miércoles, 22 de diciembre de 2010

MI PRIMERA VEZ CON ELLA... (!Y SIN PODER TOCARLA!)

Escribe: MANUEL ARANIBAR LUNA

Era increíble ver tanta hermosura ... y tan cerca. Yo era todavía un escolar primarioso y el solo hecho de imaginar encontrarme con ella me despertaba sensaciones imposibles de explicar. Ansiaba tenerla conmigo y no soltarla jamás, y aquella primera vez que la tuve tan cerquita a mis narices temblé de emoción. Y enmudecí al mismo tiempo que quedaba petrificado.

Asimismo temía maltratarla por la misma desesperación de hacerla mía. La impaciencia me ganaba. Tenía que estar entre mis brazos. No esa tarde, por supuesto, pero valía la pena soñar despierto. Ansiaba acariciarla, que mis dedos recorran lenta y tiernamente su tersura, su suavidad. Sabía que al tocarla iba a sentir una misteriosa electricidad entre mis dedos.

Pero no, – me arrepentí – para qué soñar. Desde el primer momento supe que ese no iba a ser el momento del toque mágico; tenía que hacerla mía, pero a pesar de estar tan cerca era imposible tocarla (una barrera invisible nos separaba, pero no me impedía contemplarla una y otra vez desde todos los ángulos).

Ella ignoraba a los mirones. Se podía adivinar que se jactaba de ser intocable. Los mayores la miraban sólo de pasadita, como mera curiosidad, pero yo era el único que la estaba contemplando enamorado como un idiota. No podía tocarla -estaba prohibido- pero nada me impedía mirarla. Supe que iban a pasar años para hacerme dueño de ella.

Mi sueño era introducirme en ella de a poquitos tratando de hacerle el menor daño posible. Nadie me lo había advertido antes, pero yo intuía que debía tratarla con cariño, con delicadeza, porque le podía hacer daño. No entendía cómo los grandes, después de haber compartido pasiones y emociones pegados a ella, la maltrataban, la abandonaban mojadita en un rincón, como si fuera una aventura nocturna más.

- Te gusta, ¿no?

 La voz aguardentosa de Tito Drago, el numero 10 del Muni, me sacó del trance. Su tienda de artículos deportivos en el centro de Lima exhibía en su amplia vitrina de entrada la gloriosa casaquilla celeste del Club Sporting Cristal que era el puntero del certamen de ese año. No le respondí porque un escolar de nueve años, en ese trance, en ese éxtasis alucinante, ignora a los adultos.

Continué mirándola y no podía creerlo. Era la única que tenía la bandera nacional montada sobre el escudo en cuyo centro resplandecían las siglas SCB. Esa misma casaquilla celeste abotonable, tirando al azul eléctrico, era idéntica a la que veía semana a semana en el Nacional llevada con orgullo por el equipo de don Rafael Asca, Anselmo “Chemo” Ruíz, el “Chino” Faustino Delgado, Antonio Sacco, Máximo “Vides” Mosquera, Zunino y “Tachero” Martínez.

Años después, con mi primer sueldo, pude adquirirla. Y, aunque ya había cambiado de diseño, y su color era un tanto más claro, además de que en el escudo ahora sólo se leía SC, la emoción de tenerla entre mis manos fue la misma. 

A eso se le llama amor eterno.

3 comentarios:

  1. Muy buena crónica novelesca de algún romántico hincha celeste quien a temprana edad y por vez primera adquiere extasiado la chompa del mejor equipo del Perú en sus inicios.

    Saludos

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  2. Manuel, algo sobre el origen de la "chalaca" http://www.elperiodicodemexico.com/nota.php?sec=Deportes&id=55799#Scene_1

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