Por
Manuel Araníbar Luna
PRIMER TIEMPO: TSUNAMI CELESTE
Silbatazo. Los celestes atacaban con
todo pero sin desesperarse. Entraban por derecha, por el centro, por izquierda
por fina cortesía de Loba, Chávarri y un Yoshimar estaban de lo más
punzo-cortantes.
El equipo arrancaba de bien porque
Loba tenía intenciones de clarificar el panorama. Era el eje, el pivote, el
mariscal de campo. Cortaba, barajaba y repartía con la destreza de un croupier.
Lo complementaba Chavarri que luego del papelón de su tarjeta roja ya dejó de
jugar a la de mentirita. Ya hilvanaba jugadas y compartía la bola. Por la
izquierda Yoshimar ingresaba como le daba la gana, cuantas veces se le antojaba
y metía centros tóxicos. Vilchez y Espínola le cerraban la puerta al grandazo
Chará. El loco Casas tapaba a Olcese que sólo la veía pasar. Germán Rivera
cortaba bien, pero cuando se adelantaba no llegaba a los pelotazos que parece
que se los mandaban para cronometrar su velocidad: se le fueron cuatro bolas
por lo menos. Palmada al hombro y levantadita de pulgar, pero sólo de una mano.
Valía la intención pero se malograban los ataques.
El loco Erick miraba el
partido más aburrido que bailar con la abuelita. Jean Pierre no se asentaba
bien del todo, como si tuviera hongos en la planta del pie, pero ni se le
notaba ante la misia llegada de los casi inexistentes delanteros rivales, ya
que el Malingas se marcaba solo. Pando como siempre, cargoso, como tiene que
ser, aunque más desordenado que el cabello de Espínola.
Decíamos que Yotún se metía como
quería ante los pases en profundidad del Loba quien era un repartidor de
alimentos que la mandaba al vacío donde llegaban Cáncar y Rivera cuando se la
adivinaban. Mas eso no preocupaba porque se estaba llegando facilito a los tres
palos de Johnny Vegas que se aturdía con la bulla del Extremo Celeste y rezaba
para que los cerveceros fallaran. Pero de rezos no se come, Johnny, porque los
celestes aterrizaban a cada rato.
Yotún estaba venenoso. Yoshi insistía,
entraba, salía, centraba, quebraba y lanzaba para ver quién la encajaba. Se
había quedado con hambre y pedía más. Al poco rato sale de su banda y se mete
casi al centro, entrando en bendita diagonal que la gente les está pidiendo a
los volantes por fuera. Desde ahí levanta la cabeza, se la regala bien medida a Diego Iván que, estando a la derecha, la recibe con la zurda y sin pensar mucho
la mete como lo pide la gente, en guan. Vuelve a estallar la tribuna. Todo es
color celeste. Y allí, desgraciadamente, empieza la modorra que ya se está
haciendo costumbre cuando meten dos pepinos seguidos. Les entra el sueño y esto
se convierte en un cantito de aniversario de bodas: “La mar estaba serena,
serena estaba la mar”.
SEGUNDO TIEMPO, MAREA ROJA
Sí, todo era color celeste hasta que
entró el pitufo Merino. Y la tortilla se voltea. SOS, alerta roja, se viene el
tsunami, todos a sus puestos. Merino, para que negarlo, es bueno y quizás hasta
seleccionable. ¿Pero sabes, hermano, por qué destacó? No lo apretaron en ningún
momento. Estos jugadores sólo la hacen cuando los dejan sueltos. ¿Y qué más
quería el pitufo si le estaban dejando la mesa servida? Cómodo y más peligroso
que chicha jora en balde, creó las jugadas que se le antojó, mientras que los
celestes no se le acercaban por miedo al ridículo. Y es así como el pitufo se
hace un jugadón que sobrepasa al Loco. Menos mal que el madero jugaba para los
celestes. Y al poco rato, otra más del chaparro, pase en callejón y gol. ¿Cómo,
y la marca a presión? Bien, gracias.
Este chapulín Merino es un jugador que te
destroza la cintura si lo tienes a más de dos metros, pero se apaga si te le
pegas como chicle y lo asfixias de tal forma que piense que lo estás
paleteando. Será uno de los super pitufos pero no es el Hombre Invisible. Y no
le quitemos méritos, porque tiene algo del Chorri en su edad de oro.
Ya hemos dicho que Pacho hasta ese
momento estaba seguro y Espínola era una espina para el delantero colocho. El
paraguas hasta se tomó su tiempo para proyectarse y meter un mitrazo mortífero
que parecía el tercero pero la bola, supersticiosa, tocó madera, se persignó y
salió de paseo. Y Pacho que había estado seguro casi al 85% de su producción
salió lesionado. ¡Mamma mía!, todo se desarregló y cundió el pánico. Sí, el
miedo al empate. Entró Espejo pero un tanto empañado, opaco, impreciso. Es
decir, no marcó específicamente a nadie, sólo hizo marca en zona, o a cualquier
camiseta roja que pasara por su lado cuando lo que se necesitaba era apretar al
chapulín.
Asimismo, Loba falló varias. Y los
que dicen que el Loba jugó mal están en la reverenda vereda. ¡Cómo va a tener
culpa si hizo más de veinticinco repartos a domicilio que nadie agradeció! ¡Así
cómo! Si te invitan a almorzar no esperes que te la den en la boquita, pues. Y
el Loba, picón porque toda su gente se estaba acurrucando en su nido, quiso
cobrar venganza por sus propios pies. Total, se perdió dos goles más cantados
que ‘Aquel Arbolito’. Más piña ni el Japón después del sismo. Advíncula tuvo
otras frente a frente y las regaló como si fuera padrino de bautizo. Después,
todo fue miedo y temblores que parecían réplicas de terremoto. Hasta que
Arellanos sopleteó. Chau y hasta la próxima.
Se ganó con miedo, arrinconándose en
el arco del Loco, en un partido en el cual era posible anotar hasta cinco goles
a un rival cuya defensa era una mazamorra, mientras que la zaga celeste que era
una máquina bien aceitada se descompuso con la salida del Pacho. La línea media
en el primer periodo fue un reloj que se detuvo en el complementario. La
delantera, lo mismo, bien al principio con dos atacantes; y mal al final con
uno solo. En resumen, el equipo celeste fue un equipo bipolar con dos fases
bien marcadas. Como la marea, altas y bajas que se debe subsanar ya, ya. A eso
apuntamos.
LOS CIEN PUNTOS. Son para el Extremo
Celeste, Fuerza Oriente y La Vieja Guardia que no se cansaron de alentar. Mucho
gusto nos da este grupo de muchachos que se convierten en un jugador más, que
aturden al contrario y alientan al de casa. Así deben ser las cosas.
TWITTER PARA RIVAROLA: ¿Por qué te
contentas con dos cuando la tienes fácil para hacer quintillizos?
ARELLANOS: ¿Cómo es posible que le
muestres la tarjeta hepática al loco Yancarlo Victorio por una pelota que le
cayó al pecho? Hay que usar lentes, Arellanos.
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