homenajes y entrada libre a sus veteranos.

Para despedir, espero de todo corazón, como fanático celeste, que el equipo de mis amores vuelva a ser lo que siempre fue: un grande, como en sus épocas doradas.

2 comentarios:

  1. Estimado Manuel, efectivamente como dice el "gato" Vásquez en un histórico partido le ganamos al Dínamo de Moscú del mítico Lev Yashín "la araña negra", para muchos el mejor portero de la historia. Fue en la gira que hizo por el Perú el equipo moscovita en diciembre de 1964. Te dejo la crónica de aquella visita:
    http://historiatradicionyfutbol.blogspot.com/2011/02/una-arana-negra-en-el-nacional-el.html

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    1. Gracias, Ernesto, y muy interesante tu crónica. Me hizo recordar ese partido que lo vi en el Nacional cuando era un mocoso.

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